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Del Bosque ‘for president’
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Gonzalo López Alba

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Del Bosque ‘for president’

El seleccionador ha sabido articular lo que los candidatos a la presidencia son incapaces: un proyecto común de ilusión con españoles de todas las tierras, tendencias y edades

Foto: Vicente del Bosque durante una rueda de prensa (Reuters)
Vicente del Bosque durante una rueda de prensa (Reuters)

La selección de fútbol es, a día de hoy, una de las pocas cosas que aglutina a todos los españoles, con independencia de su estatus socioeconómico, ideología, edad, sexo, color de piel, procedencia, creencia o lugar de residencia. A diferencia de los candidatos a la presidencia del Gobierno, y con independencia de que logre o no conquistar otra Eurocopa, el seleccionador nacional, Vicente del Bosque, ha logrado articular un proyecto común de ilusión. Ha llevado al campo de fútbol lo que los españoles no encuentran en el campo de la política (tampoco, salvo muy contadas excepciones, en el de la economía o las ideas, y no digamos del periodismo).

Lo ha hecho sin demoler lo que empezó a construir su antecesor, Luis Aragonés, sino corrigiendo lo malo y mejorando lo bueno; integrando a españoles de todas las tierras, incluido uno de padres brasileños y nacido en Italia (Thiago Alcántara), y de todas las edades, desde un veterano de 35 años como Aritz Aduriz hasta veinteañeros casi imberbes como Sergio Rico, que tiene 22; construyendo una ‘comunalidad’ de intereses compartidos y colaboración recíproca, sin que nadie tenga que renunciar a su singularidad, hasta el extremo de convertir en puntales del equipo a un catalán defensor de que se celebre un referéndum sobre la independencia de Cataluña como Gerard Piqué y a un manchego como Andrés Iniesta, que se gana la vida en Cataluña. Lo ha hecho sin dar patadas ni pisotones, con humildad y juego bonito, y el oído siempre atento a lo que reclama la afición (Aduriz fue seleccionado “por aclamación popular), pero sin dejarse llevar por el criterio voluble de las masas (los atléticos pedían la convocatoria de Saúl). Y, además, ha sabido renovar lo que estaba agotado para dar entrada a savia nueva sin provocar rupturas.

Hace ya 25 años que González propuso a Aznar un pacto para evitar la italianización de España, cuando el bipartidismo todavía estaba en su apogeo

Ese es el liderazgo que precisa España para salir del hoyo y volver a levantar la cabeza, para recuperar la autoestima y sentir que todo el mundo rema en la misma dirección en pro de un beneficio compartido. Y es lo que ninguno de nuestros dirigentes políticos logra articular, incapaces como se han mostrado de acordar ni siquiera dos cosas tan básicas como conjurarse para evitar una tercera convocatoria electoral y suscribir un pacto por la educación, que sería el equivalente a olvidarse de la camiseta del club al que pertenece cada uno para enfundarse la de España. Por eso, Del Bosque ‘for president’.

Pero, desgraciadamente, después del día 26 seguirá sin haber un Del Bosque en la Moncloa. Todo apunta a que, ahora que Italia se ha españolizado para acabar con su largo historial de inestabilidad política, España va camino de profundizar en su italianización con un Gobierno de minoría y corto recorrido temporal, el ‘catenaccio’ que marca goles pero destruye el fútbol.

La lenta italianización de España

Esta deriva viene de mucho más lejos de lo que parece y de las referencias que habitualmente se utilizan. Ya en 1995, en el ocaso de los gobiernos de Felipe González, podían leerse en la prensa española titulares como: “González quiere pactar con Aznar medidas para evitar la ‘italianización’ de España” (Abc, 15/1/1995).

Entonces, González proponía a José María Aznar, a la sazón líder de la oposición, compartir el mérito de la recuperación económica a cambio de su ayuda para devolver la confianza a los inversores y acometer de manera consensuada problemas como la financiación de los partidos, que hoy sigue sin estar resuelto y, en gran medida, está en el origen de muchos de los casos de corrupción que no solo han carcomido la moral cívica y ensuciado la imagen de España, sino que también han lastrado la economía –los expertos calculan que por el vertedero de la corrupción se evapora el equivalente a medio punto de crecimiento anual–.

A pesar de las lacras del desempleo y la desigualdad, los españoles juzgan mucho peor la situación política que la económica

Entonces se hablaba de italianización porque la política se había judicializado y eran los magistrados quienes marcaban en gran medida la agenda política (el juez Baltasar Garzón instruía el sumario sobre los GAL después de ocupar un alto cargo en el Ministerio del Interior), en cierta medida –al decir de algunos cuando toca a los suyos– como ahora con los procesos de corrupción política. El acuerdo fue imposible porque el bipartidismo continuaba en su apogeo y el interés de Aznar era provocar un adelanto electoral, que se produjo al año siguiente.

Veinte años después (las corrientes de opinión y los cambios se asientan muy lentamente), aunque el bipartidismo perviva como eje central, se ha asentado un esquema político más plural y el rechazo a las mayorías absolutas que puede conducir a un escenario de ingobernabilidad o Gobierno en precario. Uno de los datos más relevantes de la encuesta preelectoral del CIS es que, a pesar de las lacras del desempleo y la desigualdad, los españoles consideran que la situación política es peor que la económica (mala o muy mala para el 80,7% en política frente al 74,4% en economía) .

Es sabido que la historia se repite, aunque nunca de forma idéntica. Entonces se hablaba de la necesidad de que “la política recupere el espacio frente a los jueces”; hoy, de rescatarla frente a los poderes económicos, financieros y las instituciones de poder no democráticas. Entonces los socialistas reprochaban al PP que actuara como “mero recipiendario del descontento”, y hoy el mismo reproche lo dirigen a Unidos Podemos.

Se diría que vivimos en el día de la Marmota; o, dicho en otras palabras, instalados en un improductivo ensimismamiento. Mientras, el mundo corre que se las pela.

La selección de fútbol es, a día de hoy, una de las pocas cosas que aglutina a todos los españoles, con independencia de su estatus socioeconómico, ideología, edad, sexo, color de piel, procedencia, creencia o lugar de residencia. A diferencia de los candidatos a la presidencia del Gobierno, y con independencia de que logre o no conquistar otra Eurocopa, el seleccionador nacional, Vicente del Bosque, ha logrado articular un proyecto común de ilusión. Ha llevado al campo de fútbol lo que los españoles no encuentran en el campo de la política (tampoco, salvo muy contadas excepciones, en el de la economía o las ideas, y no digamos del periodismo).

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