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¿Dónde vas, Susana Díaz?
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Javier Caraballo

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¿Dónde vas, Susana Díaz?

Todo empieza tras el fiasco socialista en las elecciones europeas. La presidenta andaluza fue la primera en forzar a Rubalcaba a presentar la dimisión como secretario

Foto: El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, y la presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz (EFE)
El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, y la presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz (EFE)

Todo empieza tras el fiasco socialista en las elecciones europeas. La presidenta andaluza fue la primera en forzar a Rubalcaba a presentar la dimisión como secretario general y convocar un congreso extraordinario del PSOE. Susana Díaz lo hizo pensando en que esa era su oportunidad para ser elegida la nueva líder del PSOE, pero no de cualquier forma, sino por aclamación; la salvación que acudía a sacar al partido socialista del marasmo en el que se encuentra tras la debacle del zapaterismo.

El plan se puso en marcha, de hecho, y varios secretarios regionales del PSOE le ofrecieron decididos su apoyo, pero todo se truncó cuando Rubalcaba decidió saldar cuentas pendientes. En vez de un congreso de aclamación, estableció una competencia pública y directa entre los diferentes candidatos mediante unas elecciones primarias para que el cargo de secretario general del PSOE lo eligieran por primera vez los militantes. Eduardo Madina, que era el principal referente de la ‘zancadilla’ a Susana Díaz, pasó a convertirse en el enemigo a batir. Y Pedro Sánchez, que hasta entonces no contaba, se convirtió en el instrumento útil, en la solución idónea para derrotar a Madina.

Sin el apoyo, casi en bloque, de la agrupación socialista andaluza, y de otras federaciones del PSOE en las que Susana Díaz ejerce una notable influencia, Pedro Sánchez no sería secretario general del PSOE. Es así. Sencillamente. Se diría, por tanto, que la jugada política le salió a la perfección a la presidenta andaluza si no fuera porque, como estamos viendo en los últimos meses, parece que Susana Díaz tiene la necesidad de recordar periódicamente cuál es exactamente su poder dentro del PSOE y, por añadidura, que el liderazgo de Pedro Sánchez sólo es prestado.

En el poco tiempo que ha transcurrido desde la elección de Pedro Sánchez como secretario general, no ha habido ni un solo mes en el que no se hayan aireado las tensiones entre ambos, siempre por las diferencias públicas o internas que trasladaba Susana Díaz. Cada vez que la presidenta andaluza ha podido hacer una declaración, un guiño o una foto que pudieran interpretarse como un desafío a Pedro Sánchez, lo ha hecho.

Para muchos en el entorno de Susana Díaz, y así lo van diciendo en algunas reuniones ejecutivas del PSOE andaluz, Pedro Sánchez no es más que “un George Clooney”. Dicen que ha sido la propia Susana Díaz la autora del mote, pero la cuestión principal es que con ese desdén se refieren a Pedro Sánchez en la agrupación socialista de Andalucía. No más que un secretario general interino, un paréntesis que espera la llegada de la única líder auténtica, Susana Díaz Pacheco.

“A veces parece que se ha vuelto loca; está cometiendo errores que no son propios en ella, acaso por precipitación”, dicen algunos en el PSOE andaluz. Lo dicen por la ambición desmedida que demuestra para ocupar otros cargos sin centrarse en el principal centro de poder que tiene garantizado, la Presidencia de la Junta de Andalucía. Y resaltan la absurda maniobra de moverle la silla a un secretario general que ella misma ha puesto. Incluso en el supuesto de que se llegue a la conclusión de que Pedro Sánchez es un bluff, no hay otra responsable que aquella que lo ha impulsado hasta el liderato.

Dicho de otra forma, ¿cómo va a justificar Susana Díaz que en su día utilizó a Pedro Sánchez sólo para derrotar a Madina, pero que nunca ha creído que sea un buen secretario general del PSOE? Esos son los movimientos internos que, como ha advertido ya un veterano como Manuel Chaves, pueden ser letales para el PSOE en estos momentos, acosado como está por Podemos y por el desgaste electoral que arrastra desde hace cuatro años.

El problema principal para Susana Díaz es que ella misma se puede ver atrapada en la dinámica interna de desgaste de Pedro Sánchez que ha propiciado, a veces, y jaleado, en otras ocasiones. Se puede ver atrapada si es que no le ha ocurrido ya, porque, tanto si se presenta a las elecciones generales como si se mantiene en la Junta de Andalucía, las contradicciones afloran por todos lados.

Abandonar la Junta de Andalucía sin ni siquiera haber ganado unas elecciones autonómicas (que nunca se olvide este detalle, que sustituyó a Griñán, ‘quemado’ por los ERE) es un arriesgado salto en el vacío, pero mantenerse en la política andaluza después de haber amagado durante tanto tiempo con dar el salto puede acabar pinchando el aura de ‘gran esperanza de la izquierda’ que se ha ganado hasta ahora. En medio de todo, que no es una cuestión menor sino la principal, la inestabilidad generada en el Partido Socialista por un interés exclusivamente personal. Susana Díaz, en fin, puede haber metido al PSOE en una espiral imposible y en el peor momento.

Hace un año, por estas fechas, Susana Díaz, que sólo llevaba unos meses como presidenta, se fue a dar su discurso de Fin de Año allí donde ningún otro presidente se había atrevido a dirigirse. Ni la sencillez de un despacho, la modestia de una mesa de trabajo o la humildad de un belén en el último estante de la biblioteca; Susana Díaz se fue directa a uno de los mayores centros de poder que han conocido los tiempos, la Alhambra, el símbolo principal de Al Andalus; la fortaleza en la que Carlos V se hizo un palacio a la medida de un rey que llevaba el título de emperador del Sacro Imperio Romano Germánico. Allí, de pie, en el patio de los Leones, dio su primer discurso de Fin de Año.

Este año, la presidenta andaluza cambia de fortaleza. Desde la Alcazaba de Almería, la mayor ciudadela construida por los árabes en España, renovará su potente imagen de poder ante los andaluces. ‘Imagen de poder’; el problema de Susana Díaz es que ése es su único balance hasta el momento.

Todo empieza tras el fiasco socialista en las elecciones europeas. La presidenta andaluza fue la primera en forzar a Rubalcaba a presentar la dimisión como secretario general y convocar un congreso extraordinario del PSOE. Susana Díaz lo hizo pensando en que esa era su oportunidad para ser elegida la nueva líder del PSOE, pero no de cualquier forma, sino por aclamación; la salvación que acudía a sacar al partido socialista del marasmo en el que se encuentra tras la debacle del zapaterismo.

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