Es noticia
Menos bancos: ¿con qué dinero?
  1. España
  2. Facturas Pendientes
Pilar García de la Granja

Facturas Pendientes

Por
Pilar García de la Granja

Menos bancos: ¿con qué dinero?

Fue allá por 2007, viviendo en Estados Unidos, cuando el actual director general de la Caixa, Juan María Nin, me explicó que en España el sector

Fue allá por 2007, viviendo en Estados Unidos, cuando el actual director general de la Caixa, Juan María Nin, me explicó que en España el sector bancario había crecido de forma desmesurada, en algunos casos creando una burbuja y que se tenía que reducir en, al menos, un 30% de forma rápida si no queríamos tener un “susto”. En aquel momento todavía no había estallado Lehman Brothers, pero había síntomas en la economía estadounidense que invitaban a pensar en un estallido de las hipotecas subprime. Nin estaba preocupado con la expansión territorial y el endeudamiento, y creía entonces que era posible un proceso de reestructuración del sector en España de forma ordenada que amortiguase una “gran crisis”.  


O nadie le escuchó o nadie le hizo caso, porque estamos en 2013 y seguimos a cuestas con el proceso de reestructuración y recapitalización bancaria en España. Ha hecho falta la práctica quiebra de la mitad del sistema financiero -el de las cajas- y que bancos pequeños y medianos pasaran por un sinfín de dificultades para asimilar lo obvio: ni teníamos el mejor sistema financiero del mundo, ni el más solvente, ni el más eficiente. De hecho, una vez estallada la crisis crediticia global, cada mes que ha pasado en España los activos han perdido valor, los balances de los bancos se han deteriorado, y la solución era más dolorosa. Del 30% de reducción del sector bancario que pensaba Nin a finales del 2007, hemos pasado a que el presidente del BBVA, Francisco González, estime que “en dos o tres años habrá en España seis o siete bancos españoles”. Es decir, que aún veremos más fusiones, absorciones y adquisiciones en los próximos meses. Habremos pasado de prácticamente cuarenta instituciones de crédito en 2007 a seis o siete en 2015. Un proceso de jibarización del sector bancario sin precedentes en nuestro país. Ni en la crisis de los 90 hubo tal cantidad de operaciones. 


Ha hecho falta la práctica quiebra de la mitad del sistema financiero -el de las cajas- y que bancos pequeños y medianos pasaran por un sinfín de dificultades para asimilar lo obvio: ni el mejor sistema financiero del mundo, ni el más solvente, ni el más eficienteLa cuestión ahora es cómo se finiquita el proceso. El Gobierno de España se ha comprometido a que las necesidades adicionales de la banca no superen los 100.000 millones de euros. A estos hay que sumar los “prestados” vía FROB desde el año 2009, cuando se inició el proceso de reestructuración. Hasta ahora estamos viendo que todas las instituciones que compran cajas o bancos en mala situación no sólo no ponen ni un duro, sino que les garantizan el pasivo y encima les recompran los 'activos tóxicos' para incluirlos en la Sareb. Quizá sería interesante que, cuando alguien compre un banco, compre también su deuda o, en caso contrario, permitan que el precio caiga hasta donde el mercado esté dispuesto a pagar, ¿no creen? 


En este aspecto es muy interesante la reflexión del profesor Benito Arruñada cuando afirma que el salvamento de las entidades financieras puede ser doble, porque “si rescatas una caja, rescatas a sus acreedores una vez, si rescatas a sus deudores habrás de rescatar a la caja y a sus acreedores por segunda vez”. De seguir con esta política de financiar el salvamento de la banca con recursos públicos, y evitando de forma consciente la entrada de competencia extranjera al proceso, las entidades financieras debieran modificar de forma sustancial, para empezar, su aplicación de la ley hipotecaria. En los rescates financieros también estamos “rescatando” deuda de empresas, de algunos negocios, quebrados, pero que “hay que salvar porque son demasiado grandes, o demasiado importantes”.  

Es cierto que es falso que en España se haya desahuciado a 400.000 familias de sus primeras viviendas (tal y como demuestra  el periodista Santiago González en un articulo titulado “Ada Colau, si us plau”), pero no es menos cierto que, aunque cueste dos veces, no es de recibo desahuciar a familias que sencillamente no han podido, o sabido, reaccionar al tsunami de la crisis. Se ha de cambiar la ley hipotecaria con el riesgo claro que ello supone, y es que el precio del dinero para acceder a una vivienda será mas caro. Es evidente: no todo el mundo podrá tener una vivienda con un crédito barato a 40 años. Ni tan siquiera un crédito barato a 30 años. No señor, volveremos a lo de nuestros abuelos y nuestros padres, volveremos a ahorrar la famosa 'entrada' para el piso, y serán créditos hipotecarios con un tipo de interés altísimo y a 15 años. En realidad, hoy en día, con los tipos de interés del BCE prácticamente en el 1%, muy poca gente accede ya a un crédito 'barato' para comprar una vivienda. Nunca el precio del dinero fue tan bajo, los precios de las viviendas tan baratos, y más difícil comprar una casa: ¿por qué? 


En este proceso que aún nos queda por delante, si el presidente del BBVA tiene razón, conviene que se acierte en las entidades compradoras, que se estimule el crédito, que no se ahogue a más empresas, que se apueste por las personas. A mí me da la sensación de que los agujeros del cinturón también se acaban, y se acabarán en la paciencia infinita que están mostrando los ciudadanos con la banca. Las instituciones financieras o reaccionan ya, o el populismo izquierdista de Ada Colau prenderá aún mas. Si los bancos no son capaces de hacer políticas sociales y explicarse, será muy difícil que otros lo hagan por ellos. Si seguimos financiando el salvamento de la banca vía fusiones, pensando que el personal no se entera, el error tendrá difícil arreglo.

Fue allá por 2007, viviendo en Estados Unidos, cuando el actual director general de la Caixa, Juan María Nin, me explicó que en España el sector bancario había crecido de forma desmesurada, en algunos casos creando una burbuja y que se tenía que reducir en, al menos, un 30% de forma rápida si no queríamos tener un “susto”. En aquel momento todavía no había estallado Lehman Brothers, pero había síntomas en la economía estadounidense que invitaban a pensar en un estallido de las hipotecas subprime. Nin estaba preocupado con la expansión territorial y el endeudamiento, y creía entonces que era posible un proceso de reestructuración del sector en España de forma ordenada que amortiguase una “gran crisis”.