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El día que Sánchez le regaló su escaño a Pablo Iglesias
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Federico Quevedo

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El día que Sánchez le regaló su escaño a Pablo Iglesias

El verdadero ganador gracias a la incomparecencia de Pedro Sánchez estaba fuera, y a este paso se va a convertir en realidad la amenaza de que acabe siendo la segunda fuerza política del Parlamento

Foto: Detalle del escaño del líder del PSOE, Pedro Sánchez, en la sesión de tarde del vigésimo quinto debate del estado de la nación. EFE/Ballesteros
Detalle del escaño del líder del PSOE, Pedro Sánchez, en la sesión de tarde del vigésimo quinto debate del estado de la nación. EFE/Ballesteros

Siempre que se celebra un debate del estado de la nación a los periodistas se nos pregunta por nuestra valoración en el fondo y en la forma de los dos principales líderes políticos, es decir, el presidente del Gobierno y el líder de la oposición. Y, por supuesto, se nos pide que designemos a un ganador. Ayer, Pedro Sánchez (PSOE) y Mariano Rajoy (PP) se jugaban mucho, porque este debate es el último que se celebra en esta legislatura y tiene lugar a menos de un mes de las elecciones andaluzas, a tres meses de las municipales y autonómicas, y a ocho o nueve meses de las generales.

Es decir, que por delante se presenta un calendario electoral especialmente intenso en un momento político crucial para este país, crucial porque hay muchas cosas que pueden cambiar en esas convocatorias por lo que respecta al panorama político español. Por eso era especialmente interesante escuchar los discursos de ambos, así como sus réplicas. Mariano Rajoy sabe que su principal ‘herida’ electoral está en la abstención de una parte de los suyos, y por eso construyó su discurso de por la mañana sobre la base de dos ejes: el primero, el reconocimiento del esfuerzo realizado para llegar hasta aquí y el vaticinio de un escenario prometedor en un futuro que ya está aquí y, el segundo, el anuncio de nuevas medidas de corte social que vendrán a paliar la situación difícil que todavía hoy están pasando muchas familias españolas.

Lo que hizo Rajoy fue adelantar su programa electoral, consciente de que necesita sacar a sus votantes de sus casas, para lo cual no dudó tampoco en recurrir a la amenaza del populismo que viene de la mano de Pablo Iglesias y Podemos. De hecho, Iglesias se convirtió en el convidado ausente del debate, porque Rajoy, que no citó a Bárcenas en ningún momento, no dudó sin embargo en citarle a él y varias veces.

Le tocó el turno, por la tarde a Pedro Sánchez. Teniendo en cuenta lo que se jugaba, cualquiera esperaba bastante más del discurso del líder de la oposición. Es verdad que el debate del estado de la nación no está pensado para que los partidos de la oposición hagan propuestas, sino para que evalúen la acción de Gobierno, pero teniendo en cuenta que se trataba del último debate en un año marcadamente electoral, era lógico pensar que Sánchez, además de la crítica al Gobierno, se presentaría como alternativa a las políticas del PP con un programa mínimamente estructurado.

Pues no. Ese espacio se lo ha regalado Pedro Sánchez a Pablo Iglesias que, supongo, lo aprovechará hoy en su turno de intervención desde el Círculo de Bellas Artes de Madrid, donde ha convocado a los suyos, a la prensa y a muchos simpatizantes dispuestos a escucharle. ¿Por qué perdió esa oportunidad el líder del PSOE? No lo sé… Mal asesorado, o quizás es que, efectivamente, le viene grande… El caso es que teniendo en su mano la oportunidad de dirigirse a su electorado y ofrecerle una alternativa, lo que hizo fue intentar ocupar el espacio de crítica que ocupa Podemos, pero con el agravante de que Pedro Sánchez no puede ejercer de podemita porque su partido está dentro del sistema, forma parte del mismo, y tiene tanta corrupción en sus filas como la que denuncia en los bancos del contrario…

Y al menos mientras Chaves y Griñán sigan en sus escaños cualquier recurso en su discurso a la corrupción del contrario resulta falso, y en ese punto chocó con un correoso Rajoy que no estaba dispuesto a que nadie le llamara ni a él, ni a los suyos, sinvergüenzas. A Rajoy le faltó ese componente de autocrítica, de humildad y arrepentimiento que uno espera de los grandes hombres, pero quizás es que a nuestros políticos les pedimos demasiado…

El debate, sin duda, lo ganó él, en el fondo –fue el único que hizo propuestas– y en la forma –en el cuerpo a cuerpo es difícil noquearle–, aunque el verdadero ganador gracias a la incomparecencia de Pedro Sánchez estaba fuera, y a este paso se va a convertir en realidad la amenaza de que acabe siendo segunda fuerza política del Parlamento y consiga ese sorpasso con el PSOE que llevan buscando desde que hace años ya idearon la fórmula para hacerse con la hegemonía de la izquierda: la misma que llevó a Hugo Chávez al poder.

Siempre que se celebra un debate del estado de la nación a los periodistas se nos pregunta por nuestra valoración en el fondo y en la forma de los dos principales líderes políticos, es decir, el presidente del Gobierno y el líder de la oposición. Y, por supuesto, se nos pide que designemos a un ganador. Ayer, Pedro Sánchez (PSOE) y Mariano Rajoy (PP) se jugaban mucho, porque este debate es el último que se celebra en esta legislatura y tiene lugar a menos de un mes de las elecciones andaluzas, a tres meses de las municipales y autonómicas, y a ocho o nueve meses de las generales.

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