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Eurodiputados y farolas
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Juan Carlos Rodríguez Ibarra

En Nombre de la Rosa

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Eurodiputados y farolas

Hay semanas en las que resulta un tormento elegir el tema sobre el que opinar. Esta que termina ha sido una de ellas. Pero me detendré en El Papa Francisco

Foto: El Papa Francisco, durante su intervención ante el Parlamento Europeo. (Efe)
El Papa Francisco, durante su intervención ante el Parlamento Europeo. (Efe)

Hay semanas en las que resulta un tormento elegir el tema sobre el que opinar. Esta que termina ha sido una de ellas. Los temas iban desde el pequeño Nicolás, pasando por Cuba, por Rusia, por Paquistán, por Sidney, por el Fiscal General del Estado, por la Infanta Cristina, por la familia Pujol, por el cierre de la Google News española, por la Operación Neptuno, por el tren de Susana Díaz, hasta las ayudas de 460 euros para parados de larga duración. Me detendré en quien considero uno de los protagonistas de la semana: El Papa Francisco.

Contaban malhumorados algunos alcaldes que procuran mantener sus pueblos aseados y en perfecto estado de revista, que los ciudadanos sólo ven las farolas cuando sus bombillas están fundidas. Si en un paseo de un pueblo hay una hilera de veinte farolas a cada lado de la calle, el ciudadano sólo se fijará en la farola que está apagada, es decir, en aquella cuya bombilla se fugó cuando el ordenador que las enciende se puso en ON. Todas las demás farolas que se encuentran encendidas no llaman la atención de los paseantes, a pesar de que para que se vea que hay una apagada tiene que haber treinta y nueve encendidas.

El Confidencial del pasado 25 de noviembre decía que los seis eurodiputados de la Izquierda Plural (IU, Alternativa Galega de Esquerda e ICV) abandonaron el hemiciclo del Parlamento Europeo cuando el Papa tomó la palabra para protestar precisamente por la invitación que le hicieron en el Parlamento Europeo. "Nos hemos salido porque entendemos que esto es una institución pública y aquí no caben sermones religiosos", dijo a las puertas del hemiciclo la portavoz del grupo, Marina Albiol.

El Parlamento Europeo consta de 751 representantes. Con cierta frecuencia, los representantes de los Estados miembros, pero también los jefes de Estado de otros países que lo visitan, gozan del privilegio de poder dirigirse a los eurodiputados desde la tribuna de oradores si son invitados por la presidencia.

El Papa Francisco, en su condición de Jefe del Estado Vaticano, visitó el Parlamento e invitado por el Presidente, Sr. Schulz, se dirigió al plenario para lanzar el mensaje que el máximo representante de la Iglesia Católica quiso transmitir a la vieja Europa.

Los eurodiputados de la Izquierda Plural se salieron cuando comenzó su intervención. Ya saben lo de las farolas. Para que se viera a los seis que se fueron, era necesario que permanecieran en sus puestos los 745 restantes. Gracias a su espantada, ya sabemos de la existencia de esos eurodiputados de la Izquierda Plural; y lo sabemos no por lo que hayan podido brillar en sus intervenciones, sino porque se apagaron cuando el Parlamento Europeo encendió sus luces para recibir a un Jefe de Estado que, además, es el jefe de una Iglesia que, antes del Papa Francisco, se desgañitaba semana a semana indicándoles a sus fieles lo que se podía o no se podía hacer, y unos fieles que, cada vez que les interesaba, se convertían en infieles. Y es ahora, en el momento en el que en la máxima jerarquía de esa religión aparece alguien que parece tener confianza en sus fuerzas y en sus mensajes, cuando una parte de la izquierda española huye para no escuchar al que cambió el sermón de la vida privada por la denuncia de la vida pública.

“Esto es una institución pública y aquí no caben sermones religiosos”, fue el argumento que dieron los apagados para justificar su ausencia. Tal vez, si esos europarlamentarios no saben que la reina Isabel II de Inglaterra pronunció un discurso en el Parlamento Europeo el 12 de mayo de 1992 y, tal vez, tampoco sepan que la monarca británica, Isabel II, ostenta el título constitucional de Gobernadora Suprema de la Iglesia de Inglaterra. No se sabe si esos eurodiputados tendrán pensado fundir sus plomos para que se les volviera a ver, si el titular de la corona británica decidiera visitar de nuevo ese Parlamento en el que ellos brillan cuando abandonan su escaño.

Muchos republicanos, de los que perdieron la Guerra Civil española, hubieran dado uno de sus brazos durante la dictadura a cambio de que España hubiera podido formar parte de la Unión Europea y de las Instituciones que la conforman. Con el tiempo y el sacrificio que costó llegar al Parlamento, esos republicanos hubieran llorado viendo cómo algunos que se proclaman de izquierdas abandonan tan ricamente una sesión del añorado y deseado Parlamento Europeo.

No se sabe qué habrán dicho esos eurodiputados cuando hayan leído la información del miércoles pasado sobre Cuba y EEUU. Parece que a Raúl Castro y a Obama no les importó que en un asunto tan político como el que se traen entre manos haya metido sus sermones religiosos el actual Papa católico. ¡Qué ganas de confundir el hambre con las ganas de comer!

Hay semanas en las que resulta un tormento elegir el tema sobre el que opinar. Esta que termina ha sido una de ellas. Los temas iban desde el pequeño Nicolás, pasando por Cuba, por Rusia, por Paquistán, por Sidney, por el Fiscal General del Estado, por la Infanta Cristina, por la familia Pujol, por el cierre de la Google News española, por la Operación Neptuno, por el tren de Susana Díaz, hasta las ayudas de 460 euros para parados de larga duración. Me detendré en quien considero uno de los protagonistas de la semana: El Papa Francisco.

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