Es noticia
La mano tendida
  1. España
  2. Dos Palabras
Federico Quevedo

Dos Palabras

Por

La mano tendida

Mariano Rajoy se defiende bien en los debates de principios. Es curioso, porque sus críticos le acusan de no tenerlos pero, sin embargo, cuando se trata

Foto: La diputada Marta Rovira (ERC) tiende la mano a la vicepresidenta del Gobierno. (Reuters)
La diputada Marta Rovira (ERC) tiende la mano a la vicepresidenta del Gobierno. (Reuters)

Mariano Rajoy se defiende bien en los debates de principios. Es curioso, porque sus críticos le acusan de no tenerlos. Sin embargo, cuando se trata de los principios, es cuando Mariano Rajoy se crece y ofrece su mejor versión. Ya pasó hace años cuando el entonces lehendakari Juan José Ibarretxe llegó al Congreso de los Diputados con su plan soberanista bajo el brazo. Rajoy, entonces en la oposición, ofreció una de sus mejores intervenciones en el Parlamento, hasta el punto de que muchos diputados socialistas abandonaban el hemiciclo señalando que ese era el discurso que tenía que haber hecho Zapatero.

Mejor que entonces Zapatero –ambiguo y nada contundente, aunque también el PSOE en aquella ocasión votó en contra– estuvo ayer su sucesor, Alfredo Pérez Rubalcaba, pero su intervención quedó oscurecida por la eficacia del discurso de Mariano Rajoy. Los dos apelaron a la ley y a la Constitución, y los dos tendieron la mano al diálogo. Incluso los dos dejaron la puerta abierta a una reforma de la Constitución. En eso se vio que ha funcionado el engranaje de las conversaciones que ha venido manteniendo la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, tanto con el PSOE como con el ala moderada de CiU, es decir, Unió y su portavoz parlamentario, Duran i Lleida.

Pero sin duda el discurso que ofreció más posibilidades de análisis y el que abrió más puertas que las que cerraba fue el de Mariano Rajoy, que probablemente ayer corrigió el error que cometió en septiembre de 2012 cuando despachó a Artur Mas de Moncloa con un ‘no’ rotundo a todas sus pretensiones. La vía abierta desde entonces por Mas y por la Generalitat es absolutamente inviable, toda vez que hay un acuerdo unánime de las fuerzas políticas no nacionalistas para no ceder un ápice de la soberanía nacional y permitir la consulta.

Sólo es posible encontrarse en el diálogo y en la búsqueda de acuerdos que permitan, por un lado, respetar la soberanía nacional que recae sobre el conjunto de los ciudadanos españoles y, por otro, den cabida al sentimiento de singularidad que obviamente tiene una importante mayoría de la ciudadanía catalana

Es necesario por tanto explorar otros caminos, y ayer el presidente del Gobierno le tendió la mano a Artur Mas para intentarlo de nuevo juntos, aunque eso signifique dar marcha atrás en sus pretensiones. En este asunto el Gobierno y su presidente navegan entre dos mares: por un lado, los nacionalistas decididos a seguir adelante hasta el final en su ofensiva secesionista, y, por otro, quienes se empeñan en contestar a ese desafío llevando la oposición al mismo hasta sus últimas consecuencias, lo que implicaría desde la suspensión de la autonomía catalana hasta el cierre del grifo de la financiación, pasando por la inhabilitación de sus gobernantes.

Ninguna de las dos opciones puede acabar bien. Sólo es posible encontrarse en el diálogo y en la búsqueda de acuerdos que permitan, por un lado, respetar la soberanía nacional que recae sobre el conjunto de los ciudadanos españoles, es decir, cumpliendo la ley y la Constitución y, por otro, den cabida al sentimiento de singularidad que obviamente tiene una importante mayoría de la ciudadanía catalana, independientemente de que sea más o menos nacionalista.

Va siendo hora de que los ciudadanos catalanes se den cuenta de que el experimento de Mas no les ha llevado a ninguna parte, pero también de que la gran mayoría de los españoles los quiere con ellos, no contra ellos

Probablemente, la llave que abra la puerta a esos acuerdos la vuelva a tener en su mano el presidente del Gobierno, y no es otra que retomar lo que hace año y medio rechazó: la financiación. Llamémosla reforma federal o como se quiera –tampoco ayer Rubalcaba hico especial hincapié en eso–, pero básicamente consiste en desarrollar la reforma del Senado para convertirlo en una auténtica cámara territorial y en negociar una fórmula de financiación que dé plena responsabilidad fiscal a las comunidades autónomas.

Ese fue el gran error de la Transición: se les dio plena autonomía en el gasto, pero no en los ingresos, y de ahí han venido buena parte de los males que ahora han aflorado con la crisis. Esa es la vía que hay que explorar, la mano está tendida para hacerlo, pero ni el PP ni el PSOE van a aceptar una España sin Cataluña ni una Cataluña fuera de España, y va siendo hora de que los ciudadanos catalanes se den cuenta de que el experimento de Mas no les ha llevado a ninguna parte, pero también de que la gran mayoría de los españoles los quiere con ellos, no contra ellos.

Mariano Rajoy se defiende bien en los debates de principios. Es curioso, porque sus críticos le acusan de no tenerlos. Sin embargo, cuando se trata de los principios, es cuando Mariano Rajoy se crece y ofrece su mejor versión. Ya pasó hace años cuando el entonces lehendakari Juan José Ibarretxe llegó al Congreso de los Diputados con su plan soberanista bajo el brazo. Rajoy, entonces en la oposición, ofreció una de sus mejores intervenciones en el Parlamento, hasta el punto de que muchos diputados socialistas abandonaban el hemiciclo señalando que ese era el discurso que tenía que haber hecho Zapatero.

Mariano Rajoy Artur Mas Alfredo Pérez Rubalcaba