El puente deja huecos en la puerta del Sol

La edición 2014 que conmemora el levantamiento popular del 2 de Mayo pasará a la historia de la Comunidad por los ¡Viva España! que el pueblo llano, heredero directo y legítimo de aquellos que ofrecieron sus pechos descubiertos a las bayonetas de los feroces “mamelucos” napoleónicos, prorrumpió al sonar el himno nacional o al paso de los uniformados de la Guardia Civil.

Y no fue fácil involucrar a las Fuerzas Armadas en el acontecimiento que conmemora la gesta de los tenientes Daoiz y Velarde contra el invasor galo tras la traición del rey,la nobleza y sus mandos naturales y jerárquicos. Ignacio González tuvo que emplearse a fondo para que al finel pueblo de Madrid pudiera aplaudir sin rubor a sus representantes en armas. Sólo Alberto Ruiz-Gallardón se personó en la tribuna -quizá por aquello de su pasado- y exhibió modos y maneras de gran representante gubernamental y rápidamente hizo mutis por el foro. Ya se sabe, en boca cerrada no entrar moscas.

Por lo demás, poca historia en el ágape -cada vez más frugal- que deviene tras los actos protocolarios, aunque emotivos, de la efeméride. El puentemadrileño y festivo se dejó notar a favor de las estrellas netamente políticas de la ocasión, léase la alcaldesa Ana Botella y el presidente González. De refilón, la delgadísima delegada Cristina Cifuentes que huye como gata escaldada de rumores y conjeturas. Ella a lo suyo escoltada en todo momento por su edecán mediática Marisa González, simpática y amable forever.

Sin embargo, no faltaron tampoco elementos de la escasa sociedad civil: universidad, empresariado, la cultura, el director teatral Juan Caros Pérez de la Fuentes, y quedó dicho, mucha fuerza armada en versión de tres ejércitos y Policía Nacional, amén de la Benemérita.

El cardenal Rouco Varela, en sus estertores como gran jefe de la iglesia española, vestido al estilo de Principe de la Iglesia, y el resto de los galardonados. Se echó a faltar, sin embargo, a los grandes triunfadores mundiales de la hora madrileña: el Real Madrid y el Atlético que debían estar arrullados por el sopor o en vela ante la cita lisboeta. Fue un adorno que hubiera sido inevitable en esta tarde capitalina. Para iglesia de base ya estaba el Padre Angel,que no se pierde una.

Relataba que Ana Botella, verde agua, con un envidiable color marbellí, fue la estrella de la reunión vigilada en todo momento por Elena Sánchez y su jefe de Gabinete, Juan Antonio Gómez Angulo. Envidiable fue también su sentido del humor, ajena por completo al default que avanzaba hoy mismo la encuesta de un diario en papel de Madrid.

"Cuando se ha estado arriba, abajo y en medio, todo te lo tomas con más sentido del humor y con una cierta lejanía", decía con una sonrisa amplia y siempre generosa a la hora de las fotos y demás elementos coyunturales.

Jaime Lissavetsky ya masca moqueta aunque el ciervo de la victoria todavía corre por los bosques. El comunista Gordo todavía cree en el asalto al palacio de Invierno como si el detritus del adversario fuera su propio abono.

Sin olvidarel siempre inquietante elemento mediático que brillaba por todas las esquinas. Desde José Antonio Gundín a Pilar Ferrer pasando por Diego Armario, José Carlos Duque, Javier Morillas (reconvertido a la cosa desde su cátedra de Economía Aplicada), e incluso el propio director de este periódico, Nacho Cardero, que no se suele prodigar en este tipo de saraos.

Esperanza Aguirre no quiso robar protagonismo a su hereuy se fue a darle a la pelotita de golf, eso sí, rumiando un montón de sinsabores. Si estuvo, en cambio, Isabel Gallego,que contempló el desfile desde el mismo balcón desde el que se proclamó la II República. Luego ya volvió al ruedo para que su jefe en cap no diera pases en falso.

Vial gran padre de la Constitución, José Pedro Pérez Llorca, que fue condecorado en representación del Patronato del Museo del Prado y lucía insignia en todo lo alto como los capitanes gaditanos que volvían cargados de oro de las Indias.

Poco más que reseñar. Mucho menos en negrita. Los héroes populares siguen en el Olimpo esperando a que Madrid se encarne finalmente en cielo, aunque sea a trozos y por tiempos.

En esas estamos.