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“Antes de nada, perdón”. ¿Por qué les cuesta tanto a los políticos?
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Federico Quevedo

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“Antes de nada, perdón”. ¿Por qué les cuesta tanto a los políticos?

Hace unos días, nos sorprendía en los medios de comunicación un anuncio que se encabezaba con el siguiente texto: “Antes de nada, perdón”. Lo firmaba Novagalicia

Hace unos días, nos sorprendía en los medios de comunicación un anuncio que se encabezaba con el siguiente texto: Antes de nada, perdón. Lo firmaba Novagalicia Banco y en la foto aparecía su nuevo presidente, José María Castellano; en el texto, el nuevo equipo directivo de la entidad intervenida pedía perdón a sus clientes por dos cosas: la primera, el capítulo dramático de las preferentes, que tiene atrapados a miles de personas, la mayoría de las cuales ni siquiera sabían qué tipo de producto se les estaba casi obligando a suscribir; y, la segunda, por los escandalosos salarios de los directivos de una caja al borde de la desaparición. Es verdad que, como señalaban muchos de estos clientes en las redes sociales, esta petición de perdón no soluciona los problemas que tiene acumulados la entidad, pero al menos el nuevo equipo directivo ha demostrado que su actitud es sincera, no recurriendo la sentencia de la Justicia gallega que obliga a la caja a devolver a un cliente el dinero que depositó para adquirir preferentes.

¿Llega tarde? Es posible. Pero lo diferente de esta situación es que hay al menos una entidad en la que sus directivos aceptan, con cierta dosis de humildad, que durante este tiempo se han equivocado, que se han hecho las cosas mal. Y, aunque a los afectados por el caso de las preferentes la disculpa no les satisface materialmente, al conjunto de la sociedad sí debe de satisfacerle moralmente el que eso ocurra. La pena es que no cunda el ejemplo, o no de manera suficiente.

Ayer, la diputada del PP Andrea Fabra envió una carta al presidente del Congreso, Jesús Posada, en la que pedía también perdón por su desafortunada expresión “¡Que se jodan!”, escuchada durante el debate del pasado miércoles en la carrera de San Jerónimo, justo cuando Rajoy anunciaba los recortes en las prestaciones por desempleo. Está bien, y seguramente le honra el haberlo hecho, porque la verdad es que estamos poco acostumbrados a que sea así, pero ha sido necesaria una carta de apercibimiento de su propio partido para que la diputada reaccionara y un escándalo mayúsculo en las redes sociales.

A raíz del escándalo del “¡Que se jodan!” nos hemos enterado de algo mucho más grave: Fabra, como otros muchos diputados con residencia fija en Madrid, cobran una dieta de transporte de casi 1.500 euros mensuales por ser diputados electos en una circunscripción diferente

Si Fabra hubiera pedido esas disculpas en los minutos siguientes al exabrupto, el escándalo se hubiera minimizado, pero forma parte de la actitud de ‘clase’ con la que los políticos se relacionan con el resto de la ciudadanía, ese orgullo que les lleva a creer que ellos están por encima del bien y del mal. Pero, fíjense, a raíz del escándalo del “¡Que se jodan!” nos hemos enterado de algo que, a mi parecer, es mucho más grave: Fabra, como otros muchos diputados con residencia fija en Madrid, cobran una dieta de transporte de casi 1.500 euros mensuales por ser diputados electos en una circunscripción diferente. Eso sí que me parece escandaloso, porque forma parte de la acumulación de privilegios que tienen sus señorías y que se deberían de eliminar de una vez cuando, al mismo tiempo, se les piden a los ciudadanos sacrificios durísimos.

Pero volviendo al hecho que nos ocupa, ayer mismo la secretaria de Organización del PSOE, Elena Valenciano, afirmaba en su cuenta de Twitter que el PSOE no se hace responsable de lo que está pasando con la crisis. Hace falta ser caradura para decir eso, cuando la realidad es que ellos han gobernado durante ocho años y han dejado al país en una situación desastrosa.

Este es nuestro gran problema, ni unos ni otros son capaces de reconocer su responsabilidad, ni de dirigirse con la humildad que la situación requiere a la ciudadanía y pedirle perdón, y a continuación dejar a un lado sus diferencias partidarias y buscar los espacios de acuerdo necesarios para sacar a este país de esta profunda crisis. ¡Es indignante la pobre clase política que tenemos los españoles! Es indignante su incapacidad para asumir sus responsabilidades, su ceguera a lo hora de entender cuáles son las exigencias de la ciudadanía, su sordera a la hora de escuchar los gritos de auxilio de la gente…

Nos están conduciendo, unos y otros, a una situación insostenible, y no son conscientes de que llevada al extremo la sociedad puede salir por cualquier parte; y puede que entonces sí que se acaben de un plumazo sus privilegios y sus prebendas, sus dietas, sus coches, sus iPads, sus viajes, sus cargos eternos, sus asesores, sus empresas públicas, sus embajadas, sus televisiones, sus parlamentos sobredimensionados, sus exigencias soberanistas, sus griteríos de charlatanes, sus poses de chulería, su arrogancia fatal, sus sueldos millonarios en algunos casos, su despilfarro, su corrupción…

A cambio de que, a lo mejor, en el camino los ciudadanos nos dejemos parte de la piel de nuestra democracia y de nuestra libertad en manos de partidos que ahora basan su discurso en decirles a los ciudadanos lo que quieren oír, pero a los que temo si alguna vez llegan al poder. Pero mientras la sociedad asista, entre indignada y estupefacta, al espectáculo de una clase dirigente instalada en sus despachos, con sueldos de directivos de empresas que superan las líneas rojas de cualquier referente moral mientras sus compañías se hunden en el Ibex; mientras Telefónica renueve el contrato de 1,5 millones de euros del yerno del Rey y le pague un piso de superlujo de 1,2 millones de euros en Nueva York y además le blinde el despido con otros 4,5 millones de euros; mientras el propio monarca y su hijo anuncien que se bajan el sueldo un miserable 7% como si esa rebaja fuera igual para ellos que la que sufre un funcionario que cobra 1.000 euros al mes, no pueden sorprenderse de que la gente explote, se sienta engañada y busque alternativas vaya usted a saber en qué despiadadas manos de algún oportunista que se sabe al alcance de un discurso cargado de demagogia. Si eso ocurre, tendrán tanta culpa el PP como el PSOE, pero les estará bien empleado por haber vuelto la espalda a la gente, a la pobre gente que nunca tuvo ninguna culpa de haber llegado hasta donde se ha llegado, y a la que se le ofrece un futuro desolador.

Hace unos días, nos sorprendía en los medios de comunicación un anuncio que se encabezaba con el siguiente texto: Antes de nada, perdón. Lo firmaba Novagalicia Banco y en la foto aparecía su nuevo presidente, José María Castellano; en el texto, el nuevo equipo directivo de la entidad intervenida pedía perdón a sus clientes por dos cosas: la primera, el capítulo dramático de las preferentes, que tiene atrapados a miles de personas, la mayoría de las cuales ni siquiera sabían qué tipo de producto se les estaba casi obligando a suscribir; y, la segunda, por los escandalosos salarios de los directivos de una caja al borde de la desaparición. Es verdad que, como señalaban muchos de estos clientes en las redes sociales, esta petición de perdón no soluciona los problemas que tiene acumulados la entidad, pero al menos el nuevo equipo directivo ha demostrado que su actitud es sincera, no recurriendo la sentencia de la Justicia gallega que obliga a la caja a devolver a un cliente el dinero que depositó para adquirir preferentes.