Es noticia
El PSOE vuelve a chocar contra el iceberg de las identidades territoriales
  1. España
  2. Interiores
Gonzalo López Alba

Interiores

Por

El PSOE vuelve a chocar contra el iceberg de las identidades territoriales

El PSOE, partido en que conviven centralistas con autonomistas y hasta confederalistas, ha encontrado un consenso en el concepto de “federalismo” pero ha evitado dotarlo de contenido preciso

Foto: El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez. (EFE)
El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez. (EFE)

De los tres grandes frentes de ataque electoral diseñados por el PP para frenar al PSOE -recuperación económica, radicalismo socialista y unidad territorial-, esta semana ha vuelto a verificarse que donde mayor ventaja puede obtener Mariano Rajoy es en el sempiterno debate sobre “qué es España”. La recuperación económica solo la percibe con claridad un 5% de la población, según las encuestas, y el presunto radicalismo de Pedro Sánchez lo desmiente el propio PP, que en su desconcierto estratégico ante el avance de Ciudadanos, que cada vez le come más terreno en el espacio del centro-derecha, le acusa un día de estar ennoviado con Pablo Iglesias y al siguiente de estarlo con Albert Rivera. Pero si el PP ha contribuido así a apuntalar la impresión de que el PSOE vuelve a situarse en el centro del tablero político, los socialistas, con su proverbial querencia a dejarse arrastrar a debates que no pertenecen a su esencia ideológica, le ha devuelto el favor enredándose una vez más en la espinosa cuestión territorial.

El PSOE, un partido en el que conviven centralistas con autonomistas y hasta confederalistas, ha encontrado un punto de consenso interno en el concepto de 'federalismo', pero ha evitado dotarlo de un contenido preciso para que no se rompa el pespunte de la Declaración de Granada aprobada en 2013. El cosido es tan endeble que cualquier movimiento dentro de ese traje común amenaza con romper las costuras. Para que eso no ocurra, resulta imprescindible, entre otras cosas, que quien dirige el PSOE tenga un liderazgo consolidado, como el que alcanzaron Felipe González o José Luis Rodríguez Zapatero, pero Sánchez todavía no tiene.

Hasta los líderes más centralistas están dispuestos a reconocer que Cataluña es una “nación”, si no conlleva más dinero ni derecho a la autodeterminación

El foco sobre la debilidad socialista en este terreno se volvió a encender el lunes desde dentro, cuando el presidente de la Comunidad Valenciana, Ximo Puig, dijo que para él no representa “ningún problema” el reconocimiento de que Cataluña es una nación si se hace en los términos en los que se incorporó al preámbulo del Estatut aprobado en 2006 -sin validez jurídica-. Y, unos días después, la intensidad de esos focos que iluminan las sombras socialistas se acentuaron con la polémica pública entablada entre la vasca Idoia Mendía y la andaluza Susana Díaz a propósito de la revisión del Cupo vasco -no del modelo de Concierto-, a la que no tardaron en incorporarse dirigentes de otros territorios. Algo en cierta medida contradictorio porque, en el consejo político celebrado tras las elecciones catalanas, la presidenta de Andalucía había emplazado a sus compañeros a “no meterse en camisa de once varas” en periodo preelectoral.

Las dos polémicas son puntas del iceberg que para la navegación socialista constituyen los debates identitarios y muy ilustradoras de dónde están las auténticas líneas rojas del PSOE para avanzar en el desarrollo federal de España sin que se produzca una fractura interna del partido, toda vez que la Declaración de Granada no es un “programa máximo” ni un punto de llegada, sino un punto de partida, una declaración de principios para enmarcar un proceso de negociación en el que, para que culmine con éxito, se tendrá que encontrar un denominador común que, junto al PSOE, integre al menos al PP, PNV y CDC.

