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La muerte de la política
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Gonzalo López Alba

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La muerte de la política

La creación de los liderazgos políticos en las tertulias televisivas es el espejo en el que se retrata la muerte de la política

Foto: Pablo Iglesias. (AP)
Pablo Iglesias. (AP)

La creación de los liderazgos políticos en las tertulias televisivas es el espejo en el que se retrata la muerte de la política, entendida como la capacidad de articular una voluntad colectiva y de establecer “nuevas coordenadas sociales”, de modo que el ejercicio del poder no se limite a la mera administración de las necesidades sociales sino que modifique el marco vigente de relaciones socioeconómicas.

Durante décadas, los dirigentes políticos han incluido entre sus principales compromisos de oposición “la revitalización del Parlamento”, pero, a fuerza de incumplimientos en el Gobierno, van a necesitar un desfibrilador para lograrlo. Hoy pasan sin pena ni gloria las reseñas de los debates parlamentarios entre el jefe del Ejecutivo y el líder de la oposición, que antaño arrancaban de sus sillas a los creadores de opinión. En el Parlamento se siguen aprobando las leyes y sus pasillos siguen siendo un supermercado de declaraciones, pero ha sido desplazado por las tertulias, e incluso por la calle, como ágora de debate y reflexión.

Todo lo que no se exhibe, no existe. Y, en un marco en el que la acción política cede, no ya a la “representación” sino a la mera “escenificación”, el televisivo sigue siendo el mejor escaparate de masas.

Es lo que el filósofo coreano Byung-Chul Han, afincado en Alemania, llama la “pospolítica”, que va de la mano con “la sociedad de la transparencia”, el paradigma socio-político que se ha impuesto tras la pérdida de la confianza, argamasa fundamental de la política (La sociedad de la transparencia, Herder).

Podemos, el partido sin color

Byung-Chul Han utiliza como modelo de lo que viene el Partido de los Piratas alemán, una pequeña fuerza extraparlamentaria partidaria de la democracia directa, que hace de la transparencia su seña de identidad. Pero lo que escribe de los piratas alemanes encaja como una plantilla con Podemos: “(…) como partido de la transparencia, continúa el desarrollo para la pospolítica, que equivale a una despolitización. Es un antipartido; es más, es el primer partido sin color. La transparencia no tiene ningún color. Los colores no se admiten allí como ideologías. Las opiniones carecen de consecuencias. No son tan radicales y penetrantes como las ideologías”.

En contra de lo que podría parecer, la supresión del marco ideológico acentúa las asimetrías. Y, así, los dirigentes de Podemos reclaman –y en gran medida obtienen– para ellos una bula en la crítica y en la rendición de cuentas que no se acomoda a su nivel de exigencia cuando se trata de juzgar a la casta. Perdida la confianza de los ciudadanos en los políticos, la exigencia de transparencia deviene en tiranía que también a ellos alcanza.

Concluye el filósofo coreano que “donde domina la transparencia, no se da ningún espacio para la confianza”. Byung-Chul Han explica: “La exigencia de transparencia se hace oír precisamente cuando ya no hay ninguna confianza. En una sociedad que descansa en la confianza no surge ninguna exigencia penetrante de transparencia. La sociedad de la transparencia es una sociedad de la desconfianza y de la sospecha, que, a causa de la desaparición de la confianza, se apoya en el control. La potente exigencia de transparencia indica precisamente que el fundamento moral de la sociedad se ha hecho frágil, que los valores morales, como la honradez y la lealtad, pierden cada vez más su significación. En lugar de la resquebrajadiza instancia moral se introduce la transparencia como nuevo imperativo social”.

Pero, como apostilla citando al sociólogo estadounidense Richard Sennett, en la política “los hombres tienen que creer y confiar en su gobernante; con su confianza le conceden una cierta libertad de acción y renuncian a un constante examen y vigilancia. Sin esa autonomía, de hecho no podría dar ningún paso”. La política sin confianza es como el matrimonio sin amor.

La creación de los liderazgos políticos en las tertulias televisivas es el espejo en el que se retrata la muerte de la política, entendida como la capacidad de articular una voluntad colectiva y de establecer “nuevas coordenadas sociales”, de modo que el ejercicio del poder no se limite a la mera administración de las necesidades sociales sino que modifique el marco vigente de relaciones socioeconómicas.

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