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El suicidio del PSOE
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Gonzalo López Alba

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El suicidio del PSOE

Como las sectas cuyos miembros se inmolan cuando se sienten acorralados, caminan los socialistas hacia el suicidio conducidos por la osadía de Díaz y Sánchez

Foto: Pedro Sánchez y Susana Díaz. (Efe)
Pedro Sánchez y Susana Díaz. (Efe)

Como las sectas cuyos miembros se inmolan cuando se sienten acorralados, caminan los socialistas con paso firme hacia el suicidio colectivo conducidos por la osadía de Susana Díaz y Pedro Sánchez, dos dirigentes cuyo único punto de coincidencia –además del carnet del PSOE– es la ambición.

Por si no bastara con este choque de ambiciones –la osadía es un atributo de los jóvenes y de los triunfadores, pero al que sólo una raya muy tenue separa de la imprudencia y la temeridad–, atizan la hoguera los tejemanejes propios de “la casta” a los que se han entregado, como si fueran los propietarios del partido, quienes, como José Luis Rodríguez Zapatero, no han sabido asimilar que su tiempo ya pasó, mientras que en muchas federaciones las votaciones internas reproducen –por falta de renovación de las bases– el esquema de división de finales de los años noventa entre los partidarios de Joaquín Almunia y los de José Borrell.

El patético espectáculo de la última semana, protagonizado por quienes actúan como bomberos-pirómanos –los mismos que lo pusieron en el cargo le mueven la silla a Sánchez, después culpan a “mentes poco limpias” (José Bono dixit) y luego suscriben treguas artificiales, para a continuación volver a empezar–, es un episodio más del Juego de Tronos que, en versión cañí, ruedan lo socialistas desde que Zapatero anunció su retirada en 2011.

Un episodio más porque, como ha venido contando El Confidencial, los que en julio pusieron en el trono a Sánchez, sentenciaron su muerte política en septiembre, cuando sólo se habían cumplido dos meses de su elección –para ser exactos, tras su primera intervención como secretario general ante el Comité Federal–.

Las claves que precipitaron la ‘Operación Derribo’

¿Qué ha pasado en las últimas fechas para qué se haya precipitado la Operación Derribo de Sánchez? Dos cosas: el anuncio de Artur Mas de que convocará elecciones en Cataluña para el 27 de septiembre y un estallido de ansiedad entre los socialistas al ver que, con Sánchez al frente, no logran remontar con fuerza suficiente.

El movimiento de Mas ha sido clave porque, hasta entonces, todo el mundo trabajaba con la hipótesis de que los comicios catalanes serían en marzo. Al postergar el adelanto hasta el otoño, el presidente de la Generalitat ‘liberó’ la fecha marzo y, con ello, despejó el camino a Susana Díaz, que no quería –aunque algunos se lo han recomendado– entrar en una dialéctica de espejos entre Cataluña y Andalucía.

La estrategia de la presidenta andaluza tiene como anclaje el objetivo de inaugurar el ciclo electoral de 2015 con una victoria, con ella de protagonista. Si espera más, Díaz cree que –por muy fuerte que esté en Andalucía– todo el PSOE se verá arrastrado por la hecatombe que se prevé en las elecciones municipales y autonómicas de mayo, a la que seguirá la del PSC en Cataluña. Un triunfo socialista en marzo podría, según se argumenta en su entorno, cambiar la dinámica. Y, además, proporcionarle el argumento que le falta para dar el salto a la política nacional: la certificación en las urnas de su liderazgo.

En el análisis de Díaz pesa que, según las encuestas que maneja, el PSOE aventaja en 10 puntos al PP y Podemos todavía no ha logrado en Andalucía la misma implantación que en otros territorios. Pero es una operación de alto riesgo. Las encuestas no prevén que pueda lograr la mayoría absoluta y precedentes como el de Mas en 2012, indican que la ciudadanía castiga los adelantos electorales cuando no están suficientemente justificados.

El argumento de la inestabilidad del gobierno andaluz como motivación del adelanto electoral puede convertirse en un bumerán. Díaz confía en que podrá volver a contar con el apoyo de al menos parte de Izquierda Unida, porque la coalición de izquierdas está fracturada territorialmente y no es lo mismo en Sevilla –controlada por quienes, como Juan Manuel Sánchez Gordillo, están de viaje hacia Podemos– que en otras provincias, donde todavía mandan los “PCE pata negra”. Aunque no se reedite la coalición de gobierno, hay otras formas de alianza, como los pactos de legislatura. Y, aunque ahora descarte cualquier entendimiento con Podemos, la presidenta andaluza piensa también en que, llegado el caso de, por ejemplo, aprobar los Presupuestos, Podemos tendrá que elegir entre votar en contra con el PP o apoyar “políticas de izquierdas”.

Pero la trama del juego de tronos socialista adolece de falta de misterio. Que la pretensión última de Susana Díaz es aspirar a la presidencia del Gobierno de España se ha convertido en un secreto a voces hasta para los menos iniciados en las intrigas del PSOE, aunque tendrá que torear el inevitable compromiso electoral de quedarse en Andalucía para hacerlo compatible con las decisiones que pueda adoptar a posteriori. En todo caso, en el interior del PSOE se ha instalado de forma generalizada el convencimiento de que Sánchez ya ha sido “sentenciado”.

Y aquí es donde la versión socio-cañí de la exitosa serie televisiva podría dar un giro imprevisto.