Todo por ‘la pasta’

Hasta los más centralistas dentro del PSOE aceptarían que se reconozca expresamente que Cataluña es una nación, siempre y cuando ello no implique más dinero ni el ejercicio del llamado derecho a la autodeterminación. Estas dos fronteras son las que realmente apiñan a todos los socialistas, desde Andalucía a Cataluña pasando por Extremadura, Asturias y las dos Castillas. Al margen de los matices propios del PSC, para todos es “irrelevante” que Cataluña se llame nación si eso no se traduce en privilegios económicos ni en quiebra de la unidad de España como un Estado único. Como gráficamente ha señalado el primer secretario del PSC, Miquel Iceta, ante el debate sobre la excepcionalidad vasca: “Cupo, sí; cuponazo, no”.

Las declaraciones del presidente valenciano, que en el mismo acto lanzó un aviso a Sánchez sobre la naturaleza “revisable” de su liderazgo, tienen una conexión directa con este asunto. Puig, que hizo caso omiso a los reparos de Ferraz ante su pacto y reparto de poder con Compromís, no ha encontrado para su reclamación de que se mejore la financiación de la Comunidad Valenciana el respaldo que esperaba de Sánchez, aunque él fue uno de los principales conjurados para auparlo al liderazgo como alternativa a Eduardo Madina.

Ximo Puig envió un aviso a Pedro Sánchez ante su falta de apoyo para afrontar ya una revisión global del sistema de financiación autonómico

Puig quiere que “se abra el melón de la financiación de verdad”, y cuanto antes, porque las arcas valencianas están vacías. Pero, aunque es unánime el juicio de que el modelo actual está “agotado”, son muchos dentro del PSOE los que opinan que el margen es muy limitado porque la situación económica no está tan buena como dice la propaganda del Gobierno y hay temores fundados de que se produzcan nuevos rebrotes de la crisis que aún amengüen más el margen de maniobra. Abrir este melón en vísperas electorales sería una suerte de suicidio porque es un debate envenenado y porque, a juicio de estos interlocutores socialistas, “ninguna mejora va a parecer suficiente a los nacionalistas catalanes” y, al mismo tiempo, es un paso imprescindible para recomponer la relación con Cataluña. ¿Qué mejor oportunidad que la campaña electoral para entablar la deliberación pública que tanto escasea en España cuando toca decidir sobre cuestiones esenciales?

El Estado versus la nación

Hasta los líderes socialistas más ortodoxos y jacobinos, como Javier Fernández o Guillermo Fernández Vara -partidario de devolver algunas competencias autonómicas al Gobierno central-, aquellos que comulgan más con la advertencia que en su día hizo Rosa Luxemburgo al SPD -cuando dijo que la crisis de la socialdemocracia comenzó el día en que los socialistas alemanes invirtieron el principio tradicional de “antes obreros que alemanes” para anteponer la identidad a la clase social-, tienen asumido que, antes o después, se acabará imponiendo el reconocimiento de Cataluña como nación. Y están dispuestos a aceptarlo, siempre y cuando no sea una “nación política”.

El presidente de Asturias, que se ha erigido en uno de los principales referentes intelectuales de su partido, es de los que los que creen -y son legión- que sus compañeros del PSC se equivocaron gravemente al dejarse colonizar ideológicamente por el nacionalismo. Aunque consciente de que su planteamiento no es nada 'sexy' políticamente, Fernández defiende que frente al nacionalismo, “que nace para construir naciones”, el PSOE debe recuperar una clara identificación con el Estado, que es el que paga las pensiones, la sanidad o la educación públicas aunque sea un ente frío, carente de la simbología emocional del nacionalismo.

La del Estado es una idea de la Ilustración para organizar una sociedad de ciudadanos iguales que se asoció con socialismo al amparo del marxismo, ya que hasta entonces la izquierda era solo liberal y, hasta después de la II Guerra Mundial, incluso antisistema. En el pacto entre clases y no entre identidades -un planteamiento posmayo del 68-, fue en lo que se fundamentó el Estado de bienestar, que los socialistas construyeron cogidos del brazo con la democracia cristiana europea y del que el PSOE reivindica la paternidad de su tardía implantación en España.

