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Andalucía olvida a Blas Infante
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Javier Caraballo

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Andalucía olvida a Blas Infante

El acto conmemorativo se ha ido arrinconando de tal forma que este año no ha sido ya ni noticia

Foto: La presidenta de la Fundación Blas Infante, María de los Ángeles Infante García, coloca un ramo de flores a los pies del monumento. (EFE)
La presidenta de la Fundación Blas Infante, María de los Ángeles Infante García, coloca un ramo de flores a los pies del monumento. (EFE)

Blas Infante ya es una calle más. O una plaza. Tiene nombre de biblioteca o de colegio, pero de ahí no pasa en el pensamiento colectivo de los andaluces porque aquel que recibe el título de “Padre de la Patria Andaluza” ha quedado reducido con el paso de los años a una mera referencia en el callejero. Blas Infante fue una bandera de conveniencia para la mayoría de las fuerzas políticas andaluzas, sobre todo para el partido hegemónico de la región, el PSOE, que una de las primeras cosas que aprendió en esta democracia española fue que las tensiones territoriales constituían las más eficaces estrategias de desgaste, de acoso y de derribo del adversario político.

El laboratorio andaluz fue el primero en el que se experimentó y fue donde los socialistas se toparon con Blas Infante, hasta entonces patrimonio exclusivo de los nacionalistas andaluces, los andalucistas de Rojas Marcos. Y tan eficaces, tan provechosos fueron los resultados, que aquella comunión política, un socialismo andalucista, todavía funciona en Andalucía como fórmula política mayoritaria.

El olvido de Blas Infante ha sido una secuencia, como todo. Primero fue institucional, va desapareciendo de los discursos salvo alguna vaga referencial ornamental, luego va suprimiéndose como referencia política, como ideal de unas mayores exigencias de autogobierno, y finalmente se va a abandonando en los actos institucionales. Y en la misma secuencia, cada paso se va aparejando con el progresivo olvido social hasta no significar más que una dirección postal. Lo ocurrido este mes de agosto, por ejemplo, que es cuando se conmemora el fusilamiento de Blas Infante, en la madrugada del diez de agosto de 1936. Un día como ese, en justa correspondencia con el título de “Padre de la Patria Andaluza”, tendría que ser para la clase política que lo colocó en ese pedestal como la ‘Diada’ andaluza o el ‘Aberri Eguna’ andalucista. Pero el acto se ha ido arrinconando de tal forma que este año no ha sido ya ni noticia.

En Andalucía el PSOE ha fagocitado a Blas Infante después de haberlo utilizado, y lo ha reducido a un lugar destacado en el anaquel autonómico

Ante un puñado de andalucistas incondicionales y de algunos de los diputados más novatos del Parlamento andaluz, como la líder de Podemos, Teresa Rodríguez, y los miembros envejecidos de la Fundación Blas Infante, como su hija María de los Ángeles Infante, se depositaron algunos ramos de flores en el monumento que recuerda el lugar donde cayó fusilado y cantaron el himno. Tan penoso debió parecerle el acto a María de los Ángeles Infante que, después de reclamar que la memoria de su padre no cayese en el olvido, recordó una de sus frases más célebres: "Andalucía es la tierra más alegre con los hombres más tristes".

¿Se trata de reivindicar la figura de Blas Infante? No exactamente; de lo que se trata es de constatar la utilización y el abandono de una figura histórica. De lo que se trata es de resaltar el oportunismo político del que se hablaba antes. Esa estrategia que empezó a ensayarse en Andalucía, esa agitación periódica del modelo territorial, y que ha tenido las consecuencias que ha tenido para la cohesión territorial española. Sólo eso porque, por lo demás, lo ocurrido con Blas Infante sirve de ejemplo para explicarnos, a la inversa, lo que ocurre en otras autonomías. Dicho de otra forma: qué hubiera ocurrido en Andalucía, o en España, si en los últimos treinta años, en vez de una retirada progresiva de los perfiles nacionalistas, se hubiera producido el fenómeno contrario, la exacerbación constante de los valores nacionalistas.

Treinta años de sembrar la diferencia en las escuelas con Blas Infante como referencia icónica, mártir de la opresión española contra Andalucía, treinta años de enseñanzas andalucistas, sin que exista otro río más importante en el mundo que el Guadalquivir, ni otra historia más prolija que la andaluza, ni otra explotación más sangrante que la que han padecido los andaluces. Treinta años de Al Andalus como único horizonte histórico de los andaluces. ¿Cómo serían las generaciones de andaluces de hoy? ¿Acaso independentistas? ¿Es justo eso lo que ha ocurrido en Cataluña? O en las ikastolas vascas…

En el caso de Blas Infante, además, sí existen motivos históricos para haberlo considerado mártir, porque él si fue fusilado por sus ideas andalucistas

En el caso de Blas Infante, además, sí existen motivos históricos para haberlo considerado mártir, porque él si fue fusilado por sus ideas andalucistas en cuanto estalló la Guerra Civil. Y lo mismo que en Blas Infante se pueden encontrar referencias ideológicas muy razonables y asumibles de un nacionalismo moderado y solidario (“mi nacionalismo, antes que andaluz, es humano”, dijo), también se podrían haber agitado algunos disparates y desvaríos notables en el pensamiento del ‘padre de la patria andaluza’, como sus coqueteos con el islam y la ensoñación del califato. Un ejemplo sólo: hace unos años, una asociación cultural promusulmana llamada Zawiya distribuyó un vídeo en el que reivindica la figura de Blas Infante como la de “un musulmán andaluz”. Sólo hay que visualizarlo para pensar, y acaso temblar, cuando se constata hasta dónde pueden llegar algunos desvaríos territoriales en España.

En fin, que lo que sí es una evidencia es que en Andalucía el PSOE, como idea política, ha fagocitado a Blas Infante después de haberlo utilizado y lo ha reducido a un lugar destacado en el anaquel autonómico. No ha ido más allá. Como figura política, Blas Infante no existe. Y está bien que todo eso no haya acabado en disparate separatista, pero hay una parte de la vida de ese hombre que nunca se puede olvidar, y menos cada vez que llega este mes de agosto. Porque es verdad que, lejos del símbolo, Blas Infante puede ser un disparate por algunas de las cosas que dejó dichas y escritas.

Lo mejor de la vida de Blas Infante fue su entrega a Andalucía. Ante la injusticia de una región condenada a contemplar la grandeza sólo en las piedras de sus torres, de sus palacios, de sus ruinas, de su historia, Blas Infante quiso rescatar el orgullo de ser andaluces, la necesidad de abrir un camino distinto. La posibilidad de cambiar la historia. El símbolo se completó después con su muerte, su asesinato, en un descampado de Sevilla por los soldados franquistas, fascistas de ojos incendiados por el odio, por el fanatismo, por el cainismo, por el absurdo. Un mes de agosto de hace 79 años fusilaron a Blas Infante. Si alguien pregunta por el nombre de la calle, que sepa quién fue.

Blas Infante ya es una calle más. O una plaza. Tiene nombre de biblioteca o de colegio, pero de ahí no pasa en el pensamiento colectivo de los andaluces porque aquel que recibe el título de “Padre de la Patria Andaluza” ha quedado reducido con el paso de los años a una mera referencia en el callejero. Blas Infante fue una bandera de conveniencia para la mayoría de las fuerzas políticas andaluzas, sobre todo para el partido hegemónico de la región, el PSOE, que una de las primeras cosas que aprendió en esta democracia española fue que las tensiones territoriales constituían las más eficaces estrategias de desgaste, de acoso y de derribo del adversario político.

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