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No es un nuevo viaje al centro, pero casi
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Federico Quevedo

Dos Palabras

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No es un nuevo viaje al centro, pero casi

Corría el año 1990 y el entonces presidente del Alianza Popular, José María Aznar, que acababa de tomar las riendas del partido, puso en marcha una

Corría el año 1990 y el entonces presidente del Alianza Popular, José María Aznar, que acababa de tomar las riendas del partido, puso en marcha una corriente de renovación profunda y se marcó como objetivo ganar las elecciones por el único camino posible para hacerlo: el centro. Cambió el nombre de su formación y a partir de ese momento pasó a llamarse Partido Popular, como lo conocemos ahora. Dejó en la cuneta a unos cuantos dirigentes de la vieja guardia demasiado vinculados con el ‘fraguismo’ y, sobre todo, modificó los discursos para dejar de ser ese partido que tanto recelo despertaba en buena parte de la población española para empezar a buscar simpatías en los sectores más moderados del país, lo que significó también el acercamiento a otras formaciones políticas con las que hasta ese momento la derecha se entendía mal: los nacionalismos moderados. El resto ya lo saben, no hace falta que se lo cuente. Lo que importa es que aquella estrategia, que entonces se convirtió en lo que se dio en llamar la búsqueda del centro, sigue siendo válida. Desde entonces el PP nunca ha abandonado el centro político, aunque en su última legislatura Aznar rompió esa sinergia desandando buena parte del camino que él mismo había andado y eso contribuyó a que el PP volviera a aparecer ante la opinión pública como un partido ‘antipático’… Eso, y una estrategia perfectamente diseñada por parte de la izquierda en la pasada legislatura para que se visualizara al PP como un partido de extrema derecha.

Pero ya no estamos en la pasada legislatura y la situación ha cambiado sustancialmente. Ahora nos enfrentamos a una crisis de largo alcance y de una profundidad desconocida que amenaza con destruir las estructuras productivas de nuestro país y hacernos retroceder décadas en nuestro desarrollo y progreso respecto de nuestros socios europeos. Tenemos un gobierno presidido por el desconcierto, enfrentados sus ministros en temas sustanciales como el aborto o el futuro de la energía en España, y que además ha provocado una fractura generacional dentro del partido que lo sustenta. Rodríguez parece haberse puesto él mismo la soga al cuello queriendo provocar los sentimientos de una parte de la población con la nueva ley del aborto que permite a las niñas de 16 años someterse a semejante barbaridad sin permiso paterno, y lejos de exasperar a la derecha lo que ha conseguido es ‘cabrear’ a buena parte de los suyos porque la inmensa mayoría de la población rechaza esa medida. Se ha quedado sólo en el Gobierno y en el partido defendiendo el cierre de Garoña con todo lo que eso significa de renuncia al progreso y, sobre todo, a la autosuficiencia energética de nuestro país condenándonos al ostracismo en materia de abastecimiento. Hay ministros, como Cristina Garmendia y Gabilondo, a los que se ningunea en el Ejecutivo y se aparta de las decisiones más trascendentales, y no existe ninguna hoja de ruta clara y definida para afrontar la crisis más allá de la necesidad de Rodríguez de mantenerse en el poder y no mostrar demasiada debilidad parlamentaria.

Para el centro-derecha no va a haber una oportunidad igual que esta para volver al poder y corregir los errores que lo apearon del mismo hace poco más de seis años

Corría el año 1990 y el entonces presidente del Alianza Popular, José María Aznar, que acababa de tomar las riendas del partido, puso en marcha una corriente de renovación profunda y se marcó como objetivo ganar las elecciones por el único camino posible para hacerlo: el centro. Cambió el nombre de su formación y a partir de ese momento pasó a llamarse Partido Popular, como lo conocemos ahora. Dejó en la cuneta a unos cuantos dirigentes de la vieja guardia demasiado vinculados con el ‘fraguismo’ y, sobre todo, modificó los discursos para dejar de ser ese partido que tanto recelo despertaba en buena parte de la población española para empezar a buscar simpatías en los sectores más moderados del país, lo que significó también el acercamiento a otras formaciones políticas con las que hasta ese momento la derecha se entendía mal: los nacionalismos moderados. El resto ya lo saben, no hace falta que se lo cuente. Lo que importa es que aquella estrategia, que entonces se convirtió en lo que se dio en llamar la búsqueda del centro, sigue siendo válida. Desde entonces el PP nunca ha abandonado el centro político, aunque en su última legislatura Aznar rompió esa sinergia desandando buena parte del camino que él mismo había andado y eso contribuyó a que el PP volviera a aparecer ante la opinión pública como un partido ‘antipático’… Eso, y una estrategia perfectamente diseñada por parte de la izquierda en la pasada legislatura para que se visualizara al PP como un partido de extrema derecha.

Pero ya no estamos en la pasada legislatura y la situación ha cambiado sustancialmente. Ahora nos enfrentamos a una crisis de largo alcance y de una profundidad desconocida que amenaza con destruir las estructuras productivas de nuestro país y hacernos retroceder décadas en nuestro desarrollo y progreso respecto de nuestros socios europeos. Tenemos un gobierno presidido por el desconcierto, enfrentados sus ministros en temas sustanciales como el aborto o el futuro de la energía en España, y que además ha provocado una fractura generacional dentro del partido que lo sustenta. Rodríguez parece haberse puesto él mismo la soga al cuello queriendo provocar los sentimientos de una parte de la población con la nueva ley del aborto que permite a las niñas de 16 años someterse a semejante barbaridad sin permiso paterno, y lejos de exasperar a la derecha lo que ha conseguido es ‘cabrear’ a buena parte de los suyos porque la inmensa mayoría de la población rechaza esa medida. Se ha quedado sólo en el Gobierno y en el partido defendiendo el cierre de Garoña con todo lo que eso significa de renuncia al progreso y, sobre todo, a la autosuficiencia energética de nuestro país condenándonos al ostracismo en materia de abastecimiento. Hay ministros, como Cristina Garmendia y Gabilondo, a los que se ningunea en el Ejecutivo y se aparta de las decisiones más trascendentales, y no existe ninguna hoja de ruta clara y definida para afrontar la crisis más allá de la necesidad de Rodríguez de mantenerse en el poder y no mostrar demasiada debilidad parlamentaria.

Para el centro-derecha no va a haber una oportunidad igual que esta para volver al poder y corregir los errores que lo apearon del mismo hace poco más de seis años

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