Dos osados en la pista

Si Díaz es una osada, Sánchez no lo es menos. Este es uno de los factores que explica cómo llegó Sánchez a la secretaría general del PSOE. Eso y que tiene una personalidad plastilina, que le permite acomodarse a las circunstancias, como demostró cuando supo cambiar el piñón para pasar de disputar una competición prevista para dilucidar la candidatura electoral a otra en la que se decidió el liderazgo orgánico.

Dicen algunos que a Sánchez “se le está poniendo cara de Borrell”, el candidato presidencial elegido en 1998 por el voto directo de los militantes… hasta que se lo cargó el aparato, trece meses después. Pero Sánchez no tiene la “mandíbula de cristal” que Felipe González advirtió en su exministro; encaja mal los golpes, pero es de los que no arrojan la toalla aunque lo tumben una y otra vez en la lona y, como ahora, esté grogui. Y hasta sus detractores reconocen que en los seis meses que han transcurrido desde que se instaló en Ferraz ha conseguido ganarse la simpatía de amplios sectores de la militancia.

No todo el PSOE es el PSOE de Andalucía, y en muchas federaciones “la prepotencia” de los socialistas andaluces es vista con recelo, aunque nadie está en condiciones de hacer de contrapeso orgánico a Susana Díaz porque el único que podría, el presidente de Asturias, Javier Fernández, ha optado por recluirse en las fronteras del Principado, donde Podemos también amenaza la continuidad del gobierno socialista. Así, hay una lógica orgánica en el pronóstico de que si Alfredo Pérez Rubalcaba “duró hasta que Susana quiso”, lo mismo ocurrirá con Sánchez.

A Sánchez lo presionan para que se haga a un lado y, quienes lo hacen después de haberlo encumbrado, le han puesto ya el rótulo de “interino”, pero la Historia está repleta de ejemplos de “interinos” que se hicieron catedráticos. Sin ir más lejos, el propio Zapatero. Y el tiempo de crisis en el que continuamos sumidos se ha demostrado voraz consumiendo liderazgos a la velocidad de la luz.

Tres posibles desenlaces

Los guionistas del juego de tronos socialista manejan tres posibles desenlaces: 1. La convocatoria tras las comicios de mayo de un Comité Federal que anule las primarias previstas para julio y proclame candidata a Díaz. 2. Un pacto que convierta a Díaz en candidata y mantenga a Sánchez de secretario general. 3. Un enfrentamiento en primarias abiertas entre Díaz y Sánchez.

Aunque los promotores de la Operación Derribo preferirían cualquiera de los dos primeros escenarios, a día de hoy el más previsible es el tercero. Si Sánchez resiste hasta entonces, sabe que es en una votación abierta donde tiene opciones de derrotar a Díaz, que no tiene rival en Andalucía, pero no sale tan bien parada en las encuestas de ámbito nacional, en las que, por otra parte, ha empezado a detectarse que la intención de voto a Podemos está “inflada”.

Y Sánchez no sólo es un osado, sino que tiene baraka, ese misterioso don que adorna a los triunfadores y se convierte en un activo de primera magnitud en tiempos de confusión y desconcierto. Menospreciarlo fue un error mayúsculo de Eduardo Madina en las primarias y puede volver a ser un error mayúsculo de Susana Díaz y sus padrinos.

¿Por qué no te callas, Zapatero?

Los socialistas se están suicidando muy bien y alguien con arrestos –además de María Luz Rodríguez– tendría que asumir el papel del rey Juan Carlos ante el difunto Hugo Chávez y decirle a Zapatero: ¿Por qué no te callas?

La memoria del expresidente se ha vuelto extremadamente frágil, o acomodaticia. En su entorno se justifican sus maniobras en que “José Luis quiere el partido y está muy preocupado por la situación”. ¿Lo quiere Sánchez menos de lo que él lo quería cuando fue elegido secretario general en 2000? Porque mucho de lo que se está diciendo ahora de Sánchez se decía de Zapatero entonces.

De todo lo que dijo esta semana en la cadena Ser, donde señaló a Díaz como “la mejor gobernante” relegando la proyección de Sánchez al papel de secretario general, lo más relevante que ha dicho Zapatero es algo que ha pasado desapercibido: la clave del momento, según enfatizó, está en que el PSOE sepa dibujar “un proyecto”. Casi literalmente el mismo reproche (“está por demostrar que hay un nuevo proyecto”) que a él le espetó Felipe González en 2002 durante la presentación de El Relevo (Taurus), con la diferencia de que, para entonces, él ya había cumplido 22 meses en el cargo y Sánchez sólo lleva seis. Y con dos agravantes: lo dice quien, después de haber reflotado el PSOE, lo hundió en el hoyo con su giro hacia el austericidio; y quien señaló como heredera a Carmen Chacón (que ahora juega con la posibilidad de resurgir como tercera vía) para después dejarla en la estacada y quien convenció a Madina para que se postulara y sobre la marcha cambió de apuesta a favor de Sánchez.

Por la senda que ha emprendido, el PSOE corre un peligro cierto de verse reducido al Partido Nacionalista de Andalucía, con algunos apéndices menores en el resto del país hasta que llegue el momento de su total extinción. Al punto al que han llegado, la solución no pasa por un golpe de estado. Sólo un “golpe democrático” podrá impedir la inmolación del PSOE.

Como las sectas cuyos miembros se inmolan cuando se sienten acorralados, caminan los socialistas con paso firme hacia el suicidio colectivo conducidos por la osadía de Susana Díaz y Pedro Sánchez, dos dirigentes cuyo único punto de coincidencia –además del carnet del PSOE– es la ambición.

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