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Los fantasmas de las Azores
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Javier Caraballo

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Los fantasmas de las Azores

Ni George W. Bush ni Durao Barroso han pedido nunca perdón por aquella falsedad. Tampoco José María Aznar. Eso es lo que diferencia a Blair del resto, el perdón

Foto: Tony Blair, George Bush y José María Aznar, durante la cumbre de Las Azores. (EFE)
Tony Blair, George Bush y José María Aznar, durante la cumbre de Las Azores. (EFE)

Los fantasmas de las Azores se aparecen en las noticias cada cierto tiempo porque, como les ocurre a las almas que no descansan en paz, también ellos son almas políticas condenadas a vagar eternamente arrastrando sus penas. Almas en pena. “Pido disculpas”, ha dicho ahora Tony Blair, tantos años después de aquel engaño, o aquella pifia monumental, que ha cambiado el curso de la historia. Lo dice Blair y, aunque ya nadie duda en el mundo de la falsedad de las armas de destrucción masiva que sirvieron como excusa para invadir Irak y defenestrar a Sadam Hussein, su declaración se convierte en noticia destacada porque es, por ahora, el único de aquel trío que ha pedido perdón por el engaño que ha acabado degenerando en el caos de la comunidad internacional que se vive en estos tiempos. Ni George W. Bush ni Durao Barroso han pedido nunca perdón por aquella falsedad. Tampoco José María Aznar. Eso es lo que diferencia a Blair del resto, el perdón.

Lo único que llegó a admitir Bush fue la equivocación, pero lo descargó todo en los servicios de inteligencia de Estados Unidos. “El mayor arrepentimiento de toda mi presidencia tiene que ser el error de Inteligencia en Irak. Mucha gente se jugó su reputación al decir que las armas de destrucción masiva eran una razón para derrocar a Sadam Hussein”, dijo el expresidente de Estados Unidos en una entrevista en diciembre de 2008. Lo mismo vino a decir el entonces primer ministro de Portugal, Durao Barroso, el ‘hombre invisible’ del trío de las Azores, cuando reveló en 2007 que en aquella reunión famosa incluso le pusieron por delante los documentos que probaban la existencia de las armas nucleares: “Yo los vi, los tuve delante y decían que había armas de destrucción masiva en Irak. Eso no correspondía a la verdad”.

Es muy llamativo, o significativo, que de los cuatro, el que se ha pronunciado siempre con más altanería haya sido el expresidente español José María Aznar, quizás quien más trascendencia histórica le concedió a la foto en las Azores: “España estuvo en las Azores porque no pudo participar en el desembarco de Normandía, que es donde debería haber estado”. Cuatro años después, en febrero de 2007, admitió la equivocación, con un punto de socarronería. “No había armas. Ahora yo también lo sé. Tengo el problema de no haber sido tan listo de saberlo antes”, admitió Aznar, precisamente en un acto organizado por el entonces alcalde de Pozuelo, Jesús Sepúlveda, que se presentaba como “un buen amigo” del expresidente. Después, ya ven, pasó lo que pasó. Como con las armas de destrucción masiva, Aznar tampoco fue lo suficientemente listo para saber lo que pasaba con la Gürtel. Pero bueno…

El perdón de Blair lo único que, realmente, demuestra es la extraordinaria irresponsabilidad de ese trío y las consecuencias nefastas que se arrastran luego

La cuestión es que, una vez que Blair ha dado un paso más y ha decidido pedir disculpas, lo siguiente es preguntarnos si sirve de algo pedir perdón o debemos contemplarlo como una mera pose, en sintonía con esta moda tan inane y baldía de pedir perdón por lo que ocurrió hace 500 o 1.000 años. Desde luego, el perdón de Blair solo puede honrarle como persona, como político, sobre todo si se contrasta con la soberbia de otros cuando miran hacia atrás. Pero nada más, el perdón de Blair lo único que, realmente, demuestra es la extraordinaria irresponsabilidad de ese trío y las consecuencias nefastas que se arrastran luego durante décadas.

