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Minimizar daños, el objetivo socialista en Cataluña
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Gonzalo López Alba

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Minimizar daños, el objetivo socialista en Cataluña

El PSOE teme que el 27-S el sector más joven de su electorado tradicional se fugue hacia Ciudadanos

Foto: El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, y la presidenta, Micaela Navarro, durante el Consejo de Política Federal del partido. (EFE)
El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, y la presidenta, Micaela Navarro, durante el Consejo de Política Federal del partido. (EFE)

Día de aplausos y para jalearse mutuamente, hasta el extremo de que a más de uno se le escuchó exclamar “¡qué aburrimiento!”. Con las elecciones de Cataluña en puertas y las generales a la vuelta de la esquina, en los partidos toca cierre de filas. Y eso hicieron el sábado las cúpulas del PSOE y del PSC congregadas en torno al Comité Federal de los socialistas. Pero bajo el remanso de la superficie, hay fuertes corrientes de inquietud.

Por su inmediatez temporal, y por las trascendencia suprapartidaria del órdago a la unidad de España, el principal remolino se localiza por encima del Ebro. Los socialistas perdieron en Cataluña primero el espacio político, al diluir su perfil de izquierdas solapándose con los nacionalistas, y después la musculatura de partido, que se quedó en el esqueleto con el desgajamiento de la corteza soberanista que previamente había asfixiado a su corazón español. Y ahora, cuando los secesionistas han logrado plantear las elecciones autonómicas como una operación a vida o muerte, la prioridad es salvar al enfermo porque, si muere, de nada servirá curarle las piernas rotas; de nada servirá que el PSC-PSOE obtenga un buen resultado si Cataluña rompe y España se desintegra.

El sanador que proponen los socialistas se llama Miquel Iceta, que sedujo a sus compañeros del Comité Federal porque sabe conjugar la sustancia política con el tono afectuoso y desdramatizador del cirujano que es capaz de hacer reír al paciente mientras le extirpa el más maligno de los tumores. Pero a Iceta, que se tiene a sí mismo por el más español de entre los catalanistas del PSC, le ocurre lo que a Alfredo Pérez Rubalcaba. Siendo seguramente el mejor, lo más probable es que no pueda hacer otra cosa que servir de bisagra para dar paso a una nueva generación de dirigentes.

Javier Fernández advierte a Pedro Sánchez de que para ganar “no basta con decir que vamos a echar al Partido Popular”

El discurso de la España federal y de la necesidad de tender puentes en lugar de construir frentes es de una racionalidad apabullante, pero carece de fuerza para romper un marco político construido en torno a pasiones porque a los catalanes les ha pasado con el resto de los españoles lo que a los alemanes con los europeos del sur: han terminado por creer que es verdad que sólo ellos trabajan y los demás les roban.

Para mayor confusión, aunque Carmen Chacón advirtió de que no es momento para debates nominalistas y los andaluces evitaron echar leña al fuego atándose a la Declaración de Granada como Ulises al mástil de su nave, alguno de los nuevos presidentes autonómicos, como el manchego Emiliano García Page, hizo de caja de resonancia a la controversia resucitada en La Vanguardia por Felipe González en torno a si Cataluña debe o no ser reconocida constitucionalmente como una nación.

Tan carente de fuerza emotiva es la propuesta electoral del PSC que, aunque los socialistas de toda España dijeron con una sola voz “aquí estamos para ayudar” a sus compañeros catalanes, muchos salieron del Comité Federal con la impresión de que, a pesar de la preocupación general por las consecuencias de la fractura territorial, ni siquiera se percibió intensidad de campaña. En mayor o menor medida, en voz alta o sottovoce, por manifestación expresa o asentimiento, todos reconocen que su objetivo ante el 27-S no puede ser otro que minimizar los daños: los propios electorales, los políticos para el conjunto de España y los sociales para la convivencia en Cataluña.

placeholder Fernández Vara, García-Page e Iceta. (EFE)
Fernández Vara, García-Page e Iceta. (EFE)

En las elecciones municipales, a pesar de la imagen de derrota, el PSC logró resistir como segunda fuerza en el cómputo global de Cataluña y, aunque perdiendo un chorro de votos, gobierna en 12 de los 23 ayuntamientos con más de 50.000 habitantes. Pero ahora los sondeos sitúan al PSC a la cola del pelotón, disputando la quinta o sexta plaza con el PP. Y el análisis que hacen algunos expertos del partido es que, de su electorado tradicional, sólo logrará retener a los votantes de mayor edad, mientras que los más jóvenes optarán en su mayoría por Ciudadanos.

Este temor se proyecta más allá de Cataluña porque entre algunos de esos expertos en procesos electorales existe la impresión de que el PSOE ha logrado frenar la sangría de votos hacia Podemos, pero la competencia se ha desplazado hacia el partido de Albert Rivera como receptor del voto de centro desencantado con el PP.

Como viene ocurriendo desde hace tiempo, el dedo en la llaga lo puso el presidente de Asturias. “Tenemos que ofrecer un proyecto que no sea sólo decirle a la gente que vamos a echar al PP”, señaló Javier Fernández, quien hizo hincapié en que los socialistas deben reforzar su perfil como “los únicos auténticamente reformistas, frente al inmovilismo del PP, el rupturismo de Iglesias o el secesionismo de Mas”.

Ya lo dijo un clásico: el sentido común es el menos común de los sentidos.

Día de aplausos y para jalearse mutuamente, hasta el extremo de que a más de uno se le escuchó exclamar “¡qué aburrimiento!”. Con las elecciones de Cataluña en puertas y las generales a la vuelta de la esquina, en los partidos toca cierre de filas. Y eso hicieron el sábado las cúpulas del PSOE y del PSC congregadas en torno al Comité Federal de los socialistas. Pero bajo el remanso de la superficie, hay fuertes corrientes de inquietud.

Pedro Sánchez Miquel Iceta PSC Ciudadanos