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Bernat Soria, mi inútil de 2014
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Javier Caraballo

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Bernat Soria, mi inútil de 2014

La picaresca se puede dibujar a veces en un triángulo de intereses cruzados. Un ejemplo que tomo prestado: “La niña quería un novio, la madre quería

Foto: Fotografía de archivo del exministro de Sanidad Bernat Soria. (EFE)
Fotografía de archivo del exministro de Sanidad Bernat Soria. (EFE)

La picaresca se puede dibujar a veces en un triángulo de intereses cruzados. Un ejemplo que tomo prestado: “La niña quería un novio, la madre quería un marqués, el marqués quería dinero, ya están contentos los tres”. La expresión, que tiene su arraigo en la burla callejera del franquismo, cuando se apañó el matrimonio de la hija del dictador con el marqués de Villaverde, la rescató hace unos años uno de los cirujanos cardiovasculares más eminentes de España, el doctor Norberto González de Vega, para expresar la indignación de muchos investigadores y científicos españoles, pasmados ante el ascenso a la fama de la política de Bernat Soria.

Verán, antes de que Zapatero lo nombrase ministro de Sanidad (duró poco, algo menos de dos años, 2007-2009, con unas elecciones de por medio), el científico valenciano ya había aterrizado en Andalucía. Como el Gobierno andaluz, entonces presidido por Manuel Chaves, lanzaba continuas líneas de confrontación con el Ejecutivo de Aznar, Bernat Soria llegó a Andalucía con el encargo de avanzar la investigación con células madre “al límite de lo legal”, ante las reticencias de los populares de fomentar esas investigaciones.

Eso fue en 2002, y dos años después ya recibió la Medalla de Andalucía por sus méritos de investigación, aunque, obviamente, nada había avanzado en lo suyo. En 2005, otro salto: se creó para su mayor gloria el Centro Andaluz de Biología Molecular y Medicina Regenerativa, también con gran despliegue de incienso: “Damos otro gran salto sin precedentes en España”, dijo Chaves.

Para los profesionales de la medicina y los científicos serios, que pasaban y pasan enormes dificultades por la precariedad de medios en España, el absurdo burocrático y la politización de las universidades, todo esto los hunde un poco más en el desánimo. Como el doctor González de Vega que, inútilmente, intentaba alertar del engaño a los enfermos, de las falsas esperanzas que se generaban, cuando sólo se trataba de una operación de propaganda política:

“Frente a opiniones tan autorizadas como la del doctor Izpisúa, posiblemente el español con más experiencia en este campo, y que afirma textualmente que ‘estamos todavía lejos de que la terapia con células madre sea una realidad clínica y decir que pronto curaremos enfermedades o crearemos órganos es una frivolidad’; frente a eso, nuestros nuevos pícaros no se cansan de declarar que la cura de la diabetes, el párkinson o el alzhéimer están a la vuelta de la esquina gracias a sus investigaciones”.

Pero nada. Zapatero, ya presidente, se entusiasmó tanto con la idea que un par de años después se llevó a Bernat Soria al Gobierno, también obviamente sin haber avanzado nada en la investigación en Andalucía. “Nada puede ser más moral que preservar la salud, curar la enfermedad y evitar el sufrimiento y el dolor”, decía Zapatero. Y Bernat Soria, reponía, modesto: “Si me dedico a la ciencia, y a este tipo de investigación en particular, con evidentes implicaciones médicas, es precisamente porque tengo un fortísimo sentido ético”.

Moral y ética. A los dos años, como queda dicho, Zapatero lo destituyó. Bernat Soria, evidentemente, se volvió otra vez a Andalucía y dos meses después de dejar el Gobierno lo nombraron, esta vez, director del Departamento de Células Troncales del Centro Andaluz de Medicina Biomolecular y Medicina Regenerativa.

Lo más interesante de todo esto es que acaba de conocerse ahora un informe de la Cámara de Cuentas de Andalucía en el que denuncia el dineral desproporcionado que se le concedió a Bernat Soria, retribuciones “superiores a las establecidas en la tabla retributiva del personal científico”. En concreto, 170.438,51 euros brutos anuales. Y dice otra cosa más la Cámara de Cuentas: que Bernat Soria no llegó solo a Andalucía, sino que también se le concedió un puesto a dedo a su esposa como directora de la Biblioteca Virtual del Sistema Sanitario Público Andaluz.

Cuando Bernat Soria fue nombrado ministro, un apreciado colega, Arcadi Espada, ya le sacó los colores al demostrar que falsificó su currículum, con trolas tan burdas como que había sido decano de la Facultad de Alicante, y no lo fue; que se autoexilió en Singapur para poder seguir investigando, y sólo fue profesor visitante de la National University of Singapur durante un par de semanas; que trabajó codo con codo con un premio nobel de Medicina, y no hay ni rastro documental; o que le concedieron la Medalla de Oro de la Real Academia de Medicina, que tampoco es verdad.

Pero no pasa nada: ayer mismo, el Gobierno andaluz defendió que Soria representa “una investigación fundamental, una política señera de la Junta de Andalucía que viene a paliar los efectos de enfermedades que son muy dañinas y que producen muchos sufrimientos en las personas que las padecen”.

Así, que nada. Como es tradición aquí señalar todos los años, justo cuando acaba la campaña de la declaración de la renta, a un inútil público, parece claro que el doctor Soria reúne los méritos suficientes para tal condecoración, tan virtual como las otras que posee en su currículum. Sólo que esta, la de inútil público, nace de un acto de rebeldía civil. Porque en el sablazo de Hacienda se citan los dos extremos de la ciudadanía, la obligación de pagar y derecho a recibir en el futuro mejores prestaciones. Y es de ahí, precisamente, de donde surge la idea de utilizar la declaración de la renta como espita de la rebeldía social.

¿Qué pasa cuando se tiene la certeza de que el dinero que sale de mi bolsillo no va a parar a ninguna mejora, ninguna modernización, ningún derecho, sino que se pierde en el mantenimiento de un inepto, de un aprovechado? Se trata, en definitiva, de crear una relación directa, un vínculo visible entre el contribuyente y el inútil público, el dinero que sale del bolsillo y la nadería en la que se despilfarra. Ponerle cara, nombre y apellidos. "Este es el inútil público al que mantengo cada año...". Como si, al lado de la casilla de la Iglesia, se incluyera otra con este desahogo social. Y de dos trazos, zas y zas, poner el nombre: Bernat Soria, mi inútil público 2014.

La picaresca se puede dibujar a veces en un triángulo de intereses cruzados. Un ejemplo que tomo prestado: “La niña quería un novio, la madre quería un marqués, el marqués quería dinero, ya están contentos los tres”. La expresión, que tiene su arraigo en la burla callejera del franquismo, cuando se apañó el matrimonio de la hija del dictador con el marqués de Villaverde, la rescató hace unos años uno de los cirujanos cardiovasculares más eminentes de España, el doctor Norberto González de Vega, para expresar la indignación de muchos investigadores y científicos españoles, pasmados ante el ascenso a la fama de la política de Bernat Soria.

Bernat Soria