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Javier Caraballo

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Los Clinton de Podemos

De los grandes triunfos de Podemos en las elecciones municipales, este de Cádiz es el más desconcertante. O el más interesante para analizar desde el punto de vista político y sociológico

Foto: La secretaria general de Podemos en Andalucía, Teresa Rodríguez acompañada de José María González Santos, "Kichi", su pareja. (EFE)
La secretaria general de Podemos en Andalucía, Teresa Rodríguez acompañada de José María González Santos, "Kichi", su pareja. (EFE)

Lo normal de Cádiz es que pronto le pusieran un apodo a la pareja. Y ha sucedido con la desenvoltura natural que da la ciudad con más paro y más gracia por metro cuadrado. Los ‘Clinton de Cádiz’ han empezado a llamar ya a Teresa Rodríguez y a su pareja, José María González, el Kichi, una extraña dislexia familiar que convirtió el diminutivo ‘chiqui’ en ‘quichi’. Lo de la ‘k’ de Kichi debe ser posterior, una corrección de lenguaje ideológico, para hacerlo más revolucionario.

La cosa es que Tere y Kichi ya son ‘los Clinton de Cádiz’ y han irrumpido en el panorama sociológico de la ciudad con la misma naturalidad con la que en los carnavales, uno tras otro, se reunían los gaditanos en el Falla para cantarle a la alcaldesa “Teo, Teo, Teo, que hasta el nombre lo tienes feo”, y luego la votaban a ciegas. Cinco mayorías absolutas consecutivas de Teófila Martínez que se quiebran ahora sin que nadie sepa exactamente por qué. No hay más paro en Cádiz, ni más corrupción, ni menos empresas, ni menos subsidios, ni menos futuro que el de todos estos años atrás, pero la ciudad, sin que nadie sepa exactamente por qué, ha decidido echarse en brazos de los Clinton. Y eso es lo interesante de todo esto. ¿Por qué ahora Cádiz se ha podemizado?

¿De qué vive Cádiz? De los servicios turísticos, de las subvenciones y de la economía sumergida que está por encima de la media española

Es interesante hacerse la pregunta porque no debe haber ni un solo trimestre en los últimos decenios en los que la provincia de Cádiz no figure en todas las estadísticas como la provincia con más paro de España y, por añadidura, de Europa. En el último recuento del Instituto Nacional de Estadística, de abril pasado, un 42 por ciento de paro en la provincia. Sólo en comparación con Guipúzcoa, que no hace falta salir de España, Cádiz cuadruplica el número de parados. Un 13,74 por ciento de paro en la ciudad vasca y un 42,05 de paro en la andaluza.

“El paro continúa empadronado en Cádiz”, titulaba un periódico local para resumir las últimas estadísticas de empleo, que ya a nadie sorprenden. Tampoco hay novedad en el declive económico de la provincia, porque hace años que los proyectos industriales de la Bahía, los pocos pilares en los que se sustentaba, se fueron cayendo, uno tras otro, como fichas de dominó.

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La industria naval o la automovilística hace años que sólo se pueden encontrar en las plazas soleadas de los lunes al sol. La industria aeronáutica siempre fue una promesa o una zanahoria. Y la agricultura se quedó en las canciones de Carlos Cano. ¿De qué vive, entonces, Cádiz? De los servicios turísticos, de las subvenciones y de la economía sumergida, que también en esta provincia, como puede parecer lógico, está por encima de la media española: a más paro en España, más empleo oculto. A principios de año, en la última estimación de Gestha, el sindicato de técnicos de Hacienda, la economía sumergida en Cádiz podía situarse a principios de año en el 30 por ciento del PIB, unos 6.000 millones de euros. Esos mismos técnicos consideran que los valores razonables de la economía sumergida deben estar entre el 6 y el 8 por ciento del PIB.

La cosa es que Tere y Kichi ya son ‘los Clinton de Cádiz’ y han irrumpido en el panorama sociológico de la ciudad con total naturalidad

Nada ha cambiado en la capital gaditana, ni la realidad ni las expectativas, salvo la decisión de una buena parte de su electorado de ponerse en manos de esta pareja que ahora han apodado ‘los Clinton’ de Cádiz. Dos profesores que se conocieron en el sindicato Ustea, porque los dos están liberados desde hace varios años, y que van a conquistar la alcaldía con “las fuerzas del cambio”, como dicen ellos, y pocas promesas concretas, más allá de auditorías, los planes participativos y los presupuestos participativos. Promesas de más inversiones públicas, que ya irá recortando el Plan de Ajuste municipal, y ambiciones internacionales, casi literarias, por ser Cádiz quien es y estar donde está, en un “puesto de privilegio para las relaciones no solo con Iberoamérica, sino también con África”, como dice Kichi.

De los grandes triunfos de Podemos, con sus satélites acordados, en las elecciones municipales, estede Cádiz es elmás desconcertante de todos. O elmás interesante para analizar desde el punto de vista político y sociológico. Ni la victoria de Ada Colau ni la irrupción contundente de Manuela Carmena en Madrid. Cádiz, porque habrá que darle explicación al fenómeno de una ciudad que durante tantos años ha arrastrado la misma realidad y ahora, de repente, se podemiza. No hay más paro en Cádiz, ni más corrupción, ni menos empresas, ni menos subsidios, ni menos futuro que el de todos estos años atrás, si acaso un puente por inaugurar, el puente del ‘segundo centenario’, que como todo en Cádiz llega con varios años de retraso, y que ahora Kichi piensa inaugurar con una foto con los trabajadores y su vara de alcalde. En carnaval dirían que le han dado cajonazo a Teófila en las elecciones. Y como si fuera eso, una final del Falla, han cambiado a la "Teo, Teo, Teo, que hasta el nombre lo tienes feo"por Kichi, que es un chiqui con dislexia familiar.

Lo normal de Cádiz es que pronto le pusieran un apodo a la pareja. Y ha sucedido con la desenvoltura natural que da la ciudad con más paro y más gracia por metro cuadrado. Los ‘Clinton de Cádiz’ han empezado a llamar ya a Teresa Rodríguez y a su pareja, José María González, el Kichi, una extraña dislexia familiar que convirtió el diminutivo ‘chiqui’ en ‘quichi’. Lo de la ‘k’ de Kichi debe ser posterior, una corrección de lenguaje ideológico, para hacerlo más revolucionario.

Cádiz Teresa Rodríguez