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Ni milito ni militaré
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Juan Carlos Rodríguez Ibarra

En Nombre de la Rosa

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Ni milito ni militaré

Nadie está obligado a militar en un partido, pero resultaría aleccionador saber sus razones. No creo que nadie quisiera ser Papa sin haber sido bautizado. Ningún fiel le daría su voto a semejante arrogante

Foto: Mitin del PSOE en una foto de archivo. (Efe)
Mitin del PSOE en una foto de archivo. (Efe)

Ha ocurrido en Madrid, pero podría haber ocurrido en cualquier otra parte del territorio nacional. En ocasiones, los partidos políticos sienten la tentación de dejar en casa a militantes destacados o desconocidos que, durante años, han realizado el esfuerzo de comprometerse con unas siglas, que no con una ideología que seguramente compartían hacía más tiempo, contribuyendo al mantenimiento, desarrollo y prestigio de la organización en la que decidieron militar.

Uno puede ser forofo del Real Madrid, del Sevilla o del Barça, defender esos colores y comprar una entrada para acudir, de tarde en tarde, al estadio correspondiente cada vez que le guste el partido que va a jugar su equipo favorito, mientras que otros acuden cada domingo al campo, paga su abono, vayan o no vayan, y mantiene con su dinero y su compromiso al club de sus amores. De igual forma ocurre con los partidos políticos.

Ya sabemos que no son sólo socialistas o liberales aquellos que militan, pagando sus cuotas y aceptando sus estatutos, en el PSOE o en el PP. Ya sabemos que hay gente que proclama muy alto, desde su prepotencia intelectual, que ellos no militan en ningún partido político, porque serían incapaces de aceptar algún tipo de disciplina impuesta. Siempre he pensado que los que eso arguyen no dicen la verdad porque en la vida la disciplina preside buena parte de nuestro quehacer cotidiano ¿O no es disciplina la que te obliga ir a trabajar cada día a una hora determinada? ¿Por qué se acepta la disciplina del jefe y no la de un partido? ¿Porque el primero paga y el segundo no?

Sospecho que quienes, desde una posición intelectual, rechazan aceptar disciplinas partidarias es porque, si militaran en un partido político, su actitud sería la de obediencia gregaria. Quienes tengan en su mente un proyecto bien elaborado, si se plantearan afiliarse a una organización, lo último en que pensarían sería en obedecer las consignas que otros impusieran. Si tuvieran madera de liderazgo y algo que aportar verdaderamente importante, serían ellos los que impondrían el entusiasmo y la disciplina a los demás mediante la convicción, la razón y la ilusión.

Sospecho que quienes rechazan aceptar disciplinas partidarias es porque, si militaran en un partido político, su actitud sería la de obediencia gregaria

 Aquellos que no quieren militar en partidos políticos por no tener que obedecer no parece que se hayan planteado nunca la posibilidad de dirigir, coordinar, liderar, en definitiva. En obedecer sólo se piensa cuando no se tiene ni una idea ni un proyecto que llevarse a la boca. Porque quienes están seguros de sus ideas, lo primero que hacen es buscar un instrumento y compañía para intentar llevarlas adelante. Si alguien tiene en su cabeza una buena historia, lo que intentará será buscarse un teclado para llevar esa historia al papel o a la pantalla del ordenador. Si alguien supiera cómo se acaba con el cáncer, buscaría un laboratorio para desarrollar allí su propuesta. Si alguien tiene claro qué habría que hacer para mejorar sustancialmente la economía, la educación, la sanidad, para reducir la discriminación del tipo que sea, etc., lo primero que intentaría sería buscar un partido político donde poder articular sus recetas y conseguir que esas propuestas se convirtieran en leyes que permitieran avanzar en el sentido deseado.

Si se tienen ideas, carácter y ganas de alterar el sentido de las cosas y de las personas, lo que nadie pregunta es a quién se ha de obedecer, sino con cuánta gente se podrá contar para llevar adelante el proyecto o las ideas que se quieren defender. Claro que para mandar no son necesarios los codos sino la cabeza y el corazón. Para no ser mandado y para no tener que obedecer es necesario conocer el mundo en que uno se mueve, saber distinguir unas cosas de otras y poder establecer las combinaciones entre ellas para que el mundo cambie en la dirección de la libertad, la justicia, la igualdad y la solidaridad. Quien sabe hacer todas esas cosas no tiene miedo a obedecer sino a equivocarse liderando, dirigiendo y coordinando.

Y seguramente esa sea la causa de la obnubilación que, de cuando en cuando, ciega las entendederas de los dirigentes de las organizaciones políticas; oyen hablar en privado a algunos de los que no militarían nunca en un partido para no aceptar disciplinas y piensan que han descubierto al ejemplar que va a sacar a esa organización de la imagen tosca, que de vez en cuando, se ofrece por los de casa. Aparece, entonces, eso que la prensa denomina el “fichaje estrella”.

Nadie está obligado a militar en un partido, pero resultaría aleccionador saber las razones de quienes no militan o de aquellos que declaran que no militarán nunca. La Iglesia Católica, que lleva ya siglos eligiendo a sus dirigentes, jamás nombra obispo a alguien que no esté bautizado. No creo que nadie quisiera ser Papa de la Iglesia Católica, Apostólica y Romana declarando que no está bautizado ni se bautizará nunca. Por supuesto, ningún fiel le daría su voto a semejante arrogante.

Ha ocurrido en Madrid, pero podría haber ocurrido en cualquier otra parte del territorio nacional. En ocasiones, los partidos políticos sienten la tentación de dejar en casa a militantes destacados o desconocidos que, durante años, han realizado el esfuerzo de comprometerse con unas siglas, que no con una ideología que seguramente compartían hacía más tiempo, contribuyendo al mantenimiento, desarrollo y prestigio de la organización en la que decidieron militar.

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