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Ese mago de las finanzas llamado Bárcenas
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Federico Quevedo

Dos Palabras

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Ese mago de las finanzas llamado Bárcenas

Si yo fuera dirigente del Partido Popular me estaría dando golpes en el pecho maldiciendo la hora en que no se me ocurrió poner mis ingresos

Si yo fuera dirigente del Partido Popular me estaría dando golpes en el pecho maldiciendo la hora en que no se me ocurrió poner mis ingresos en manos de ese mago de las finanzas llamado José Luis Bárcenas, gerente del partido -luego tesorero-, y el único hombre capaz de multiplicar los panes y los peces dos mil años después de que lo hiciera Jesucristo. Y me pregunto que modesta opinión tenía el propio Bárcenas de sí mismo si, siendo gerente de un partido político, fue capaz de amasar una fortuna de más de 50 millones de euros nacida de la nada -tampoco es que el sueldo de gerente de para operar en bolsa como si uno fuera el mismísimo Madoff-, que no hubiera logrado de haber montado su propia asesoría de inversión: seguramente habría dejado en bragas a los habituales protagonistas de las portadas de Forbes.

Más allá de admitir su capacidad para calentarles los cascos auditivos a algunos de mis compañeros en este difícil arte de la pluma a los que ha comprado (no con dinero, pero sí con información perfecta manipulada y estudiada para desviar la atención sobre su propia situación judicial), es evidente que Bárcenas se muestra a los ojos de la opinión pública como la imagen misma de la corrupción, el epicentro de la mierda de la que todavía no ha conseguido librarse el sistema porque está encastrada en el mismo.

¿Cómo fue posible que acumulara toda esa cantidad de dinero, y a quien o quienes engañó para hacerlo? Porque, no les quepa ninguna duda, eso no pudo hacerlo solo, pero también estoy seguro de que quienes se lo permitieron tampoco sabían hasta qué extremo estaba llegando la ingeniería financiera con la que engordó sus cuentas en Suiza

Yo no sé si son ustedes conscientes, pero no estamos hablando de un par de millones de euros, que ya sería suficiente delito. No, este hombre, solo o en compañía de otros -de todos esto sabremos algo en los próximos días-, ha dejado a la altura del betún al yerno del Rey en lo que a ser ladrón de guante blanco se refiere… Los Pujol, a su lado, son unos becarios de la estafa y la malversación. Ni siquiera Messi puede acercarse a la suela de sus zapatos, y no comparemos lo que gana el astro del balón con el p… sueldo de gerente que tenía Bárcenas. Escondido en su despacho de Génova 13 -el de verdad, no el que se inventaron él y El País para amargarle la vida a Cospedal-, donde sólo se dejaba ver por lo que él quería que le vieran, fue amasando un millón tras otro…

¿Cuánto repartió de lo que no se quedó él, o se lo quedó todo? Y si repartió, ¿a quién o quiénes? ¿Cómo funcionaba la estructura de mando de la trama Gürtel? ¿A quién le daba las órdenes y quienes eran su guardia de corps? ¿Cómo fue posible que acumulara toda esa cantidad de dinero, y a quien o quienes engañó para hacerlo? Porque, no les quepa ninguna duda, eso no pudo hacerlo solo, pero también estoy seguro de que quienes se lo permitieron tampoco sabían hasta qué extremo estaba llegando la ingeniería financiera con la que engordó sus cuentas en Suiza –y sigo creyendo que todavía hay más, en otros paraísos fiscales, aunque no pueda demostrarlo-.

Bárcenas es mucho más que un simple caso de corrupción. Bárcenas encierra en sí mismo todo lo más odioso del comportamiento público, la obscena pretenciosidad, la antítesis de la ética, la altanera gestualidad y la jactanciosa impunidad. Bárcenas nos quiere hacer creer, quiere hacer creer a la Justicia, que toda su fortuna proviene de la suerte. Es curioso como cuando los malos no tienen explicación razonable para justificar lo injustificable tientan a la diosa fortuna, unos amparándose tras un décimo de lotería, otros tras supuestas compraventas de arte y aparentes éxitos en los mercados financieros. Hoy ya sabemos que todo es falso, que detrás de esa estrella hay fraude a Hacienda y un origen todavía por definir de un dinero que ha recalado en exceso en paraísos fiscales.

Bárcenas representa lo peor de esta España laminada por la crisis y la corrupción. Si, de verdad, el PP y el Gobierno de Rajoy quieren que la gente vuelva a recuperar la confianza en la política -ya no digo en el PP, digo en la política-, tienen que hacer lo que haga falta para que haya castigo. Justo. Ejemplar. Castigo al fin y al cabo. Y aunque eso implique poner a algunos de los dirigentes del partido a los pies de los caballos, más allá de una personación en la causa que suena a intento de querer neutralizarla, ya debería el partido estar preparando una querella en toda regla contra quien fue su gerente y se ha demostrado como su peor enemigo.

Si yo fuera dirigente del Partido Popular me estaría dando golpes en el pecho maldiciendo la hora en que no se me ocurrió poner mis ingresos en manos de ese mago de las finanzas llamado José Luis Bárcenas, gerente del partido -luego tesorero-, y el único hombre capaz de multiplicar los panes y los peces dos mil años después de que lo hiciera Jesucristo. Y me pregunto que modesta opinión tenía el propio Bárcenas de sí mismo si, siendo gerente de un partido político, fue capaz de amasar una fortuna de más de 50 millones de euros nacida de la nada -tampoco es que el sueldo de gerente de para operar en bolsa como si uno fuera el mismísimo Madoff-, que no hubiera logrado de haber montado su propia asesoría de inversión: seguramente habría dejado en bragas a los habituales protagonistas de las portadas de Forbes.