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El cuadrilátero de las Bermudas del PSOE
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Gonzalo López Alba

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El cuadrilátero de las Bermudas del PSOE

Pedro Sánchez ha saltado al ring de la política española en uno de los momentos más complicados de la historia reciente del país y de su partido

Foto: Pedro Sánchez, durante una asamblea abierta en Albacete. (EFE)
Pedro Sánchez, durante una asamblea abierta en Albacete. (EFE)

Pedro Sánchez ha saltado al ring de la política española en uno de los momentos más complicados de la historia reciente del país y de su partido. Su gran desafío como líder del PSOE es gestionar la complejidad, y demostrar que eso es posible con resultados eficaces, frente a las políticas simplificadoras de cualquier signo ideológico. Sánchez está en el epicentro de un cuadrilátero de las Bermudas.

Cataluña y la articulación territorial de España.El tiempo ha dado la razón a los dirigentes de la Transición cuando decían con inquietud que el País Vasco era “una anomalía con la que hay que convivir” y Cataluña, “un problema”. Sostienen los socialistas que el conflicto entre España y Cataluña, entre Cataluña y España, es esencialmente de índole afectivo. También jurídico, por supuesto, pero hay problemas que no arreglan las leyes, o que no se arreglan sólo con leyes, como pretende el Gobierno del PP. Ya Unamuno, poco sospechoso de antipatriota, escribió: “Sólo se podrá decir que hay verdadera patria española cuando sea libertad en nosotros la necesidad de ser españoles, cuando todos lo seamos por querer serlo, queriéndolo porque lo seamos”. Y eso, como advirtió Ortega y Gasset, pasa por un proyecto sugestivo de vida en común.

Un partido que ha cedido su franquicia en un territorio es un partido obligado, como mínimo, a negociar su posición con aquellos a los que ha encomendado su representación, pero el que tiene tres posiciones no tiene ninguna. Así fue como se exhibió el PSC en la última Diada, con algunos de sus dirigentes participando en la concentración a favor de la consulta independentista, Carmen Chacón en el acto organizado por la asociación Sociedad Civil Catalana y el primer secretario, Miquel Iceta, en su casa para no molestar a nadie.

La izquierda ha perdido el debate de las ideas al permitir que su divisa de la igualdad haya quedado sepultada, con algunas paladas echadas de propia mano, bajo el debate identitario, que, como identificó Sheldon S. Wolin (Política y perspectiva, Amorrortu Editores), es el mejor -y más peligroso- sucedáneo de coyuntura: “En términos de política manipulativa, la utilidad del sentimiento nacional reside no sólo en la intensidad emocional que engendra, sino en su semejanza superficial con el principio de igualdad: todos los hombres, cualesquiera que sean su riqueza, jerarquía y linaje, comparten la característica común de una identidad nacional específica, y nadie puede pretender ni probar que la posee en mayor grado que los demás”.

Crisis y recuperación económica.El PSOE es visto todavía como el partido al que le estalló la crisis en las manos cuando estaba en el Gobierno y que ofrece reformas que no acometió cuando pudo hacerlas. Percibido como un partido sin cuadros capaces de gestionar la crisis, ahora corre el riesgo de que esa foto se mantenga fija y sea incapaz de transmitir la idea de que puede gobernar la recuperación. Donde la izquierda europea gobierna, aplica las mismas recetas que la derecha, si acaso con intensidad variable, pero no con suficientes rasgos distintivos como para que su gestión se proyecte como alternativa. Siete años después del estallido de la crisis, el PSOE todavía no ha sido capaz de presentar una alternativa posible y con visos suficientes de credibilidad que aparezca enmarcada en un proyecto de país a medio plazo. Si no lo consigue, el PSOE quedará relegado a la condición de ser el partido de “la redistribución”, cuando haya algo que redistribuir.

Fragmentación de las bases y del electorado.Mientras que lo identitario ha servido para cohesionar a partidos que han hecho de la tensión su modus vivendi, ha cuarteado al PSOE. Sus bases sociales y su electorado se han disgregado, de modo que entre sus votantes conviven partidarios de suprimir el Estado de las autonomías con defensores del derecho a la autodeterminación, una confusión a la que no ha sido ajena la estrategia de alianzas que llevó a los socialistas a gobernar con formaciones nacionalistas de corte radical, y no sólo en Cataluña, hasta ver desdibujados su perfiles propios.

Representatividad política y representación.La estrategia de comunicación a la que se ha entregado Sánchez apuesta por la “representación” política antes que por la “representatividad” y traslada la impresión de que la nueva dirección del PSOE ha identificado sus problemas más con “estar” que con “decir”. Como señaló Tzvetan Todorov (Los enemigos íntimos de la democracia, Galaxia Gutenberg), “la democracia siempre está amenazada por la demagogia” y “el que habla bien puede ganarse la confianza (y el voto) de la mayoría, en detrimento de un consejero más razonable pero menos elocuente”, porque ya no se pretende “persuadir, sino manipular”. Es posible que así se ganen elecciones, pero no se estará haciendo política si por tal se entiende la actividad encaminada a identificar los problemas de la mayoría y mejorar sus condiciones de vida, a construir un país mejor.

Pedro Sánchez ha saltado al ring de la política española en uno de los momentos más complicados de la historia reciente del país y de su partido. Su gran desafío como líder del PSOE es gestionar la complejidad, y demostrar que eso es posible con resultados eficaces, frente a las políticas simplificadoras de cualquier signo ideológico. Sánchez está en el epicentro de un cuadrilátero de las Bermudas.

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