¿Cómo pudo el mundo estar en manos de gente así, con informes de servicios de inteligencia falsificados? Esa es la desolación amarga a la que se llega. Y sobre todo, ¿cuánto daño ha causado esa mentira de las Azores? ¿Existiría el Estado Islámico si no se hubiera producido la Guerra de Irak? ¿Y estaría la comunidad internacional tal destartalada, casi aniquilada, como lo está ahora para afrontar la mayor amenaza a la que se enfrenta la humanidad?

A ver, por partes. Lo más evidente es que, desde la Guerra de Irak, la comunidad internacional se ha mostrado abiertamente incapacitada para afrontar cualquier problema en la zona, y la retirada progresiva de los ejércitos es la prueba más palpable del fracaso. Lo demás, la vinculación de la Guerra de Irak con la existencia del Estado Islámico, tiene, por desgracia, raíces mucho más profundas en la historia. El desastre al que asistimos se inicia con el diseño caprichoso que se hace de la zona tras la Primera Guerra Mundial y el desmembramiento del Imperio Otomano.

Son fantasmas de hoy porque, como políticos retirados, aún siguen vagando como almas en pena por aquella mentira con la que justificaron una guerra

Lo que comienza ahí por parte de Occidente es una política egoísta y ciega, negra como el petróleo, que, a lo largo de los años transcurridos, ha mantenido siempre la misma estrategia equivocada e incendiaria. Se fomentan y crean países sin tener en cuenta los pueblos y las distintas corrientes del islam. Los enfrentamientos entre chiíes, suníes y kurdos solo han experimentado desde entonces distintos episodios de recrudecimiento en la zona.

La gravedad añadida de la Guerra de Irak del trío de las Azores es que, al menos con el dictador, existía un ‘equilibrio’ en la zona que salta en pedazos con el desmantelamiento del partido Baas de Sadam Hussein. El régimen suní del dictador ajusticiado fue reemplazado por una mayoría chií en Irak, lo que acabó fortaleciendo a Irán, de mayoría también chií, y aumentando la tensión en la zona. Para contrarrestarlo, como ya se admite, desde Estados Unidos y también desde los países del Golfo Pérsico se fomenta a grupos suníes extremos que acabaron degenerando en el Estado Islámico, la principal amenaza de la humanidad en la actualidad. En el medio de todo, la guerra de Siria, consecuencia directa de este cúmulo de atropellos. (Hay un vídeo de dos españoles, que se ha hecho viral, que explica con desenfado y rigor ese complejísimo avispero: ‘La historia de Siria contada en 10 minutos’).

La irracionalidad, la barbarie y el fundamentalismo de los terroristas islámicos no son una invención de Occidente, pero la historia demuestra que a la situación caótica y desesperada de la actualidad se llega por una sucesión de errores tan descomunales como el de la Guerra de Irak, antes, durante y después. Quizá ni el mismo Blair es consciente de la gravedad histórica que supone que él mismo admita que aquella guerra ha degenerado en el Estado Islámico: “Hay elementos de verdad en esa cuestión”, dice ahora, en su perdón tardío.

Los fantasmas de las Azores, aquel trío de cuatro, son fantasmas de hoy porque, como políticos retirados, aún siguen vagando como almas en pena por aquella mentira con la que justificaron una guerra. Fantasmas en el estricto sentido del término, “personas envanecidas y presuntuosas” que envenenaron el mundo con algo “inexistente o falso”. ¿Cómo pudo el mundo estar en manos de gente así? Ese es el desastre que arrastramos.

Los fantasmas de las Azores se aparecen en las noticias cada cierto tiempo porque, como les ocurre a las almas que no descansan en paz, también ellos son almas políticas condenadas a vagar eternamente arrastrando sus penas. Almas en pena. “Pido disculpas”, ha dicho ahora Tony Blair, tantos años después de aquel engaño, o aquella pifia monumental, que ha cambiado el curso de la historia. Lo dice Blair y, aunque ya nadie duda en el mundo de la falsedad de las armas de destrucción masiva que sirvieron como excusa para invadir Irak y defenestrar a Sadam Hussein, su declaración se convierte en noticia destacada porque es, por ahora, el único de aquel trío que ha pedido perdón por el engaño que ha acabado degenerando en el caos de la comunidad internacional que se vive en estos tiempos. Ni George W. Bush ni Durao Barroso han pedido nunca perdón por aquella falsedad. Tampoco José María Aznar. Eso es lo que diferencia a Blair del resto, el perdón.

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