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Temor en el PSOE a unas primarias fallidas
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Gonzalo López Alba

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Temor en el PSOE a unas primarias fallidas

El PSOE encara la recta final para la sucesión de Rubalcaba en un clima marcado con carácter general por la incertidumbre sobre quién tomará su testigo

Foto: Susana Díaz, esta semana, durante una visita al Servicio Andaluz de Teleasistencia. (EFE)
Susana Díaz, esta semana, durante una visita al Servicio Andaluz de Teleasistencia. (EFE)

El PSOE encara la recta final para la sucesión de Alfredo Pérez Rubalcaba en un clima marcado con carácter general por la incertidumbre sobre quién tomará su testigo y, en la vida interna del partido, por fuertes –aunque soterradas– tensiones internas que, a una semana para la votación del próximo domingo, giran en torno al nivel de participación y al día después, que podrían dar lugar a unas primarias fallidas.

La movilización de los militantes se ha convertido en la principal inquietud y caballo de batalla. En torno a ella pivota la confrontación entre los dirigentes territoriales que discurre en paralelo a la competición por la secretaría general que se disputan Pedro Sánchez y Eduardo Madina, con José Antonio Pérez Tapias como tercero en discordia. Si la participación se limitara al 50% de sus casi 200.000 militantes –en las de 1998, que enfrentaron a Joaquín Almunia y José Borrell, fue del 54,18%–, aunque el ganador obtuviera la mitad de los votos emitidos, supondría que el nuevo secretario general habría llegado al cargo con el respaldo real de tan sólo el 25% de la militancia y eso se traduciría en que, de entrada, únicamente se le reconocería la categoría de un primus inter pares de carácter transitorio.

En este marco de incertidumbre, algunos dirigentes temen que el proceso resulte fallido y convierta al secretario general en prisionero de Susana Díaz. En que así sea hay barones interesados, todos los que ven peligrar su candidatura en las elecciones autonómicas de 2015 si tienen que someterse a un proceso de primarias abiertas, e incluso su cargo orgánico si han de pasar por unas primarias cerradas, como las del día 13. Y también, según deslizan sus detractores, la presidenta de Andalucía, una imputación que, tenga o fundamento o no, es en sí misma claramente indicativa del referido clima de soterrada tensión interna.

Un secretario general con escaso respaldo de los militantes reforzaría la capacidad de influencia de la federación andaluza en el posterior congreso de delegados que, los días 26 y 27, elegirá oficialmente al nuevo líder y determinará la composición de la Ejecutiva. Y los aparatos territoriales, de igual forma que han demostrado su importancia a la hora de recoger avales, la tienen también para movilizar –o no movilizar– a los militantes en la votación, de modo que el día después la participación se escrutará con lupa por federaciones.

Por todo ello, y teniendo en cuenta que los planteamientos programáticos de los candidatos sólo ofrecen matices –formalmente están obligados a atenerse a los aprobados en su última Conferencia Política–, podría ser muy clarificador para los llamados a votar que los candidatos anticiparan en su debate del lunes –aunque no cabe esperar que así sea– quiénes serían los puntales de sus equipos si ganan: por ejemplo, sus secretarios de organización y sus portavoces parlamentarios.

Primarias ‘versus’ cuotas territoriales

En contra de este anticipo, se alega que formalmente la composición de la futura Ejecutiva depende de la correlación de fuerzas que se establezca en el posterior congreso y de los tradicionales equilibrios territoriales, pero sí es así el proceso resultará fallido porque, en teoría, las primarias se hacen para acabar con el sistema de cuotas territoriales y de representación indirecta de los barones en su “gobierno de coalición” con Ferraz. Y, en todo caso, ese condicionante no afecta a la figura del portavoz parlamentario, que elegirá el secretario general.

Los equipos de los candidatos consideran prematuro anticipar nombres, por las razones apuntadas y porque presumiblemente la secretaría de Organización será reclamada por Andalucía, pero en las filas sanchistas se habla –sin ninguna confirmación, ni siquiera oficiosa–- de Antonio Hernando, que ya peleó por ese puesto en el congreso de Sevilla, y de José Cepeda, coordinador de su campaña; y en las madinistas, de Ignacio Sánchez-Amor, exsecretario general de Mérida y coordinador orgánico de su candidatura, y de la diputada gallega Laura Seara.

Otra clarificación importante, y esta es seguro que se pedirá en el debate del lunes, es el calendario para las primarias presidenciales, a las que los que van a ser candidatos municipales otorgan más importancia porque quieren concurrir con el paraguas no sólo de un nuevo secretario general, sino, sobre todo, de “un referente social”. Madina se ha comprometido a convocarlas con la fecha ya aprobada –finales de noviembre–, mientras que Sánchez se muestra ambiguo, lo que da pábulo a la creencia de que ha pactado con Susana Díaz posponerlas hasta las cercanías de las elecciones generaleso, incluso, no convocarlas.

