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La mayor engañifa de la historia
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Gonzalo López Alba

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La mayor engañifa de la historia

Un relato económico diferente: 'Austeridad. Historia de una idea peligrosa' (Crítica). Mark Blyth desmonta el mito de la austeridad como solución a la crisis

Por fin un relato económico diferente: Austeridad. Historia de una idea peligrosa (Crítica). El economista escocés Mark Blyth desmonta en este libro el mito de la austeridad como solución a la crisis y el mito previo de la “orgía de gasto público” -salvo en el caso acreditado de Grecia- como causa sin la que no podría justificarse lo que no duda en calificar de “la mayor táctica engañosa en la historia de la economía moderna” o “la mayor engañifa en la historia de la humanidad”, que atribuye a “un variopinto grupo formado por líderes empresariales, banqueros y, paradójicamente, más de un político europeo”.

Tras analizar una quincena de casos de políticas de austeridad aplicadas en países de distintos continentes en diferentes épocas históricas, concluye que la austeridad “no funciona, si por “no funcionar” entendemos que a través de ella no se consigue ni la reducción de la deuda ni el fomento del crecimiento económico”. Se pregunta entonces: “¿Cómo es que se continúa aplicando esa política de austeridad cuando todo lo que genera es desempleo y destrucción del producto interior bruto?”

Su respuesta es de marcado contenido ideológico:“Las ideologías sólidas funcionan por la doble razón de que no sólo son inmunes a los hechos empíricos, sino que las pruebas contrarias sirven en realidad para fortalecerlas. En concreto, el liberalismo ha adquirido la costumbre de insistir, cada vez que sus políticas cosechan un fracaso, en que la culpa ha de atribuirse al país que trató de aplicarlas, pero no, en ningún caso, a las políticas mismas. Esta es la razón de que nos digan que los griegos son unos perezosos, pese a que trabajen alrededor de seiscientas horas más al año que los alemanes”.

El economista Mark Blyth desmonta el mito del gasto público como origen de la crisis y el de la austeridad, como solución

Blyth explica que la ideología ultraliberal dominante ha logrado convertir “la política del endeudamiento en un relato moral, en un prontuario ético que nos ha llevado a transferir el peso de la responsabilidad, haciéndolo pasar de las espaldas de los bancos a los hombros del Estado. La austeridad es la penitencia -el virtuoso padecimiento que ha de venir tras la inmoral orgía-, aunque con un pequeño matiz: el de que no se trata de una dieta de penalidades que todos debamos compartir. Fueron muy pocos los invitados a la fiesta, pero ahora se nos exige pagar la factura a todos”.

A su juicio, “la actual crisis es, antes que nada, una crisis del sector privado”, una crisis generada por “un abuso del crédito por parte del sector privado”, pero su coste “ha tenido que ser asumido por el sector público, es decir, por usted y por mí”, poniendo en peligro la prosperidad de todos.

Desmontando mitos

Blyth sostiene que la llamada crisis de la deuda soberana, como los ortodoxos llaman a la “tercera fase” de la crisis financiera que estalló en 2007, no es otra cosa que la misma crisis perfectamente camuflada para endosar a otros su coste: “Lo que ha empezado siendo una crisis bancaria no es en último término otra cosa que una crisis bancaria, por mucho que pase por las arcas estatales. Sin embargo, padecemos una política destinada a dar la impresión de que todo esto es culpa de los estados a fin de que los verdaderos responsables de la quiebra no tengan que pagarla. La austeridad no es solamente el coste asumido de salvar a los bancos. Es un coste que los bancos pretenden endosar a otros”. El autor apunta que el coste derivado del rescate, la recapitalización y el empleo de otros medios para salvar del hundimiento al sistema bancario mundial se sitúa, en función del modo de echar las cuentas, entre tres y trece billones de dólares (se remite a Better Markets, The cost of the Wall Street caused financial collapse and on going economic crisis is more than $12,8 trillion)

El economista escocés advierte de que “(…) la mayoría de los debates relacionados con el endeudamiento gubernamental y con las medidas que habría que tomar al respecto no sólo confunden y tergiversan la causa y el efecto, sino que adoptan también la forma de un planteamiento moral en el que la “buena austeridad”, enfrentada al “pernicioso derroche”, podría llevarnos a iniciar un período presidido por la adopción de una serie de recortes presupuestarios totalmente contraproducentes”.

No puede resultar más desalentador, para la izquierda política y para los perdedores de la crisis, que Manuel Valls se haya estrenado como primer ministro de Francia, el único país con capacidad potencial para promover un cambio en la política europea, asumiendo como propia de la socialdemocracia la conclusión de que “hemos vivido por encima de nuestra posibilidades”

En este sentido no puede resultar más desalentador, para la izquierda política y para los perdedores de la crisis, que Manuel Valls se haya estrenado como primer ministro de Francia, el único país con capacidad potencial para promover un cambio en la política europea, asumiendo como propia de la socialdemocracia la conclusión de que “hemos vivido por encima de nuestra posibilidades”. ¿Quién se acuerda hoy de que Hollande fue un día la esperanza blanca de la izquierda europea?

En el arranque de la campaña para las elecciones al Parlamento europeo, su brazo ejecutor ha echado otro cuarto a espadas a la bancarrota de los políticos y, en particular, de la socialdemocracia europea, impotente para generar una alternativa a lo que, a juicio de Blynth, es “la más honda raíz causal de la crisis”: “las teorías elaboradas por una generación de pensadores económicos que siempre ha considerado que los mercados son buenos y el estado malo” (lo cual nos vuelve a colocar frente a un análisis de la economía entendida al modo de un relato moral), pues “la crisis fue una crisis de la hoja de instrucciones por la que se había vendo rigiendo el sistema en los últimos treinta años”, una hoja de instrucciones concebida para mantener al estado lo más lejos posible de los procesos propios del mercado.

La solución, a su juicio, “debería pasar por lograr un incremento del crecimiento, no por un recorte de la cuantía de la deuda”. Y, frente al argumento moral de que se trata de no dejar a las generaciones venideras con una carga de deuda insoportable, se adelanta a advertir de que “todo ahorro que pudiera derivarse hoy de la aplicación de una política de reducción del gasto podría quedar simplemente desbaratado mañana, presentándolo como una nueva forma de reducir impuestos, con lo que las generaciones futuras no obtendrían el más mínimo beneficio”.

La situación de España

En su prólogo a la edición española, Blyth subraya que tras haber perdido el país en torno a un 20% de su PIB desde 2008, y aunque los salarios hayan experimentado una caída superior al 7% desde 2010, las cifras de paro apenas han variado, de modo que un recorte salarial del 10%, como ha planteado el Fondo Monetario Internacional, solo produciría un incremento del empleo del 1,2.Y alerta de que “exprimir a los pobres no solo no va a producir ingresos suficientes como para enderezar las cosas, sino que está llamado a alumbrar una sociedad todavía más polarizada y politizada”.

Por fin un relato económico diferente: Austeridad. Historia de una idea peligrosa (Crítica). El economista escocés Mark Blyth desmonta en este libro el mito de la austeridad como solución a la crisis y el mito previo de la “orgía de gasto público” -salvo en el caso acreditado de Grecia- como causa sin la que no podría justificarse lo que no duda en calificar de “la mayor táctica engañosa en la historia de la economía moderna” o “la mayor engañifa en la historia de la humanidad”, que atribuye a “un variopinto grupo formado por líderes empresariales, banqueros y, paradójicamente, más de un político europeo”.

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