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La ‘Operación Triunfo’ del PSOE: ‘Marmitaco’ contra ‘West Point’
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Gonzalo López Alba

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La ‘Operación Triunfo’ del PSOE: ‘Marmitaco’ contra ‘West Point’

Aunque la Operación Triunfo del PSOE arranca con muchos aspirantes a la secretaría general, sólo dos parecen llamados a ser finalistas: Madina y Sánchez

Foto: Eduardo Madina, junto al busto de Ramón Rubial. (EFE)
Eduardo Madina, junto al busto de Ramón Rubial. (EFE)

Aunque la Operación Triunfo del PSOE arranca con muchos aspirantes a la Secretaría General –hasta siete se han preinscrito–, animados a proliferar por el campo libre que ha dejado el descarte de Susana Díaz –cuando ya todos creían que se postularía–, sólo dos parecen llamados a ser los finalistas: Eduardo Madina y Pedro Sánchez, dos diputados de la generación de los años 70 –como la baronesa andaluza–, pero criado el uno en el marmitaco del socialismo vasco y salido el otro de la West Point socialista, como se conoce en el argot familiar a la escuela Jaime Vera, dedicada a la formación de cuadros.

Madina, que parte como favorito, quiso poner en valor sus orígenes al dar este viernes el “sí, quiero” ante el busto que, en el pasillo principal del Senado, recuerda a Ramón Rubial, un referente ético, de concordia y humildad para todos los socialistas, de los que fue presidente entre 1979 y 1999, cuando falleció. A “las enseñanzas” de Rubial, que militaba en su misma agrupación local de un barrio de Bilbao, y a las “de otros muchos compañeros del socialismo vasco”, se remitió continuamente Madina, que hizo su aprendizaje político en los años del plomo, al lado de dirigentes como José María Benegas, Ramón Jáuregui, Patxi López o Javier Rojo.

El paso atrás dado por el exlehendakari ha propiciado la recomposición de “la cuadrilla” que se vio deteriorada por la posibilidad de un duelo entre dos vascos, aunque quien acompañó a Madina el viernes fue Bernardino León, secretario general de la Presidencia del Gobierno con José Luis Rodríguez Zapatero, un gesto que vino a decir que, aunque el expresidente se pasó al bando de los susanistas después de haberle animado durante años a postularse, otros se han mantenido a su lado y el zapaterismo forma ya parte del pasado. Coser heridas es una de las prioridades que se ha marcado.

Madina, que se sometió a una rueda de prensa, evitó hacer una exposición completa del proyecto en el que viene trabajando desde hace meses con varios equipos sectoriales y que irá desgranando en los próximos días. Se limitó a dar unos trazos gruesos sobre el “tiempo nuevo” que propugna para su partido, recuperando “la vocación de construir mayorías”, y para España, a la que propone aplicar un “shock de modernidad” que contribuya a la recuperación económica y la creación de empleo. En el espinoso debate sobre república o monarquía, se atuvo al manual y recordó que “el PSOE siempre ha sido un productor de consensos sociales que generen convivencia”.

Un día antes, el jueves, el paso adelante lo había dado Pedro Sánchez, que para la confirmación de su candidatura eligió una casa del pueblo de Alcorcón (Madrid) con el propósito de asociar desde el primer momento su candidatura a las bases. Sánchez, que se coló de rondón en la competición abierta por la sucesión de Alfredo Pérez Rubalcaba, había sido hasta ahora el menos favorecido entre “los de West Point”, denominación bajo la que se engloba a un grupo de jóvenes cachorros del difunto zapaterismo que coincidieron en unos cursos de la escuela de cuadros del PSOE y fueron reclutados para la maquinaria de Ferraz por José Blanco. Hasta la fecha, los que más habían descollado eran Óscar López, secretario de Organización, y Antonio Hernando, secretario de Política Autonómica.

Sánchez, que ha fichado de jefe de campaña a un inmortal de la federación madrileña, José Cepeda, procedente del guerrismo, y de jefe de prensa a José Luis Fernández Chunda, que fue la sombra de José Bono hasta su abandono de la política, se postuló con guiños a Susana Díaz y, como ella, dijo que no quiere ser el “adalid de un cambio generacional”, sino el “promotor de la alianza entre generaciones”. Subrayando su condición de economista, defendió como imprescindible afrontar una “transición económica” hacia un modelo productivo más innovador. Y, en la controversia sobre monarquía o república, al igual que Madina se atuvo a lo pactado en el PSOE, defendiendo una reforma federal de la Constitución, pero sin mentar el espinoso dilema.

Consciente de que Madina parte como favorito, lo retó desde el minuto uno a un debate. Y el retado aceptó, pero englobando a Sánchez en el mismo saco que a otros aspirantes. Los avales –9.874– harán la criba.

Los retos de un partido menguante

Sea quien sea el elegido por los militantes, la tarea que le aguarda es titánica. El PSOE es una casa en la que cada día se derrumba una viga o cae una pared, y sólo la suite andaluza parece construida a prueba de terremotos. El nuevo secretario general tendrá que refundar el PSOE sin cambiar las siglas y aplicar abundantes suturas porque, a la ruptura que se produjo en el congreso de Sevilla, se añadirán las heridas que deje este proceso, cargado desde antes de empezar de conspiraciones, traiciones y desengaños.

España es un caso singular porque, aunque el declive del bipartidismo es un fenómeno generalizado en toda Europa, “no hay ningún lugar donde los dos principales partidos pierdan apoyos al mismo tiempo”, según subraya el Informe sobre la Democracia en España 2014, elaborado por la Fundación Alternativas, cuyo laboratorio de ideas dirige la socióloga Belén Barreiro.

En este informe, hecho antes de las elecciones europeas del 25 de mayo, se señala que el PSOE “ha perdido votantes en todos los grupos sociodemográficos e ideológicos que componen su electorado tradicional”. Así, en su electorado más próximo, la izquierda, ha pasado de un 49,1% en intención directa de voto en noviembre de 2011 a un 26,4% en octubre de 2013, y descensos similares se observan en el resto de los grupos.

Además, el PSOE no ha conseguido que la pléyade de propuestas que aprobó en su Conferencia Política se perciba como un proyecto y el ánimo general entre los ciudadanos es que no tienen ninguna capacidad de influencia sobre el Gobierno, lo que alimenta su distanciamiento de los partidos, al menos de los tradicionales. Pero, según un trabajo de Pablo Fernández-Vázquez que se cita en el informe de Alternativas, “el cambio de líder es muy relevante a la hora de entender por qué la ciudadanía está dispuesta a creer un cambio de oferta política”.

El cambio en el PSOE ha empezado por los procedimientos y no es baladí. La elección directa por los militantes puede fomentar los liderazgos cesaristas, pero reduce el margen de maniobra con el que operan las familias y facciones en los congresos de delegados.

Aunque la Operación Triunfo del PSOE arranca con muchos aspirantes a la Secretaría General –hasta siete se han preinscrito–, animados a proliferar por el campo libre que ha dejado el descarte de Susana Díaz –cuando ya todos creían que se postularía–, sólo dos parecen llamados a ser los finalistas: Eduardo Madina y Pedro Sánchez, dos diputados de la generación de los años 70 –como la baronesa andaluza–, pero criado el uno en el marmitaco del socialismo vasco y salido el otro de la West Point socialista, como se conoce en el argot familiar a la escuela Jaime Vera, dedicada a la formación de cuadros.

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