Es noticia
"Cada vez que veo el Matadero en MasterChef me entra la risa. ¡Si no graban nada allí!"
  1. España
  2. El Confidente
El Confidencial

El Confidente

Por

"Cada vez que veo el Matadero en MasterChef me entra la risa. ¡Si no graban nada allí!"

Tenga usted o no el feo vicio de ver la televisión, habrá reparado en que los miércoles por la mañana se está haciendo habitual la conversación

Tenga usted o no el feo vicio de ver la televisión, habrá reparado en que los miércoles por la mañana se está haciendo habitual la conversación de cafelito sobre los últimos lances de MasterChef, el reality con aspiraciones gastronómicas de Televisión Española. El espacio, que arrancó como si nada, se ha convertido en las últimas semanas en un megahit, cosechando audiencias por encima del 20% y los 4 millones de telespectadores, unas cifras que para un concurso del Ente no se veían desde el Un, dos, tres.

Lo cierto es que Masterchef tiene su aquél, aunque el grueso del mérito hay que atribuírselo a BBC One, creadores de un formato que por estos lares clonamos con sumo cariño. Apunten la receta: pongan a una presentadora-bellezón sin peso específico, espolvoreen con un trío de cocineros con mala leche, añadan unas pizcas de concursantes Marca España (uno de aquí y el otro de allá, cada cual más hijo de su tierra que el anterior) y templen la mezcla con una realización sofisticada para tener un éxito a la hora de la cena. Tanto es así que muchos de sus elementos ya son iconos del pueblo: la competitividad de José David, el marujismo culinario de Maribel, las pasiones freudianas de José Manuel o las mordaces intervenciones del chef Pepe Rodríguez, de los que atizan a todo lo que se mueve, y, ay, del que no se mueva.

Y todo sucede en la nave 16 del espacio cultural Matadero de Madrid. Allí, un seto podado con el logotipo del programa despide cada martes a un desdichado concursante. Una especie de santoral que muta los ciudadanos en estrellas, funciona como bálsamo contra la crisis y espanta los grillos de las cuentas de Twitter de los implicados. Tanto es así que algún cultureta, entre exposición y muestra fotográfica, se deja caer por el pabellón, toma una foto y se la manda a la parienta. "¿Te suena, cari?", deben escribir en el mensaje.

Sin embargo hay quien desde RTVE defiende una curiosa versión. "Cada vez que veo el Matadero en MasterChef me entra la risa. ¡Si no graban nada allí! Todo se graba en los Estudios Buñuel, que es donde tiene montado el plató. Vamos, que yo he estado diez o doce veces y, a no ser que se doble el espacio-tiempo en sus pasillos, lo cual no descarto del todo, yo hace años que no paso por la zona de Delicias", comenta con sorna. Efectivamente el espacio deja claro, aunque solo visualmente, que la acción transcurre en el Matadero. Vamos, tan claro como que atraviesan la puerta de las cocinas y aparecen frente a la nave 16, aún cariacontecidos por el traumático camino que separa el reality de la realidad.

¿A qué viene entonces tan ridículo camelo? "Será que los exteriores de Buñuel les parecían feos, no lo sé. Desde luego el sitio elegante no es. Supongo que a los muchachos expulsados se los llevan hasta allí para grabar los 10 segundos de plano. ¡Ese viaje debe ser como atravesar el corredor de la muerte para los presos!", dice la fuente. Su versión viene corroborada por la propia información del Matadero, que hasta mediados de julio tiene programado el taller educativo 'Quién hace Europa' en la dichosa nave 16. Si ha visto alguna vez MasterChef convendrá con nuestro confidente en que no parece un escenario fácil de montar y desmontar en un par de horas.

"A mi no me extraña nada. Desde el principio el programa es la niña bonita de muchos en Televisión Española. Se hacen excepciones, se exprime a los técnicos... solo hay que ver cómo se ha tensado la cuerda legal que impide a TVE poner publicidad. ¿No hay publicidad en MasterChef? Lo que no hay es un plano en el que no se vea a un patrocinador cultural", exclama. No obstante, trabajadores del Ente reconocen que el resultado es muy positivo: "La elección de los presentadores es magnífica. Está el borde (Pepe Rodríguez), el técnico (Jordi Cruz) y la pragmática (Samantha Vallejo-Nájera). Han salido fenomenal, con presencia en pantalla, mucha complicidad y versatilidad para rendir en diferentes roles", explica un trabajador. "Y los concursantes. Fabián, Maribel, José David, Eva... todos le llegan a uno u otro espectador, es un casting perfecto", le secunda otro.

El casting misterioso

Ambos esbozan una sonrisilla cuando surge la palabra "casting". Después de insistir un poco sueltan prenda: "En Televisión Española hemos recibido muchas cartas quejándose del cásting de la Plaza de Oriente en Madrid. Se presentaron allí 500 personas y a muchos, según dicen, ni les miraron ni les probaron en plato. Coinciden todos en que había unos cuantos a los que las cámaras se les acercaban cada dos por tres. Ellos aseguran que los que más atención recibieron fueron después los elegidos. Se tiraron 6 horas cocinando a la fresca para nada. Tienen un cabreo tremendo".

De nuevo uno  completa el otro: "Se hicieron castings previos y de allí salieron los concursantes. De otra cosa no, pero de castings algo sé, y un grupo como el de MasterChef no te sale echando un ojo a un pelotón de combate. Esa elección tan redonda es fruto de muchas entrevistas. Pero esto es solo mi versión, la verdad solo la saben en los de la productora Shine Ibérica. Lo que sí le diría a la gente es que si buscan justicia, o una valoración objetiva, no vengan a buscarla a la tele. Aquí las cosas casi nunca son lo que parecen y, cuando lo son, desaparecen por falta de audiencia", concluye.

Tenga usted o no el feo vicio de ver la televisión, habrá reparado en que los miércoles por la mañana se está haciendo habitual la conversación de cafelito sobre los últimos lances de MasterChef, el reality con aspiraciones gastronómicas de Televisión Española. El espacio, que arrancó como si nada, se ha convertido en las últimas semanas en un megahit, cosechando audiencias por encima del 20% y los 4 millones de telespectadores, unas cifras que para un concurso del Ente no se veían desde el Un, dos, tres.