Dado que los liderazgos sólo se consolidan con los éxitos electorales, un mal resultado en los comicios municipales en toda España, salvo en Andalucía, reforzaría el poder fáctico de Susana Díaz y volvería a dar alas a la posibilidad de su desembarco en la política nacional a corto plazo. Sin embargo, lo más probable es que, aunque perdiendo votos, el PSOE recupere poder local porque en 2011 quedó arrasado. Y, si finalmente el PP impone su mayoría absoluta para que sean nombrados alcaldes los cabezas de la lista más votada, seguramente provocará un efecto reactivo que dará lugar a que la tradicional estrategia de alianzas de las izquierdas en el nivel municipal se traslade, en perjuicio del PP, al plano autonómico.

El PSOE, visto “con los ojos de los demás”

La situación en la que el PSOE lleva ya años inmerso presenta interesantes paralelismos con el proceso de hundimiento del Partido Liberal de Canadá -gobernante durante la mayor parte de la historia de este país-, según el relato que de su fracasado intento por reflotarlo entre 2008 y 2011 ha hecho Michael Ignatieff (Fuego y cenizas, Taurus), el outsider al que los que él llama “los hombres de Negro” –aquí podrían ser “los hombres de Blanco”– recurrieron para revitalizarlo.

Los tres candidatos del PSOE se han postulado para, entre otras cosas y con diferentes grados de intensidad, cambiar la cultura del partido con el objetivo de adaptarla al cambio de era que empezó con la crisis financiera, pero ese cambio empieza por “vernos a nosotros mismos a través de los ojos de los demás”, según advirtió Ignatieff en su experiencia, desde la que subraya como causa primordial del declive de su partido que “había perdido la capacidad de reclutar a los mejores”.

Hasta ahora, el contraste entre los candidatos se ha concentrado en sus potencialidades de liderazgo, faceta que los teóricos identifican como clave para el ejercicio exitoso de la política, pero cuyo predominio mediático posterga otro aspecto no menos importante: los equipos. “Vernos a nosotros mismos a través de los ojos de los demás” implica reconocer, por ejemplo, que, como señala el profesor José Luis Álvarez (Los presidentes españoles, LID), “las elecciones de 2011 reflejaron la descalificación rotunda por el electorado del PSOE como partido con suficientes cuadros preparados para una gestión eficaz del país”.

Hubo un tiempo en el PSOE, el de la primera mitad de los mandatos de Felipe González, en el que “los mejores” se acercaban a este partido para ofrecer sus ideas y el partido procuraba reclutarlos, pero de eso hace ya mucho tiempo y no sólo porque, como dice Alfonso Guerra, “los mejores” ya no acuden a la política. Ha ocurrido también porque los hiperliderazgos mezclan mal con el debate colectivo que entrañan los equipos y, sobre todo, porque las organizaciones políticas, no sólo el PSOE, cayeron en manos de los proteínicos, aquellos que encontraron en la política un ecosistema de vida que, para su preservación, exige que esté habitado por una población reducida, que en el caso del PSOE es reclutada básicamente a través de la “escuela de prácticas” de las Juventudes Socialistas, lo que se traduce en demasiada gente haciendo ‘política’ y muy poca pensando en soluciones para resolver los problemas de la gente.

Partidos y votantes, en universos paralelos

Ignatieff explica el hundimiento del Partido Liberal de Canadá en términos perfectamente aplicables al PSOE: “Nuestro partido se convirtió en una cámara de resonancia: todo lo que escuchábamos era el sonido de nuestra propia voz. (…) Nos enteramos de que nuestra base era sólo uno de cada cinco de nuestros seguidores. (…) Era un caso de universos paralelos. Nosotros estábamos en uno, nuestros adversarios estaban en otro, y los votantes estaban en otro distinto”.

Así pues, convendría a los socialistas tener muy presente la máxima de Jack Welch, exejecutivo máximo de General Electric, muy usada en las escuelas de negocios y citada en su libro por Álvarez: “Cuando la velocidad de cambio exterior excede la velocidad de cambio interior, el fin está cerca”.

El PSOE encara la recta final para la sucesión de Alfredo Pérez Rubalcaba en un clima marcado con carácter general por la incertidumbre sobre quién tomará su testigo y, en la vida interna del partido, por fuertes –aunque soterradas– tensiones internas que, a una semana para la votación del próximo domingo, giran en torno al nivel de participación y al día después, que podrían dar lugar a unas primarias fallidas.

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