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Los partidos en su torre ebúrnea
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José Luis González Quirós

Dramatis Personae

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Los partidos en su torre ebúrnea

Bertrand Russell afirma en su Autobiografía que no creía que adherirse a un partido implicara el abandono forzoso del uso de la razón, pero es que

Bertrand Russell afirma en su Autobiografía que no creía que adherirse a un partido implicara el abandono forzoso del uso de la razón, pero es que el Lord inglés era una persona muy amiga de los distingos. Entre nosotros, apuntarse a un partido suele concluir en algo bastante parecido a la famosa cabeza parlante que espantaba  a Don Quijote y que tenía “propiedad y virtud de responder a cuantas cosas al oído le preguntaren”, salvo los viernes, aunque entonces todavía no se celebraba Consejo de Ministros.

Doña Elena Valenciano y la mercadotecnia  

En unas declaraciones perfectamente espontáneas y nada arriscadas, sin el agobio de esos legendarios periodistas siempre dispuestos a dejar mal a los políticos, doña Elena Valenciano explicó el secreteo que se trae la dirección del PSOE con el peregrino argumento de que tampoco las grandes marcas, como Coca Cola, El Corte Inglés o Nestlé, le cuentan al público lo que están tramando, presumiblemente para mejor sorprenderle. Es una comparación insuperablemente transparente: no hay duda de que doña Elena, tan desenvuelta, cree a píes juntillas que los españoles tenemos que pensar en los partidos como pensamos en las tiendas, limitarnos a pagar la mercancía y sin reclamar, que es muy molesto. Lo malo de esta idea es que no tiene nada que ver con la Constitución ni con el menor adarme  de democracia, pero, a cambio, nos ha dicho, por una vez, la verdad de lo que piensa: que la política es cosa de ella y de Rubalcaba, poco más. Los ciudadanos a votar sin preocuparse porque la organización ya se encarga de todo.

No toca hablar de Madina 

La concepción de doña Elena Valenciano es un poquito más moderna que la que puso en circulación don Jordi Pujol, siempre más orgánico, con aquello de que “Avui aixó no toca”, o sea que (casi) nunca tocaba hablar de lo que se le preguntaba. A eso se le llama “marcar los tiempos” y es algo que encanta a nuestros líderes. Dicho de otro modo,  se trata de enseñar a los periodistas a marcar el paso de la oca, para que aprendan a no meterse donde no les llaman. Dígase lo que se diga, los políticos siempre están dispuestos a aprender, y esa estrategia del líder catalán ha hecho fortuna mesetaria y vascongada. Esa gran promesa que, por lo visto, es el señor Madina, repitió, eso sí con mucha amabilidad, la monserga pujolina unas veinte veces, hasta que los periodistas se enteraron de que no tocaba hablar de si Madina tiene proyecto de futuro, o piensa seguir viviendo de las rentas.

Todo esto tiene un cierto lado sadomasoquista, la verdad. No se sabe lo que piensa el PSOE, porque se está preparando en la cocina de Valenciano & Rubalcaba, y la cosa parece estar todavía un poco cruda, de manera que se saca al escaparate lo del cambio en el cartel, pero los afectados dicen que no toca. Paciencia, pues, pero no dejen de mirar a la cámara, por si sale el pajarito.

Cospedal en Shangai 

Me habían advertido de la gira oriental de doña María Dolores, pero no acababa de creerlo, porque reconozco que, sin buenas razones para ello, tengo una idea bastante cicatera de la capacidad de la señora Cospedal, quien, según dicen, mereció una posición muy digna, casi la trigésima de su promoción, en las siempre reñidas oposiciones a la Abogacía del Estado. Pese a sus innegables méritos,  no lograba adivinar qué se le podría haber perdido a una señora tan ocupada en lugares como Shangai y Pekín, muy remotos aunque, sin duda, de gran importancia. Leídas las crónicas españolas, mi ignorancia del chino me ha impedido acudir a las fuentes locales, que debieron ser abundantísimas, he comprendido el caso. Al parecer ha firmado un protocolo de colaboración entre el Partido Comunista chino y el PP, cosa que no puede dejar de subrayarse en un momento en que los populares necesitan, y con urgencia, una dosis adicional de disciplina, porque sus congresos todavía no son comparables en orden y en armonía con la legendaria eficacia del Partido Comunista chino.

El doble cargo que ostenta la señora Cospedal le ha permitido a alguien un sustancioso ahorro, porque ha aprovechado para estrechar las relaciones entre Castilla la Mancha y la República Popular china donde, al parecer, han interesado mucho las ideas de la presidenta manchega. Me encanta que los políticos piensen a lo grande, sobre todo cuando se dedican a aliviar la pesada carga del Ministro de Exteriores, un poco reacio a los aviones.

El asalto al Congreso y la prudencia de los Diputados 

Los grandes acontecimientos de la historia no suelen figurar previamente en la agenda, pero siempre puede haber excepciones y las fuerzas del orden, dicho sea en un sentido muy genérico, anunciaban grandes riesgos para el pasado día 25. ¡Un asalto al Congreso, nada menos! Una vez pasado el apuro, hay que decir, como pudiera haberlo hecho Nelson, que cada cual ha sabido cumplir con su deber y todo debe quedarse en parabienes, que es lo que pasa cuando se tiene sentido de la anticipación y cintura, como Zapatero recomendaba.  Para empezar, el Congreso ahuecó el ala, no sin que algunos de sus líderes advirtieran previamente que a ellos nadie les marca el calendario, una observación tan atinada como innecesaria, la verdad. 

Es admirable cómo algunos se las arreglan para armonizar la prudencia con la audacia. Tal vez hubieran oído una inteligente observación de Fernando Savater, otro filósofo y buen admirador de Russell, en un reportaje de la televisión de todos. Decía el filósofo, no sé en quién estaría pensando, que asumir que el mero paso del tiempo pueda resolver los problemas era tan absurdo como suponer que pudiera resolverlos el espacio. Imagino que esa analogía iluminó la mente de los estrategas del legislativo y decidieron poner tierra por medio ante la enorme amenaza, porque además era el día en que  se iban a conocer las cifras del paro y no resultaba conveniente que el anuncio de  asalto pudiese nublar la tensa atención que sus señorías prestan al delicado tema del empleo, algo que nunca se va de sus ajetreadas mentes, ni, menos aún, de las de sus jefes. 

Bertrand Russell afirma en su Autobiografía que no creía que adherirse a un partido implicara el abandono forzoso del uso de la razón, pero es que el Lord inglés era una persona muy amiga de los distingos. Entre nosotros, apuntarse a un partido suele concluir en algo bastante parecido a la famosa cabeza parlante que espantaba  a Don Quijote y que tenía “propiedad y virtud de responder a cuantas cosas al oído le preguntaren”, salvo los viernes, aunque entonces todavía no se celebraba Consejo de Ministros.