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Iglesias, la que has liado, pollito
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Javier Caraballo

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Iglesias, la que has liado, pollito

Lo habrán visto. Merce, la madre de June, está sorprendida. Grabó a su hija en vídeo, mientras pintarrajeaba unos folios en la mesa de camilla con

Lo habrán visto. Merce, la madre de June, está sorprendida. Grabó a su hija en vídeo mientras pintarrajeaba unos folios en la mesa de camilla con su bata azul de nubes blancas. A su lado, encima de la mesa, un pollito comía alpiste. Grabó el vídeo, se lo envió a algunos de la familia por WhatsApp, de ahí pasó a YouTube, y dos días después, cuando se despertó, Merce contempló asombrada que ella, su hija y el pollito se habían convertido en el último fenómeno viral de las redes sociales. Miles, cientos de miles de visitas, entrevistas en las televisiones, reportajes en los periódicos de toda España y noticias en la radio.

Desde un rincón de Almería, sin pretenderlo, esa mujer ha vuelto a demostrar algo que, pese a la tozudez de los acontecimientos diarios, la prensa tradicional todavía no ha asumido: que el concepto de comunicación ha cambiado radicalmente para no volver. Para comunicar algo de forma masiva ya no se necesitan imperios con terminales en todas las ciudades, no hacen falta soportes costosos, sofisticados, experimentados. Dicho de otra forma, y con todos los matices que se le quieran poner: para comunicar algo ya no son imprescindibles los medios de comunicación. Una mujer con un móvil. Eso es todo.

Este fenómeno, los fenómenos virales, forman parte de la comunicación de masas y han destrozado todos los esquemas preconcebidos, el primero de ellos los monopolios de la comunicación que conocíamos. WikiLeaks inició el camino que luego transitó Edward Snowden y los dos transmiten el mismo mensaje que se percibe con el vídeo inocente del pollito de Almería, que para comunicar algo, para difundir algo en todo el mundo, ya no es necesario contar con ninguna cadena de medios porque el soporte principal de la comunicación está en el bolsillo de cada uno de nosotros. Una realidad tan patente, tan apabullante, que todavía no ha terminado de ser digerida por los medios de comunicación tradicionales, fundamentalmente la prensa de papel, y de ahí la crisis sin resolver en los grandes diarios de todo el mundo.

Se trata, en suma, de un fenómeno nuevo que, de repente, zamarrea con fuerza todas las certezas que se tenían. Lo mismo, en definitiva, que está ocurriendo con la política. Pablo Iglesias es el primer fenómeno viral de la política española. La que ha liado el líder de Podemos en España es equivalente, en su terreno, a la crisis anterior de los medios de comunicación. Es decir, lo que Pablo Iglesias acaba de demostrar es que para hacer política ya no se necesitan grandes estructuras partidarias.

Se podrá decir, y es cierto, que una cosa es hacer política en unas elecciones europeas, con distrito único, y otra muy distinta es hacerla, por ejemplo, en una campaña para elecciones municipales, pero nada de eso desmiente la tesis anterior: los esquemas tradicionales de la política han cambiado. Y que un sociólogo como Arriola redujera el fenómeno a una cuestión de frikis sólo reafirma el desnorte de los aparatos de los partidos ante la nueva realidad.

Por supuesto que Pablo Iglesias no es el causante del desmoronamiento de la política tradicional, porque eso sería confundir la parte con el todo, la consecuencia con la causa. La crisis de la política viene de antiguo y se ha ido parcheando con vagas promesas de apertura a la sociedad que nunca han prosperado; la crisis viene del anquilosamiento de la clase política, de la mediocridad de muchos de sus dirigentes, sin experiencias al margen del cargo público; la crisis de la política procede del estatus exagerado, indecente, de un puñado de políticos que le ponen el sello de privilegio a todos los demás que están en política; la crisis de la política deriva, en fin, de la corrupción transversal que engarza a los principales partidos.

Mucho se ha legislado, y se sigue legislando, para frenar la corrupción, pero lo que no se toca es lo fundamental, el funcionamiento interno de los partidos políticos tradicionales que provoca, fomenta y general la corrupción. Mucho se ha legislado, pero lo que jamás se ha oído en España es una autocrítica sincera sobre el origen de la corrupción en la política española. Lo cual lleva siempre a un círculo vicioso, que es en el que sigue atrapada la clase política española. Meras reformas legales cosméticas que no afectan al fondo del problema. Cambia el asfalto, se pintan las aceras, pero las cañerías siguen intactas.

Pablo Iglesias es un experto en lo suyo, comunicación, redes sociales y ciencias políticas, que vende recetas políticas del siglo XIX con técnicas del siglo XXI. Eso es lo extraordinario. No dice nada distinto de lo que lleva años defendiendo Izquierda Unida (en un debate sería imposible diferenciarlo de Alberto Garzón, por ejemplo), pero el envoltorio con el que ofrece Pablo Iglesias ese mismo producto revoluciona el mensaje hasta convertirlo en novedoso.

Jamás se altera, habla de forma pausada, y cada ataque que recibe, cada ataque que busca, cuando más agresivo, mejor porque lo multiplica al instante con el eco infinito de las redes sociales. Es el 'efecto Streisand', como ya se detalló en este periódico, que el líder de Podemos maneja con extraordinaria habilidad.

Como dicen los expertos en medios de comunicación, el mensaje ya no se transmite por una sola pantalla, sino por varias y de forma simultánea. Televisión, radio y prensa conectadas siempre a las redes sociales con los receptores clásicos que se suman ahora a ordenadores, móviles y tabletas. Esa capacidad de comunicación, de movilización, ha convertido los mítines, las ruedas de prensa, las visitas a los mercados repartiendo propaganda durante las campañas electorales en un vejestorio inservible. Sencillamente, ya no funciona.

Al lado de todo eso, de esa nueva realidad, un elemento más: el mensaje en sí mismo. La política tradicional languidece con discursos previsibles, en los que prevalece lo políticamente correcto y que, a menudo, no abordan los problemas reales de los ciudadanos. Parece como si en los partidos tradicionales los dirigentes políticos hubieran perdido la capacidad de mirar a los ojos a los ciudadanos, de tratar de asuntos que les preocupan y de ofrecerles soluciones creíbles. También ahí está pescando con habilidad el líder de Podemos. Ríos de demagogia antigua que, ofrecida en odres nuevos, se hace más efectiva.

Pablo Iglesias la ha liado porque es quien mejor ha representado la crisis de la política tradicional. Porque ha sabido conectar con un lenguaje distinto, maneras distintas y estrategias de comunicación distintas. Los frikis son aquellos se creen que este fenómeno se lo lleva el viento. Porque si no espabilan, el pollito se comerá el alpiste de la mesa y saltará con fuerza como el nuevo gallo del corral.

Lo habrán visto. Merce, la madre de June, está sorprendida. Grabó a su hija en vídeo mientras pintarrajeaba unos folios en la mesa de camilla con su bata azul de nubes blancas. A su lado, encima de la mesa, un pollito comía alpiste. Grabó el vídeo, se lo envió a algunos de la familia por WhatsApp, de ahí pasó a YouTube, y dos días después, cuando se despertó, Merce contempló asombrada que ella, su hija y el pollito se habían convertido en el último fenómeno viral de las redes sociales. Miles, cientos de miles de visitas, entrevistas en las televisiones, reportajes en los periódicos de toda España y noticias en la radio.

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