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¿No se comprometió Rajoy con la cadena perpetua revisable?
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Federico Quevedo

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¿No se comprometió Rajoy con la cadena perpetua revisable?

El caso de los niños de Córdoba, Ruth y José, desaparecidos hace un año y sobre los que siempre se sospechó que habían sido asesinados -aunque

El caso de los niños de Córdoba, Ruth y José, desaparecidos hace un año y sobre los que siempre se sospechó que habían sido asesinados -aunque no había pruebas para implicar al presunto autor del crimen, su padre, José Bretón- ha vuelto a poner estos días en primer término de la actualidad un debate recurrente en nuestro país: el de la reforma del Código Penal para implantar en España la condena permanente revisable, una especie de cadena perpetua atenuada que ya existe en otros países europeos como Francia para castigar determinado tipo de delitos.

Lo cierto es que el Partido Popular llevó esa promesa en su programa electoral, y también es cierto que el ministro de Justicia, Alberto Ruiz Gallardón, se comprometió a sacar dicha reforma adelante al principio de la legislatura. Sin embargo, no se ha vuelto a saber nada del asunto, no sé si porque Gallardón está más preocupado por su propio futuro, ahora que cree que puede haber de nuevo posibilidades de llegar a ser presidente del gobierno, o porque ésta es una de esas promesas que hacen los partidos políticos para no cumplirlas.

Pero hay una mayoría social que respalda la reforma y, cada vez que se produce en nuestro país un crimen atroz como el de Marta del Castillo o el de los niños de Córdoba, o en su día los sucesos de Alcàsser, el ‘caso Sandra Palo’ y otros muchos más que nos han sobrecogido a todos, esa mayoría social se amplía considerablemente. Los detractores de la reforma dicen, entre otras cosas, que los políticos no deben legislar en caliente, pero aUn reconociendo que en todo este debate es fácil caer en determinados argumentos demagógicos, también es verdad que las leyes se cambian cuando se producen circunstancias que invitan a hacerlo, ¿o no fue ‘legislar en caliente’ cambiar la Constitución en pleno mes de agosto del año pasado para introducir un criterio de limitación del déficit público porque nos estaba cayendo un chaparrón en los mercados? Chaparrón que, por cierto, ha seguido a pesar de todo.

El segundo argumento más utilizado por los críticos con esa reforma es que la implantación de la cadena perpetua en ningún caso va a servir de revulsivo para que se cometan menos delitos. Es cierto, pero también lo es que ninguna pena consigue ese objetivo, y sobre esa misma base entonces habría que eliminar el Código Penal

El segundo argumento más utilizado por los críticos con esa reforma es que la implantación de la cadena perpetua en ningún caso va a servir de revulsivo para que se cometan menos delitos. Es cierto, pero también lo es que ninguna pena consigue ese objetivo, y sobre esa misma base entonces habría que eliminar el Código Penal, ¿no? La intención de la pena no es la de servir de advertencia: quien delinque, en el 99% de los casos, ya sabe que se le va a castigar, pero aún así lo hace porque es más fuerte la voluntad de cometer el delito que el miedo al castigo. No, la pena se impone como castigo, y por eso se adecua a la gravedad del delito. Y es en este punto donde tiene todo el sentido del mundo que se implante la condena permanente revisable para determinados delitos de especial gravedad y terrorismo, delitos que tienen un altísimo impacto social que todavía los hace más graves, como en los casos mencionados.

Yo no sé si José Bretón es culpable de haber matado y quemado a sus hijos pequeños, eso tendrá que decirlo la Justicia y, en cualquier caso, hasta que eso ocurra tiene derecho a la presunción de inocencia. Pero si finalmente se confirma que fue así, alguien que es capaz de un crimen tan atroz no puede volver a la sociedad al cabo de 40 años, que además siempre son menos. Hablamos de un crimen brutal, llevado a cabo por una mente fría y calculadora, que en todo momento sabía lo que estaba haciendo, como ocurrió también en el caso de Marta del Castillo. Son delitos que la sociedad no puede perdonar, para los que no cabe reinserción alguna, porque están cometidos con una maldad insuperable y una consciencia plena del enorme daño que se causa. No hablamos de un drogadicto que roba para comprar heroína, ni de un ladrón de bancos, ni siquiera de un crimen entre bandas rivales donde intervienen una serie de factores que atenúan el impacto social del mismo. Hablamos de una maldad extrema, del lado más oscuro y aterrador del ser humano capaz de lo mejor y de lo peor.

Y es perfectamente lógico que la sociedad quiera alejar de su lado a quienes son capaces de hacer tan inmenso daño, y alejarlos para siempre. Si se confirman los informes y las sospechas, Bretón pasará a los anales de la historia como uno de los criminales más atroces que haya surgido de nuestra sociedad, un auténtico psicópata, aunque no un enfermo, según explican los expertos, porque es plenamente consciente de sus actos y los ejecuta con una precisión casi matemática.

Si nos vamos unos cuantos miles de kilómetros al norte, en Noruega acaban de condenar a 21 años de prisión al asesino de Utoya, Anders Behring, que se llevó por delante a casi 80 personas, la mayoría niños. Parece muy poca condena para un animal que se atrevía a pedir perdón en el juicio por no haber matado aún más. Las leyes noruegas no están adaptadas a semejante tipo de crímenes, pero su primer ministro ya ha dicho que se va a hacer algo de cara al futuro. Y es que cuando el castigo no se adecua a la gravedad del delito, además de favorecer al delincuente, se hace un daño moral a la sociedad que puede llegar a ser irreparable. Es verdad que el Gobierno está ahora en lo urgente, en la crisis de deuda, pero no debe olvidar lo importante, y esto lo es.

El caso de los niños de Córdoba, Ruth y José, desaparecidos hace un año y sobre los que siempre se sospechó que habían sido asesinados -aunque no había pruebas para implicar al presunto autor del crimen, su padre, José Bretón- ha vuelto a poner estos días en primer término de la actualidad un debate recurrente en nuestro país: el de la reforma del Código Penal para implantar en España la condena permanente revisable, una especie de cadena perpetua atenuada que ya existe en otros países europeos como Francia para castigar determinado tipo de delitos.

Mariano Rajoy