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Nostalgia socialista de Jacques Delors
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Gonzalo López Alba

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Nostalgia socialista de Jacques Delors

La estrategia del PSOE de convertir los comicios europeos del 25 de mayo en la palanca de su recuperación electoral tropieza con un triple escollo: la

Foto: Jacques Delors.
Jacques Delors.

La estrategia del PSOE de convertir los comicios europeos del 25 de mayo en la palanca de su recuperación electoral tropieza con un triple escollo: la carencia de una alternativa contrastada para salir de la crisis económica, la falta de un referente de liderazgo y el hecho de que, si la Unión Europea fuera un país que solicita el ingreso en la Unión Europea, sería rechazado por incumplir sus parámetros democráticos.

El programa común con el que los socialdemócratas europeos concurrirán a estas elecciones incorpora algunos elementos que pueden representar un paso adelante en la construcción europea, como la presentación de un candidato único para presidir la Comisión Europea. Una novedad significativa porque en 2004 el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero apoyó la designación del conservador portugués José Manuel Durao Barroso, confiando más en la afinidad geográfica que en la ideológica.

Entre los socialistas existe nostalgia de Jacques Delors, que presidió la Comisión Europea entre 1985 y 1995, mandato durante el cual se aprobó el Tratado de Maastricht, que alumbró la Unión Europea. Delors –que, paradojas de la historia, ahora que está a vueltas con la unión bancaria, había sido funcionario del Banco de Francia– no sólo era un europeísta convencido y un incansable promotor de iniciativas, sino que además era francés, con lo que contribuía a mantener vivo el viejo equilibrio galo-germano. Para cubrir el vacío que dejó, en distintos momentos se barajaron los nombres de otros pesos pesados, como Felipe González y Tony Blair, pero, por distintos motivos, sus nombramientos no llegaron a cuajar. Ahora, los socialistas europeos han elegido como candidato común a Martin Schultz, presidente de la Eurocámara.

La izquierda ‘líquida’

Además, el proceso que los socialistas intentaron vender como una suerte de primarias europeas ya nació viciado porque, en lugar de competición, sólo hubo entronización del alemán –para poder competir era necesario contar con el apoyo de al menos seis de los partidos inscritos en el Partido Socialista Europeo–. Que haya sido así no sólo pone de manifiesto la hegemonía europea de Alemania, sino que también subraya el fracaso de la Francia gobernada por François Hollande, que ha pasado de ser la gran esperanza de los socialistas europeos a la gran decepción. Dieciocho meses después de su elección, no sólo es el presidente más impopular de la República gala, sino que ha arriado la bandera de una política alternativa para combatir la crisis.

Mientras que la izquierda navega en un pensamiento líquido, que diría Zygmunt Bauman, la alianza entre los intereses financieros, los poderes tecnócratas y los políticos de cortas miras hace que, en la práctica, el único partido con una dimensión auténticamente europea sea la famosa ‘troika’, que ha conseguido anular a los poderes democráticos implantado una plutocracia, la hegemonía del poder económico sobre el poder político, que relega a partidos y Gobiernos a un papel de actores secundarios.

La falta de un referente de liderazgo y el fracaso de Hollande lastran las expectativas de la izquierda

Así las cosas, también la llamada izquierda alternativa, aunque le reproche su “funcionalismo” –la tesis de que cualquier avance en la unión económica sería buena para la unión política–, reconoce que la izquierda europea no ha vuelto a tener un proyecto propio desde la marcha de Delors. Si la izquierda mayoritaria tiene un problema de alternativa y liderazgo, la llamada izquierda alternativa empieza tropezando en su división. El Partido de la Izquierda Europea, en el que participa Izquierda Unida, intenta superarlo con la promoción como candidato común del griego Alexis Tsipras, pero los verdes y otros grupos tienen previsto hacer sus propias apuestas.

Para evitar la fuga de votos por este flanco, los socialistas incidirán en la estrategia habitual de afirmar que sólo hay “dos opciones”: los dos grandes bloques de la Eurocámara, los populares (35,9% de los votos en 2009) y los socialistas (25,3%). El resto es un arcoíris del que forman parte, entre otros, populistas, euroescépticos, liberales, verdes y ultraderechistas.

Una apuesta de riesgo

La tercera pata de la estrategia de campaña del PSOE será enfatizar que, cada vez más, las cosas importantes se deciden en Europa y que su Parlamento tendrá más competencias de las que nunca haya tenido hasta ahora. Es un arma de doble filo porque justifica la más que probable presencia en la lista de su vicesecretaria general, Elena Valenciano, una opción reforzada por la europeización de la controversia en torno a la contrarreforma sobre el aborto. El envés de esta apuesta es el riesgo de que cunda la impresión de que en el barco que pilota Rubalcaba comienza la desbandada a la espera de que, con las primarias de noviembre, llegue un nuevo timonel. Con permiso de Rubalcaba.

La estrategia del PSOE de convertir los comicios europeos del 25 de mayo en la palanca de su recuperación electoral tropieza con un triple escollo: la carencia de una alternativa contrastada para salir de la crisis económica, la falta de un referente de liderazgo y el hecho de que, si la Unión Europea fuera un país que solicita el ingreso en la Unión Europea, sería rechazado por incumplir sus parámetros democráticos.

Unión Europea Alfredo Pérez Rubalcaba