¿Qué es mejor: tener Estado o poder de decisión?

El profesor de Sociología Ignacio Urquizu, que acaba de dar el salto a la primera línea de la política como senador por designación del Parlamento de Aragón y será cabeza de lista para el Congreso por Teruel, desde una posición netamente federalista abre el prisma de este análisis al concluir que los nacionalistas catalanes han errado gravemente en su estrategia para conseguir mayor autogobierno.

“¿Qué es más importante: ser independiente o ser autónomo, tener un Estado propio o tener capacidad de tomar decisiones? Lo que tradicionalmente define a un Estado es tener moneda, ejército y fronteras propias, pero desde la creación de la Unión Europea los estados ya no son como los conocíamos porque han cedido competencias hacia arriba -Europa- y hacia abajo -gobiernos autonómicos y locales-. Alemania, con su modelo de articulación territorial en 'länder', ha demostrado que se puede tener autonomía sin necesidad de configurar un Estado propio”.

Los más ortodoxos piden recuperar la identificación de socialismo con Estado y avanzan: “defender Estado único e identidades territoriales no es incompatible”

La conclusión de Urquizu, en línea con la tesis que ha ido ganando terreno dentro del PSOE hasta convertirse en mayoritaria, es que “defender el Estado único y el reconocimiento de las identidades territoriales no es incompatible”. Pero este planteamiento de sentido común, que entronca con aquel “elevar a la categoría política de normal lo que a nivel de calle es plenamente normal” que enarboló Adolfo Suárez como propósito motor de la Transición, dista mucho de ser de fácil articulación.

La dificultad de integrar teoría y práctica

Es así por el grado de podredumbre y enconamiento al que tan irresponsablemente se ha dejado llegar la fractura entre Cataluña y el resto de España, y lo es porque en España, incluida Cataluña, impera la política de destrucción del adversario, de la herencia recibida y de la demolición de lo construido por el Gobierno anterior, en lugar de los procesos acumulativos de reformas de las vigas maestras de la casa común que son los que han hecho prosperar a los grandes países. Y también porque existe una amenaza 'global': Europa avanza decididamente hacia una unión real o volverá no ya a los tiempos de los estados clásicos, sino al de las ciudades libres del periodo ateniense, como se ha advertido en la crisis de los refugiados.

Al igual que ocurrió con la crisis económica desatada en 2008, las luces de alarma hace tiempo que están encendidas, pero nadie parece querer prestarles atención, por irresponsabilidad, por incompetencia o por ambas cosas, y no son estos defectos que hagan distingos por ideología, sino que lo hacen por la talla de los dirigentes.

De los tres grandes frentes de ataque electoral diseñados por el PP para frenar al PSOE -recuperación económica, radicalismo socialista y unidad territorial-, esta semana ha vuelto a verificarse que donde mayor ventaja puede obtener Mariano Rajoy es en el sempiterno debate sobre “qué es España”. La recuperación económica solo la percibe con claridad un 5% de la población, según las encuestas, y el presunto radicalismo de Pedro Sánchez lo desmiente el propio PP, que en su desconcierto estratégico ante el avance de Ciudadanos, que cada vez le come más terreno en el espacio del centro-derecha, le acusa un día de estar ennoviado con Pablo Iglesias y al siguiente de estarlo con Albert Rivera. Pero si el PP ha contribuido así a apuntalar la impresión de que el PSOE vuelve a situarse en el centro del tablero político, los socialistas, con su proverbial querencia a dejarse arrastrar a debates que no pertenecen a su esencia ideológica, le ha devuelto el favor enredándose una vez más en la espinosa cuestión territorial.

PSC Susana Díaz Guillermo Fernández Vara PNV