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¡Pablo Iglesias que no estás en los cielos!
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Federico Quevedo

Dos Palabras

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¡Pablo Iglesias que no estás en los cielos!

Y si el sentido común vuelve a dominar las intenciones electorales de la gente, no creo que lo estés tampoco en el futuro, salvo que para

Foto: Pablo Iglesias, secretario general de Podemos (Gtres)
Pablo Iglesias, secretario general de Podemos (Gtres)

Y si el sentido común vuelve a dominar las intenciones electorales de la gente, no creo que lo estés tampoco en el futuro, salvo que para ti el futuro pase por pudrirte en un escaño de la oposición, cosa que no veo a medio plazo porque tú –lo tienes muy claro– aspiras a lo máximo. Lo bueno que tienen las democracias es que los cielos no se toman al asalto, sino por la gracia de la voluntad popular, y aunque las encuestas digan hoy que tu proyecto bolivariano aspira a convertirse en fuerza mayoritaria, tu y yo sabemos que eso va a ser prácticamente imposible y que una cosa es contestar a la pregunta de un encuestador y otra bien distinta depositar un voto en una urna a sabiendas de que uno se lo juega todo a esa carta.

Verás, lo peor de vuestra aventura, lo que la hace más odiosa a los ojos de quienes la vemos con auténtica preocupación –sí, no me importa reconocerlo, me preocupa la posibilidad de que lleguéis a tener alguna cuota de poder, por pequeña que esta sea–, es que os habéis aprovechado del dolor y el sufrimiento de muchísima gente, habéis instrumentalizado un clima generalizado de razonable indignación, para poner en marcha una operación de derribo de todo lo que durante casi cuarenta años ha significado uno de los periodos más largos de paz –con la obvia excepción del totalitarismo fascista de tus amigos del País Vasco– y democracia que haya vivido este país.

Nadie niega que hay muchas cosas que corregir y que cambiar, pero una cosa es mejorar lo que hasta ahora ha servido como marco de convivencia y otra bien distinta conducirnos a un escenario de enfrentamientos como no conocíamos en este país desde hace décadas: no hay candados en la Constitución española, símbolo de la concordia y la generosidad de millones de españoles, concordia y generosidad que desde luego no forman parte ni de tu lenguaje, ni de tu trayectoria, ni del equipaje ideológico que te acompaña… No hay candados, te decía, porque la propia Constitución es en sí misma un candado: el candado con el que se cerró la puerta a cuarenta años de dictadura, de ausencia de libertad, de falta de democracia, de persecución y de violación de los derechos humanos.

Tú sabes lo que es eso, porque es exactamente lo mismo que ocurre hoy en día en la Venezuela chavista de la que habéis obtenido cuantiosos ingresos que han financiado vuestra aventura política en España… Hace poco un periódico cubano os definía como chavistas y aplaudía vuestros éxitos electorales… Es lo que sois, y ese chavismo de corte fascista es una seña de identidad de la que comprendo que abjuréis en público porque con esa tarjeta de presentación es difícil ganarse a la mayoría del país.

Pero no podéis evitar que os lo recordemos. Dan igual las campañas de linchamiento con las que nos obsequiéis a los periodistas que no os lamemos el culo ni os reímos las gracias como hacen otros por las mañanas, porque de una u otra manera seguiremos denunciado vuestros engaños y vuestras mentiras, seguiremos recordando que sois tan casta como la casta que denunciáis, y que sois tan proclives a la corrupción que sin haber destapado el tarro de sus esencias ya habéis podido probar las mieles de su tentación.

Lo que nos proponéis a los españoles no es más que una vuelta al pasado, una retrospección histórica a los orígenes del leninismo, eso sí, muy bien disfrazada como producto de marketing en un momento propicio y oportuno para los experimentos rupturistas. Pero os guste o no, queráis o no, algunos vamos a poner todo nuestro empeño en defender no a la casta ni al sistema, sino todo aquello que nos ha permitido construir un marco inigualable de convivencia pacífica y libre.

Es por eso, Pablo, no por nada personal aunque podría y tú sabes muy bien por qué… Es porque la libertad es un bien demasiado preciado como para perderlo a manos de un grupo de profesores, núcleo duro de esa llamada casta universitaria absolutamente endogámica, opaca y sectaria, que se proponen como alternativa a una clase política que en su inmensa mayoría está ahí por un compromiso real de servicio público y no por una desmedida ambición de poder, como os ocurre a vosotros. Os quejáis de que os hemos puesto bajo la lupa pero… ¿qué esperabais? Esta es la virtud de una democracia, y más en momentos como este: la transparencia se exige a todos, pero más que a nadie a quienes han hecho bandera de ella retando a los demás. Dicho de otro modo: habéis puesto el listón, y ahora os toca mediros por él, tanto si os gusta, como si no.

Y si el sentido común vuelve a dominar las intenciones electorales de la gente, no creo que lo estés tampoco en el futuro, salvo que para ti el futuro pase por pudrirte en un escaño de la oposición, cosa que no veo a medio plazo porque tú –lo tienes muy claro– aspiras a lo máximo. Lo bueno que tienen las democracias es que los cielos no se toman al asalto, sino por la gracia de la voluntad popular, y aunque las encuestas digan hoy que tu proyecto bolivariano aspira a convertirse en fuerza mayoritaria, tu y yo sabemos que eso va a ser prácticamente imposible y que una cosa es contestar a la pregunta de un encuestador y otra bien distinta depositar un voto en una urna a sabiendas de que uno se lo juega todo a esa carta.

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