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Manual ‘De Guindos’ para salir de la crisis
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Federico Quevedo

Dos Palabras

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Manual ‘De Guindos’ para salir de la crisis

“¡Ayúdennos, por favor, ayúdennos!”. El grito de auxilio que podría haber salido de la garganta de cualquier ciudadano en peligro, salía el lunes por la tarde-noche

“¡Ayúdennos, por favor, ayúdennos!”. El grito de auxilio que podría haber salido de la garganta de cualquier ciudadano en peligro, salía el lunes por la tarde-noche de la del ministro de Economía y Competitividad, Luis de Guindos, ante sus compañeros del Eurogrupo. No lo dijo así, es cierto, pero sonaba así, aunque ésa es una traducción libre de sus palabras según las cuales España ha hecho ya todo lo que tenía que hacer y, a partir de ahora, la pelota está en el tejado de la Unión. Si quieren ayudarnos, saldremos de esta. Si no quieren, nos hundimos. Ese es el escenario. No hay otro. Desde luego, no daría nada por encontrarme en la piel del ministro de Economía, a quien en las últimas semanas le ha caído de golpe una década encima. Vivimos en medio del pánico, y él aparenta una calma que, sin embargo, delata una preocupación sin límites.

El Gobierno ha hecho lo que tenía que hacer, lo ha hecho en muy poco tiempo, con mucha firmeza y considerable desgaste, pero no va a servir de nada si Europa no confía en nosotros y empieza a cumplir con su parte del trato. La ecuación es muy simple, muy sencilla: si el Banco Central Europeo no inyecta liquidez en el sistema, si no compra deuda a saco y riega a nuestro sistema financiero ahora que ya por fin ha aflorado su penosa situación, si los mercados se cierran para nosotros y no tenemos acceso a financiación, quebramos. Así de claro. Así de simple. Así de dramático. Hemos puesto toda la carne en el asador, hemos ido más lejos que nadie en los ajustes, en las reformas, y sin embargo en Europa nos siguen mirando con desconfianza.

¿Qué más quieren? ¿Qué coño quieren esos burócratas de mierda que solo miran el ombligo de Berlín? Pero, ¿cómo podemos aceptar que ahora los alemanes digan que Grecia no es imprescindible para la supervivencia del Euro? ¿No lo podían haber pensado antes y habernos ahorrado todo este sufrimiento y decenas de miles de millones de euros entregados a la causa helena casi a fondo perdido? Como resulta que los bancos alemanes ya han provisionado las pérdidas por la obligada quita a Atenas, entonces ha llegado el momento de deshacernos del problema, pero resulta que el problema ya ha contagiado a todo el entorno y, salvo Alemania, no hay un solo país de la zona Euro que escape a la invasión del cáncer.

Pero, ¿esto de la UE era algo que nos pertenecía a todos, o solo a esos señores que viven para trabajar y le dan a la cerveza? Miren que yo he nacido en Hamburgo, y siempre he admirado la capacidad del pueblo alemán para levantarse con ímpetu tras cada una de sus caídas… Y seguramente tienen razón en muchas de sus quejas, pero no puede ser que sean ellos solos los que salgan de esta crisis a costa de que todos los demás nos hundamos en el pozo de la destrucción del único vínculo, el Euro, que nos ha unido un poco durante los años en los que el sueño de una Europa fuerte parecía que podía cumplirse. Y eso que al final ha sido una pesadilla.

El Gobierno ha hecho lo que tenía que hacer, lo ha hecho en muy poco tiempo, con mucha firmeza y considerable desgaste, pero no va a servir de nada si Europa no confía en nosotros y empieza a cumplir con su parte del trato. 

¿Qué podemos hacer? ¿Qué nos queda por hacer? En la agenda del ministro de Economía ya no hay más hojas para apuntar nuevas reformas ni ajustes. Hemos llegado al límite: se ha hecho una profunda reforma laboral que ha introducido por fin la flexibilidad en nuestro mercado de trabajo y ha reducido la presencia de las centrales sindicales en la negociación de los convenios colectivo; se han ajustado las cuentas al máximo con duros recortes en materias sensibles como la sanidad y la educación, se han subido los impuestos y se anuncia una nueva subida del IVA para el año próximo; se ha aprobado una Ley de Estabilidad Presupuestaria durísima que, en definitiva, pone en manos del Estado la capacidad para intervenir y controlar las cuentas de aquellas administraciones que no estén dispuestas a cumplir con los objetivos y ya hemos visto como Hacienda enseguida se ha puesto manos a la obra, primero con los ayuntamientos y después con las Comunidades Autónomas a las que ya está examinando concienzudamente; y se ha hecho, por fin, una reforma del sistema financiero que, en palabras de Mariano Rajoy, ha llegado “tarde, mal y a rastras”, pero ha llegado, y es cierto que hay mucha responsabilidad en como se ha manejado este asunto en el pasado cuando, en una situación muy similar a la de Grecia, se permitió que el cáncer, esta vez llamado Caja Castilla-La Mancha (CCM), siguiera vivo en lugar de matarlo lo que hubiera enviado una señal inequívoca de firmeza al resto de la entidades financieras.

Los españoles (de derechas e izquierdas) no quieren un rescate

Pero bien, todo esto está hecho… Y ahora, ¿qué? En el manual de Luis de Guindos ya no pone nada más. Todo esto debería de servir para que España se pusiera en marcha y comenzara la senda, lenta pero definitiva, de la recuperación. Para ello era necesario que después de hacer todos los deberes, la Unión Europea pusiera de su parte, y no lo está haciendo. Cuando se dice que las políticas de ajuste son compatibles con las políticas de crecimiento, nos referimos a eso, a la disposición de Bruselas a ayudar a aquellos países que han acometido los procesos de reformas y de saneamiento de sus cuentas, porque si no lo hace, porque si de aquí al mes de junio España no empieza a ver un cambio en la actitud de Alemania, en la actitud de Bruselas, en la actitud del BCE, nos veremos abocados a la quiebra, y como consecuencia de ella al temido rescate.

Un rescate que el Gobierno –supongo que con el respaldo de la oposición- rechazará de plano, porque nadie quiere que vengan los de fuera a dar un golpe de estado e imponernos medidas más duras que, lejos de ayudar a los países que las sufren a salir de la crisis –Grecia, Portugal…-, los están hundiendo cada día más en la miseria. No queremos eso. De Guindos no quiere eso, ni lo quiere el Gobierno de Mariano Rajoy. ¿La alternativa? No lo se, pero en el manual de Luis de Guindos para salir de la crisis hay un capítulo que todavía no se ha escrito, y ojala no tenga que escribirse.

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“¡Ayúdennos, por favor, ayúdennos!”. El grito de auxilio que podría haber salido de la garganta de cualquier ciudadano en peligro, salía el lunes por la tarde-noche de la del ministro de Economía y Competitividad, Luis de Guindos, ante sus compañeros del Eurogrupo. No lo dijo así, es cierto, pero sonaba así, aunque ésa es una traducción libre de sus palabras según las cuales España ha hecho ya todo lo que tenía que hacer y, a partir de ahora, la pelota está en el tejado de la Unión. Si quieren ayudarnos, saldremos de esta. Si no quieren, nos hundimos. Ese es el escenario. No hay otro. Desde luego, no daría nada por encontrarme en la piel del ministro de Economía, a quien en las últimas semanas le ha caído de golpe una década encima. Vivimos en medio del pánico, y él aparenta una calma que, sin embargo, delata una preocupación sin límites.

Luis de Guindos