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La décima de Sánchez Gordillo
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Javier Caraballo

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La décima de Sánchez Gordillo

Sánchez Gordillo arrastra desde hace tres años un delicado estado de salud. Y sin embargo, casi a regañadientes, el emblema de Marinaleda ya ha anunciado que se presenta por décima vez a alcalde

Foto: Juan Manuel Sánchez Gordillo, tras una sesión de control en el Parlamento de Andalucia. (Efe)
Juan Manuel Sánchez Gordillo, tras una sesión de control en el Parlamento de Andalucia. (Efe)

“Me aprietan”, dice Sánchez Gordillo con un hilo de voz. “Me aprietan los vecinos”, repite otra vez. Acaba de superar una intervención médica para extraerle una piedra del riñón, y el legendario alcalde de Marinaleda atiende brevemente a El Confidencial para confirmar sólo que volverá a presentarse a las elecciones municipales, que será la décima vez que lo haga y que lo hará en solitario, con su propio partido político, una vez que deshizo la integración en Izquierda Unida y que la breve aventura con Podemos no ha pasado de un amago. En el final de su carrera política, porque Sánchez Gordillo, con su imagen clásica de presidente de república comunista perdida en el tiempo y en el espacio, es de esos que quieren morirse con las botas puestas, el líder jornalero recupera las siglas desnudas de su partido, la CUT, Candidatura Unitaria de Trabajadores, para adentrarse en el mandato con el que sumará cuarenta años de gobierno ininterrumpido en Marinaleda, esa utopía subvencionada.

La noticia de su reelección como candidato ha sorprendido, sobre todo, a quienes mejor conocen a Juan Manuel Sánchez Gordillo, por el delicado estado de salud que arrastra desde hace tres años. Y no por la afección renal de estos últimos días. Todo sucedió como si la vida política de este hombre la hubieran escrito los guionistas de una serie televisiva sobre los efectos indeseables del poder. A Sánchez Gordillo lo introdujo su propio personaje en un tobogán acelerado en el que alcanzaría la cima y la nada, la fama y el olvido, la euforia y la depresión. Fue en los primeros años de la crisis, cuando Sánchez Gordillo se convirtió en referente internacional de las protestas sociales que comenzaban a estallar en toda Europa por la severidad de la crisis económica. Aquellos veranos de ‘robacarritos’ lo llevaron hasta la portada del New York Times, consagrado como el nuevo visionario que robaba a las grandes multinacionales de la industria alimentaria para entregárselo a los pobres.

Todo aquello, obviamente, no pasaba de ser una farsa o un guiño simbólico, porque los bancos de alimentos rechazaban esa mercancía robada, que ni siquiera necesitaban, pero a Sánchez Gordillo le sirvió para que el diario neoyorquino lo describiera como “sinónimo en España de la perseguida lucha en defensa de los pobres en el ámbito rural". De la cima descendió en poco tiempo a la nada, cuando se hicieron habituales sus ‘acciones de lucha’ y dejó de ser noticia. Sánchez Gordillo cayó entonces en una depresión que no ha superado. Y que llevó a pensar a muchos de los suyos en su retirada definitiva de la política activa. “Yo no quería repetir, estaba dispuesto a dejarlo, pero me aprietan mucho los vecinos. Son ellos los que me piden que me presente, que siga”, dice Sánchez Gordillo. Su compañero Diego Cañamero, que lidera con él el movimiento jornalero, lo ratifica: “Los vecinos de Marinaleda lo ven como un símbolo, un padre espiritual, y no quieren que se vaya”. En definitiva, que aunque ni siquiera vaya por el ayuntamiento, ni tenga nada que ver con la gestión del municipio, Sánchez Gordillo seguirá figurando como emblema, un estandarte que preside el despacho de la Alcaldía.

Lo que también confirma Cañamero, más pegado a la dirección del sindicato y del partido político de los jornaleros, es que la decisión de la CUT ha sido la de dar libertad a sus alcaldes para que se presenten a las elecciones en coalición con las fuerzas políticas surgidas en torno a Podemos o en solitario. Y en el caso de Marinaleda, Sánchez Gordillo confirma que irá en solitario, confirmando el distanciamiento progresivo. Por un lado, porque los dirigentes nacionales de Podemos sostienen que su estrategia de crecimiento electoral se ve frenada por el extremismo de los dirigentes jornaleros. Y por otro lado porque Sánchez Gordillo se muestra profundamente decepcionado con “las políticas centralistas” de Pablo Iglesias.

En el último acto público al que asistió, a finales de febrero, por un premio que le concedieron en Málaga a su trayectoria sindical, el alcalde de Marinaleda detalló su visión sui generis de la lucha de clases y los movimientos nacionalistas. “Nacionalismo e internacionalismo son dos caras de la misma moneda, no son incompatibles. Nacionalismo es una forma concreta de lucha de clases. Cuando yo lucho por Andalucía, lucho por la clase obrera (…) Nunca habrá nacionalistas de derechas. No puede haberlo porque la patria es el bien común y el capitalista la única patria que tiene es su bolsillo”. A partir de ahí, lo que Sánchez Gordillo interpreta es que Podemos representa una amenaza para los movimientos soberanistas que defiende, y los partidos independentistas como Bildu o Esquerra Republicana, que simbolizan la ‘lucha de clases nacionalista’ que defiende. “Podemos, que parece que es la nueva fórmula que lo arregla todo, tiene un discurso centralista. Por eso es tan importante que todo esto se entienda en Izquierda Unida, de la que yo me consideraré hermano hasta el día que me muera”, sostuvo Sánchez Gordillo.

“Todo esto es mejor que lo hablemos un día más tranquilo, aquí en el pueblo”, dice ya al final Sánchez Gordillo, con la débil voz que le ha dejado la afección renal. Y otra vez repite que son sus vecinos quienes lo empujan, lo animan a presentarse de nuevo. “Me aprietan, sí, me aprietan”. La décima de Sánchez Gordillo está, por lo tanto, al caer, porque nada hay más previsible en unas elecciones que la mayoría absoluta de Marinaleda. Esa especie de república subvencionada con un líder barbudo que se declara “comunista como Cristo, Gandhi y Carlos Marx”.

“Me aprietan”, dice Sánchez Gordillo con un hilo de voz. “Me aprietan los vecinos”, repite otra vez. Acaba de superar una intervención médica para extraerle una piedra del riñón, y el legendario alcalde de Marinaleda atiende brevemente a El Confidencial para confirmar sólo que volverá a presentarse a las elecciones municipales, que será la décima vez que lo haga y que lo hará en solitario, con su propio partido político, una vez que deshizo la integración en Izquierda Unida y que la breve aventura con Podemos no ha pasado de un amago. En el final de su carrera política, porque Sánchez Gordillo, con su imagen clásica de presidente de república comunista perdida en el tiempo y en el espacio, es de esos que quieren morirse con las botas puestas, el líder jornalero recupera las siglas desnudas de su partido, la CUT, Candidatura Unitaria de Trabajadores, para adentrarse en el mandato con el que sumará cuarenta años de gobierno ininterrumpido en Marinaleda, esa utopía subvencionada.

Juan Manuel Sánchez Gordillo