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Los viejos señores del ladrillo (Sanahuja) todavía pasan los veranos en un yate
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Los viejos señores del ladrillo (Sanahuja) todavía pasan los veranos en un yate

No hay mal que cien años dure, ni crisis económica que acabe con la fortuna personal de los señores del ladrillo. Lo saben muy bien algunos

No hay mal que cien años dure, ni crisis económica que acabe con la fortuna personal de los señores del ladrillo. Lo saben muy bien algunos de los próceres del negocio inmobiliario español que durante los años del boom se encaramaron a lo más alto de la lista Forbes. Aunque han desaparecido de la faz de la tierra empresarial, este verano ha sido posible verles disfrutar de algunas licencias estivales propias de su antigua condición de ricos.

Aunque apartados de la Costa Brava o de Mallorca, algunos integrantes de la familia Sanahuja (Sacresa / Metrovacesa) han disfrutado este agosto de los servicios de un imponente yate por las aguas de Cerdeña. Puede que los lujos del avión privado pasasen a mejor vida, y para volar hasta la isla italiana bien vale un vuelo en low cost, pero el buen gusto no desaparece y menos si el bolsillo es todavía capaz de costear las vacaciones a bordo de un señor barco.

Otros señores del ladrillo tuvieron que cortar de raíz estos caprichos de nuevos ricos. Francisco Hernando, El Pocero, el recordado creador de Seseña, tuvo que vender su majestuoso yate, un juguete que también se permitió durante los años de euforia el temperamental Rafael Santamaría (Reyal Urbis). Otras de aquellas estrellas, como Fernando Martín (Martinsa Fadesa), no dispusieron nunca de tantos oropeles, aunque no por ello evitaron deslumbrarse.

En cualquier caso, ejemplos como el protagonizado por los Sanahuja hacen pensar que los verdaderos perdedores con la crisis inmobiliaria han sido otros y no sus principales protagonistas, algunos de los cuales ganaron mucho dinero durante los años de bonanza. Tras cinco años desde el pinchazo de la burbuja, los bancos y cajas siguen digiriendo la inmensa bola de ladrillos existente en sus balances gracias al dinero público… es decir, a los contribuyentes.

No hay mal que cien años dure, ni crisis económica que acabe con la fortuna personal de los señores del ladrillo. Lo saben muy bien algunos de los próceres del negocio inmobiliario español que durante los años del boom se encaramaron a lo más alto de la lista Forbes. Aunque han desaparecido de la faz de la tierra empresarial, este verano ha sido posible verles disfrutar de algunas licencias estivales propias de su antigua condición de ricos.