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A Dios rogando… en el PP colocan a Camps en la Embajada del Vaticano
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A Dios rogando… en el PP colocan a Camps en la Embajada del Vaticano

Tanto implorar al Altísimo a lo largo del juicio, tanto leer las aventuras y desventuras del Santo Job, tanto apelar a la Divina Providencia y la

Tanto implorar al Altísimo a lo largo del juicio, tanto leer las aventuras y desventuras del Santo Job, tanto apelar a la Divina Providencia y la totalidad de los santos celestiales, ángeles, arcángeles y querubines incluidos, tenía que tener algún resultado. No, no se trata de que la Justicia Divina se haya impuesto a la justicia humana, aunque cualquiera sabe, conociendo la querencia de Francisco Camps por la oración, cuanto más pública mejor -“¡Que sepa todo el mundo que Dios está de mi parte!”-, sino más bien de que sus rezos han podido ser escuchados. Sino en el cielo, sí al menos en la Moncloa, que no está tan alta pero también tiene cierta de capacidad para influir en el destino de la gente. En este caso, en el del ex presidente de la Generalitat valenciana para acercarle un poco más al Trono de Pedro. Eso sí, sin estirar la pata.

O sea, al Vaticano, donde Camps podrá recorrer los angostos vericuetos que conducen a la santidad. O, al menos, eso se piensa en el PP, porque lo que es evidente es que tras la sentencia del juicio, o del calvario según se mire, su resurrección ha planteado un problema con el que el PP no contaba. No puede volver a la política activa en la Comunidad Valenciana porque, incluso habiendo superado tan dura prueba, los escribas y fariseos le siguen teniendo en su punto de mira, y la sociedad valenciana no parece querer perdonarle sus pecados: el hombre no puede salir a la calle sin que le increpen y le insulten a la vuelta de cada esquina.

Una salida fuera, incluso fuera de España, parece la mejor opción. El único problema con el que cuenta Mariano Rajoy es que la Justicia no ha terminado de aclarar el asunto Gürtel en la Comunidad Valenciana y todavía queda pendiente otro sumario por la supuesta financiación ilegal del PPCV. Ahí no está imputado Camps, pero podría estarlo, y Rajoy deshoja la margarita consciente de que le traería problemas enviar de embajador frente al Santo Padre a un imputado por la justicia. Nadie duda de que Camps no tiene una fácil rehabilitación política en la Comunidad Valenciana y de que sólo será posible hacerlo cuanto más lejos, mejor. Y todos los caminos, ya se sabe, conducen a Roma.

Tanto implorar al Altísimo a lo largo del juicio, tanto leer las aventuras y desventuras del Santo Job, tanto apelar a la Divina Providencia y la totalidad de los santos celestiales, ángeles, arcángeles y querubines incluidos, tenía que tener algún resultado. No, no se trata de que la Justicia Divina se haya impuesto a la justicia humana, aunque cualquiera sabe, conociendo la querencia de Francisco Camps por la oración, cuanto más pública mejor -“¡Que sepa todo el mundo que Dios está de mi parte!”-, sino más bien de que sus rezos han podido ser escuchados. Sino en el cielo, sí al menos en la Moncloa, que no está tan alta pero también tiene cierta de capacidad para influir en el destino de la gente. En este caso, en el del ex presidente de la Generalitat valenciana para acercarle un poco más al Trono de Pedro. Eso sí, sin estirar la pata.

Francisco Camps