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Los corruptos del PP van a la cárcel, ¿y los demás…?
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Federico Quevedo

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Los corruptos del PP van a la cárcel, ¿y los demás…?

La entrada en prisión del expresidente balear y exministro de Medio Ambiente con el Gobierno de Aznar, Jaume Matas, y la confesión del expresidente de la

La entrada en prisión del expresidente balear y exministro de Medio Ambiente con el Gobierno de Aznar, Jaume Matas, y la confesión del expresidente de la Generalitat, Jordi Pujol, sobre sus fraudes con la Hacienda Pública, han vuelto a poner en primera línea informativa la corrupción política, si es que había dejado de estarlo alguna vez.

La prisión de Matas es ejemplarizante, en la medida en que se trata de un cargo público muy destacado al que, además, el Gobierno que es de su propio partido le ha negado el indulto que había pedido. Matas ha ido a la cárcel por una pieza del caso Palma Arena, pero todavía quedan más instrucciones abiertas que pueden hacer que su estancia sea más larga que estos primeros nueve meses.

Casi unas horas antes que Matas, otro político destacado del PP, el todo poderoso expresidente de la Diputación de Castellón, Carlos Fabra, también ingresaba en prisión. Y otro destacado cargo público vinculado al PP, el exconseller valenciano Rafael Blasco, conseguía eludir la suya temporalmente pagando una fianza de 200.000 euros hasta que el Supremo resuelva su recurso. En la cárcel está también el exalcalde de Torrevieja con el PP durante 20 años, Pedro Hernández Mateo, y en la cárcel se encuentran también el extesorero del PP, Luis Bárcenas.

Y ayer el juez Ruz cerró una parte de la instrucción del ‘caso Gürtel’ y va a sentar en el banquillo a 45 acusados, entre ellos a destacados exmiembros del PP, como el propio Bárcenas, los exalcaldes Sepúlveda y Guillermo Ortega, Alberto López Viejo (y su esposa), Jesús Merino, Ricardo Galeote, José Luis Peñas, Iván Yáñez, Luis de Miguel o Jacobo Gordon… En definitiva, una larga lista de imputados, acusados y condenados por corrupción sobre los que está cayendo la larga mano de la Justicia con la colaboración a veces incluso entusiasta de las instituciones que dependen del Gobierno: Hacienda, Fiscalía y Fuerzas de Seguridad.

Dicho de otro modo: mientras el PP se ocupa de limpiar su casa de la única manera que se puede hacer, es decir, con la acción con la Justicia, los demás miran para otro lado en los casos de corrupción que les afectan. Estos días, a cuenta de algún comentario en este sentido en mi Twitter, algún seguidor me afeaba el hecho de que a algunos de estos presuntos, o ya no presuntos, delincuentes los hubiera defendido en su día Mariano Rajoy… Es verdad. Él mismo lo ha reconocido en un gesto sin precedentes en la historia reciente de este país, como fue comparecer hace un año ante el Pleno del Congreso de los Diputados para pedir perdón y reconocer que se había sentido engañado por gente como Bárcenas.

Es humano. Nadie con un mínimo de generosidad tiende a sospechar que la gente que le rodea son delincuentes en potencia. Rajoy pasó veranos con Matas en Baleares… ¿Tenía obligación de saber que Matas era un corrupto? No. Lo importante no es lo que él creyera entonces, sino cómo ha actuado ahora, y lo ha hecho con una contundencia que ojalá se apreciara igual en otros dirigentes políticos a los que se les va la fuerza por la boca pero después no hacen nada para combatir la corrupción en sus propias filas. Por eso se equivocará el nuevo líder del PSOE si en este asunto no trabaja codo con codo con el Gobierno, porque al final acabará pareciendo que el único partido que combate la corrupción es el PP, mientras que los corruptos de los demás partidos hacen fila, no para entrar en prisión, sino para cobrar de los ERE o de Venezuela.

Sí, de Venezuela, porque aunque no sea aparentemente delito hay una corrupción moral y ética en quien recibe dinero de un Gobierno corrupto que además tiene las manos manchadas de sangre. Pero es propio de una determinada izquierda corromperse y, al mismo tiempo, acusar de corrupción a los demás. Sin esa corrupción moral y ética que implica la traición a los propios principios –si es que se tiene alguno, cosa que dudo absolutamente–, algunos no habrían llegado donde han llegado.

Este país necesita una limpieza, es cierto, y el asunto de Pujol pone de manifiesto hasta qué extremos llegó a campar a sus anchas la corrupción en este país en las décadas de los ochenta y noventa. Pero hablamos, en todo caso, de asuntos que vienen del pasado, lo cual implica que en los últimos años nuestros dirigentes se han tomado más en serio el poner freno a la corrupción, y si al final la Justicia actúa, aunque sea lenta, eso pone de manifiesto que a pesar de las grietas del sistema el Estado de Derecho funciona y nadie, o casi nadie, se escapa del largo brazo de la ley.

La entrada en prisión del expresidente balear y exministro de Medio Ambiente con el Gobierno de Aznar, Jaume Matas, y la confesión del expresidente de la Generalitat, Jordi Pujol, sobre sus fraudes con la Hacienda Pública, han vuelto a poner en primera línea informativa la corrupción política, si es que había dejado de estarlo alguna vez.

Jordi Pujol Luis Bárcenas Caso Gürtel