Es noticia
Johnny Guitar y la política
  1. España
  2. Dramatis Personae
José Luis González Quirós

Dramatis Personae

Por

Johnny Guitar y la política

Una de las frases más citadas del rico acervo de los brillantes guiones del cine americano es lo que en Johnny Guitar (Nicholas Ray, 1954), le

Una de las frases más citadas del rico acervo de los brillantes guiones del cine americano es lo que en Johnny Guitar (Nicholas Ray, 1954), le dice la madura Vienna (Joan Crawford) a un jovencísimo Johnny Logan (Sterling Hayden) que se muestra excesivamente esquivo a los requerimientos de la dama: “Dime que me quieres aunque sea mentira”. Es difícil sintetizar mejor el tipo de engaño que la seducción está dispuesta a admitir, y eso es algo que los políticos saben perfectamente, aunque no hayan pasado nunca por un taller de narrativa.

Lo que ahora sucede es que los españoles estamos ahítos de una sobredosis de mentiras más o menos líricas, de intentos de arreglar los desastres a base de metáforas huecas; en consecuencia, el nuevo Gobierno parece haber optado por hacer estrictamente lo contrario, a la espera de que el público sepa apreciar semejante muestra de honradez. Asistimos así a una escena, tan repetida como sorprendente, que consiste, más o menos en lo siguiente: algún gurú o autoridad global hace una previsión pesimista, sobra decirlo, sobre nuestro inmediato futuro, e, inmediatamente, alguien, a veces el propio señor Rajoy, se apresura a relativizar el pronóstico asegurando que se queda corto. Como rasgo de honradez es sobresaliente, pero difícilmente podría ponerse como ejemplo de habilidad política.

Los presidentes no nacen aprendidos y, además, la herencia recibida es particularmente nefasta, pero los españoles ya están al cabo de la calle de lo que han dado de sí las metáforas y las alegrías, y no necesitan que nadie les recuerde lo negro que es el panorama, porque lo experimentan día a día en sus sufridas espaldas. El papel del presidente debe de experimentar más pronto que tarde una transformación que de pie a alguna esperanza, sin que resulte imprescindible que se pierda el tiempo aclarando, una y otra vez, que el Gobierno no posee el bálsamo de Fierabrás. El Gobierno, y en especial su presidente, necesitan encontrar una melodía que vaya modulando una esperanza exigente, que sepa pasar del sufrimiento, al sacrificio, y del sacrifico a la promesa del bienestar y de un cierto gozo. Hacer esto y hacerlo bien, implica que el Gobierno se convierta en una orquesta, y que se pongan todos a tocar idéntica partitura, con instrumentos muy dispares y con distinto tiempos.

Los españoles estamos ahítos de una sobredosis de mentiras más o menos líricas, de intentos de arreglar los desastres a base de metáforas huecas

Hay ministros que tienen que pelear muy duro con el día a día, como Agricultura, Industria, Empleo o Interior, otros que han de estar más en la estrategia de fondo, sin confundir los ideales con la administración, sin tolerar que el europeísmo, por poner un ejemplo, nos arruine la cosecha de tomates, y otros que apenas tienen gestión, como Sanidad o Educación, y que deberían dedicar su tiempo a estudiar muy a fondo lo que haya que hacer con esos dos grandísimos sumideros de fondos públicos cuya gestión es de una eficacia harto discutible. El presidente tiene que estar en otra parte, haciendo pedagogía política, sin entrar en el día a día, y estableciendo un panorama político que los españoles puedan comprender para que todos podamos asumir nuestra cuota, nada pequeña, de medicina amarga, y, además de desempeñar ese liderazgo, debe hacer que el partido cumpla sus funciones adecuadamente, sin delegar indebidamente un menester tan esencial.

España es una Nación no porque lo diga la Constitución, sino porque, minuto a minuto lo demuestran sus dolencias, la coherencia de sus males… y de sus remedios. Poner en juego las energías de esta enorme y vieja realidad, cansada de pasarlo mal, de no tener esperanza, es el verdadero oficio del líder, la razón por la que tantos millones de españoles le han votado y por la que otros muchos han dejado de votar a los suyosLa responsabilidad del presidente reside en encarnar un relato que pueda ser comprendido y compartido, un proyecto de futuro, una invitación a colaborar, a asumir un papel, a esforzarse denodadamente por una expectativa, posible, deseable y asumida.

Los españoles ya saben que no se puede seguir viviendo del maná, que deberán esforzarse, echarle valor e imaginación, y necesitan un director de orquesta para que se ponga en marcha el efecto colectivo que hace posible los milagros, pues no es otra cosa el que una realidad débil y amenazada, que  propende a la ruina y al desmán, consiga salir adelante con orden, con tesón y con valor. Y eso necesita cierta dosis de poesía, no se arregla con índices ni con tantos por ciento. Basta pues de señalar lo que estuvo mal, lo difícil que va a ser arreglarlo. Necesitamos que alguien nos diga que nos quiere, que cree en España y en los españoles, en nuestras ganas de salir adelante, de prosperar y de construir una sociedad más decente, más digna, más competitiva. El cínico tenderá a pensar que eso es mentira, pero la gente sabe muy bien que esa clase de estímulos son un recordatorio de que nadie va a regalarnos nada, pero también de que no estamos dispuestos a renunciar a lo que alguna vez soñamos. 

Una de las frases más citadas del rico acervo de los brillantes guiones del cine americano es lo que en Johnny Guitar (Nicholas Ray, 1954), le dice la madura Vienna (Joan Crawford) a un jovencísimo Johnny Logan (Sterling Hayden) que se muestra excesivamente esquivo a los requerimientos de la dama: “Dime que me quieres aunque sea mentira”. Es difícil sintetizar mejor el tipo de engaño que la seducción está dispuesta a admitir, y eso es algo que los políticos saben perfectamente, aunque no hayan pasado nunca por un taller de narrativa.