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¿Es Gabriel Rufián un "gilipollas"?
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Federico Quevedo

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¿Es Gabriel Rufián un "gilipollas"?

El diputado no es ningún necio, sabe perfectamente lo que hace y lo que le interesaba en las preguntas dirigidas a De Alfonso era su guión, y cumplirlo según lo tenía estudiado

Foto: Gabriel Rufián en el pleno del Congreso de los diputados. (EFE)
Gabriel Rufián en el pleno del Congreso de los diputados. (EFE)

El pasado jueves durante la comparecencia del ex director de la Oficina Antifraude de Cataluña, Daniel de Alfonso, en la Comisión parlamentaria que investiga las escuchas al ex ministro del interior Jorge Fernández Díaz en su despacho, el portavoz adjunto de Esquerra Republicana de Catalunya, Gabriel Rufián, protagonizó uno de esos momentos parlamentarios memorables que producen auténtica vergüenza ajena.

Ya habrán visto la mayoría de ustedes el video –y si no seguro que mis compañeros son tan amables de adjuntar el link- por lo que me evito reproducir las lindezas que el ínclito le dedicó al compareciente, pero al termino de su intervención, tras llamar “gangster” a De Alfonso y decirle que se verían en el infierno –¿eso es de Al Capone?-, algunos diputados no pudieron ocultar su malestar por lo que acababan de presenciar y en voz alta se dirigieron a Rufián llamándole “gilipollas”.

Pues bien, déjenme decirles que Gabriel Rufián no es ningún gilipollas, es decir, no es ningún necio, ni ningún estúpido. Sabe perfectamente lo que hace, por qué lo hace, y lo que quiere conseguir haciéndolo. Esa forma de matón de barrio está perfectamente estudiada y estratégicamente diseñada al detalle. Es un provocador, y eso requiere también una cierta inteligencia para saber en qué momento puede escenificar el guion para el que se ha estado preparando durante los días previos al momento elegido.

Porque esto es lo terrible: Gabriel Rufián, diputado en Cortes elegido por los ciudadanos con un sueldo bastante más que digno a final de mes, no está ahí para hacer el trabajo que debería hacer como tal, sino para su particular campaña de promoción. Iba a decir artística, pero ni siquiera eso. Lo cual no deja de ser una estafa, un engaño, una malversación de fondos públicos, un cohecho, una prevaricación y, en definitiva, una forma como cualquier otra de corrupción. Él cobra un dinero que sale de los impuestos de los ciudadanos para hacer un trabajo que no hace, en mi opinión. O sea, mientras come caliente deja huérfanos de representación a aquellos que le han votado y al resto de la ciudadanía ya que, en definitiva, una vez que son elegidos los señores diputados nos representan a todos.

A Rufián le importaba su papel, provocar la ira del compareciente y del resto de la sala, y ganarse el protagonismo de los medios y de las redes sociales

A Rufián le daba igual lo que pudiera contestarle en la comparecencia Daniel de Alfonso. De hecho, no le dejó contestar. Es más, ninguna de las preguntas tenía en realidad la intención de obtener aquello para lo que se supone que acude el compareciente: información. Eso le daba igual a Rufián. No le importaban los hechos, ni lo que se pudiera averiguar de la declaración del compareciente, a pesar de tratarse de una comisión de investigación. Le importaba su papel, su guión, y cumplirlo según lo tenía estudiado, terminar con su frase, provocar la ira del compareciente y del resto de la sala, y ganarse el protagonismo de los medios y de las redes sociales, aunque fuera para ponerle a caldo.

Pero lo que realmente demandan los ciudadanos es que Gabriel Rufián hiciera bien su trabajo y dirigiera a De Alfonso las preguntas oportunas para obtener de él la información precisa. Con la dureza que fuera necesaria, porque la cortesía parlamentaria no impide que las preguntas puedan ser incómodas, o duras. De hecho, otros portavoces demostraron que se puede ser educado y contundente. Soy consciente de que el propio Rufián y sus mercenarios se echarán encima de mí acusándome de defender a los que ellos dicen atacar… No es verdad, pero da igual, es su forma de ocultar la carencia de sentido común y necesario raciocinio que debe guiar la labor de un diputado, carencia que oculta detrás de ese estilo tabernario y chulesco que le caracteriza.

Todos, supongo, queremos saber qué pasó en ese despacho, qué había detrás de esas conversaciones, qué hay de cierto tras la sospecha de que existen redes de información interesada dentro de la policía y tras las cuales se ocultan los nombres de determinados agentes que empiezan a resultar demasiado conocidos… Pero lejos de ayudar a esclarecer todo eso, la intervención de Rufián solo sirvió para enturbiar y oscurecer aún más lo que no sabemos, lo cual lleva a preguntarse si realmente no será que detrás de esa mirada de 'perdonavidas' no se esconde un colaborador de los malos.

El pasado jueves durante la comparecencia del ex director de la Oficina Antifraude de Cataluña, Daniel de Alfonso, en la Comisión parlamentaria que investiga las escuchas al ex ministro del interior Jorge Fernández Díaz en su despacho, el portavoz adjunto de Esquerra Republicana de Catalunya, Gabriel Rufián, protagonizó uno de esos momentos parlamentarios memorables que producen auténtica vergüenza ajena.

Gabriel Rufián