El rally mediático-social del nuevo ministro de Cultura

Desde que el pasado 25 de junio el presidente Rajoy le nombrase ministro de Educación, Cultura y Deportes en sustitución de José Ignacio Wert, el IX Barón de Claret -34 años dedicado a los asuntos europeos- está desarrollando un auténtico rally mediático-social que contrasta con las ausencias de su predecesor en la mencionada cartera ministerial.

Iñigo Méndez de Vigo (Tetuán, 1956) le ha cogido el gusto a esto de representar al Gobierno y a sí mismo. Está aprovechando sus días de vacaciones en la localidad malagueña de Marbella para entrar en contacto con personas que tienen que ver con su dicasterio. Por ejemplo, asiste a los conciertos de Starlite y despacha con el actor Imanol Arias y el cantante Alejandro Sanz, entre otros. Lo del IVA cultural, tema que persiguen obsesivamente los productores culturales, lo ha dejado claro: depende sólo y exclusivamente del ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, y en su caso, del presidente del consejo de ministros. “Haré todo lo que pueda, y si algo se puede conseguir…”.

Al día siguiente entrega premios a los ciclistas que participan en la Vuelta Ciclista a España, en su etapa inaugural (precisamente en Marbella) secundado por el alcalde socialista José Bernal.

Con fama de pijo, Méndez de Vigo se afana porque los pocos meses en los que tiene asegurado su puesto de ministro –si es que el PP no puede formar gobierno después de las elecciones- dejen alguna huella, trabajando el flanco más simpático del propio personaje.

En realidad, en este campo Wert se lo dejó fácil. Lo dicen, incluso, sus interlocutores nacionalistas catalanes. “Aunque no es diplomático de carrera (es letrado de las Cortes) se empeña en demostrar que no todos en el PP son iguales”.

El encargo especial que le hizo Mariano Rajoy cuando le ofreció la cartera fue que restableciese los contactos con todos los sectores propios del ministerio, esto es, la comunidad educativa, el siempre difícil mundo de la cultura para un partido de derechas en España y también con el cosmos deportivo al que tan sensible es el primer ministro. Méndez de Vigo empezó a practicar su política personal con sus propios compañeros de gabinete, con los que su predecesor no tenía precisamente buenas relaciones.