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El año en que ‘Podemos’ cambiar peligrosamente…
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Federico Quevedo

Dos Palabras

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El año en que ‘Podemos’ cambiar peligrosamente…

Termina 2014 con una noticia que va a ser sin duda fundamental para analizar lo que pase en el año que comienza: el 25 de enero

Foto: El secretario general de Podemos, Pablo Iglesias (i), y el líder de Syriza, Alexis Tsipras. (Reuters)
El secretario general de Podemos, Pablo Iglesias (i), y el líder de Syriza, Alexis Tsipras. (Reuters)

Termina 2014 con una noticia que va a ser sin duda fundamental para analizar lo que pase en el año que comienza: el 25 de enero habrá elecciones generales en Grecia, y según las encuestas el partido más votado podría ser Syriza, el hermano heleno de Podemos que, sin embargo, no se pone careta y admite ser lo que es. Syriza es un partido de extrema izquierda, leninista, con recetas tan antiguas como su propia ideología pero que se han puesto de moda en unas circunstancias extremas que han contribuido a crear el caldo de cultivo apropiado para su propagación.

La primera reacción de casi todos ha sido afirmar rotundamente que España no es Grecia. Cierto. Nada de lo que ha pasado en Grecia es comparable a lo que ha pasado en España, salvo por una cuestión fundamental que está en el origen del surgimiento de los nuevos populismos-fascismos de izquierdas: el cabreo, y perdón pero así es como hay que identificarlo, de la gente. Sean griegos o españoles, o franceses, los ciudadanos están cabreados y su desahogo se materializa votando a partidos extremos antisistema, de un lado y del otro del arco parlamentario que para el caso es lo mismo: Podemos y el Frente Nacional francés votan más veces juntos que separados en la Cámara europea.

El caso es que dentro de unas pocas semanas Syriza podría ser el partido más votado en Grecia e, incluso, llegar al poder. En un interesante artículo publicado ayer, titulado "La democracia frente al miedo", Pablo Iglesias animaba al líder del partido griego, Alex Tsipras, con su habitual retórica antisistema. Pero casi al final del artículo, Iglesias afirmaba que “Alexis sabe como nosotros que ganar las elecciones no es tomar el poder y que el margen de acción en el actual e ineludible marco de la Unión es pequeño”. Se trata de una crítica –de profundo calado leninista– al modelo de expresión de la voluntad popular que los países occidentales han protegido durante décadas.

Otro Alexis (de Tocqueville) ya alertaba hace dos siglos de derivas como la de Iglesias: “La voluntad nacional es una de las palabras de las que los intrigantes de todos los tiempos y los déspotas de todas las edades han abusado más. Los unos vieron en ella la expresión de los sufragios comprados por algunos agentes del poder y los otros en los votos de una minoría interesada o temerosa”. Pero la democracia liberal tiene sus reglas: “El pueblo participa en la composición de las leyes por la selección de los legisladores, en su aplicación por la elección de los agentes del poder ejecutivo…”.

Reglas que Pablo Iglesias y los suyos estarían dispuestos a cambiar para acabar imponiendo un modelo de democracia asamblearia controlada por un poder incuestionable que detentaría él. Eso es lo que nos espera si, como parece que dicen las encuestas, el nuevo fascismo de izquierdas acaba ocupando el poder. Será interesante, en ese sentido, la experiencia griega, que puede servir de antídoto o de vacuna en la medida en la que, si Syriza logra gobernar, lo que allí ocurra será observado con lupa desde aquí, y puede hacer cambiar de opinión a mucha gente que hoy, ilusamente, cree que Podemos es el bálsamo de Fierabrás que va a curar todos los males.

Sin duda alguna –sería ridículo negarlo–, Podemos ha sido la noticia más importante del año que nos deja en España, y es probable que lo sea también del año que comienza. Los partidos tradicionales, esos sobre los que ha descansado durante mucho tiempo la salvaguarda de un sistema que ahora se demuestra necesitado de muchos cambios, no han sido capaces de responder con acierto a las demandas de los ciudadanos, porque probablemente tantos años de encumbramiento los han alejado de la realidad y han perdido la virtud de la empatía.

Pero eso no es una razón suficiente para tirarlo todo por la borda y abandonarse en manos de un populista sinvergüenza, muy hábil a la hora de engañar a todo el mundo con su discurso construido pieza por pieza para ejercer de flautista de Hamelín del desencanto. Sin duda 2015 va a ser un año trascendental para nosotros, en el que nos va a tocar elegir entre lo malo y lo peor, en el que solo nos queda la esperanza de que los representantes de lo malo sean capaces de una vez por todas de comprender que solo de su humildad nacerá una democracia más fortalecida. Porque de la soberbia y la vanidad de los representantes de lo peor solo cabe esperar la revancha que destila el amargo sabor de su discurso.

Termina 2014 con una noticia que va a ser sin duda fundamental para analizar lo que pase en el año que comienza: el 25 de enero habrá elecciones generales en Grecia, y según las encuestas el partido más votado podría ser Syriza, el hermano heleno de Podemos que, sin embargo, no se pone careta y admite ser lo que es. Syriza es un partido de extrema izquierda, leninista, con recetas tan antiguas como su propia ideología pero que se han puesto de moda en unas circunstancias extremas que han contribuido a crear el caldo de cultivo apropiado para su propagación.