Es noticia
Enchufismo, marca España
  1. España
  2. Matacán
Javier Caraballo

Matacán

Por

Enchufismo, marca España

Es el dedo el que coloca; el dedo que va pasando de político en político, como si fuera el mismo bastón de mando de la alcaldía el que sirviese para señalar a los enchufados. Tú, tú y tú…

Foto: Foto: Corbis Images.
Foto: Corbis Images.

Como estructuras podridas que se superponen, el enchufismo en España atraviesa los siglos. “Quien no tiene un padrino, no se bautiza”, advierte el refranero desde hace tanto tiempo que ya ni se recuerda cuándo comenzó esta inercia asesina de méritos y transparencia. En la última superposición de estructuras, la sociedad española ha adaptado con absoluta fidelidad el enchufismo de la dictadura a la democracia.

Los enchufes del franquismo son ahora los enchufes de los partidos políticos. Lo ha dicho más claro que nadie en España el alcalde socialista de Torre de Juan Abad, un pequeño pueblo de Ciudad Real, sincero hasta la vergüenza ajena en una asamblea de vecinos: “Desde el año 42, que entró mi padre a trabajar al ayuntamiento a dedo, como excombatiente, todos, todos, han entrado igual en el ayuntamiento: ni por bolsas de trabajo ni por exámenes”. Es el dedo el que coloca; el dedo que va pasando de político en político, como si fuera el mismo bastón de mando de la alcaldía el que sirviese para señalar a los enchufados. Tú, tú y tú…

El alcalde de la Torre de Juan Abad explica cómo enchufan a la gente en el ayuntamiento

Hace un par de años, un hijo de emigrantes andaluces en Cataluña, Emilio Castilla, licenciado en Economía, doctor en Sociología y profesor del Massachusetts Institute of Technology, vino a recoger un premio y, como cada vez que ha vuelto, se quedó sorprendido de la solidez del enchufismo en España. El profesor Castilla, un estudioso de la importancia de los sistemas de evaluación y recompensa en el desarrollo de las economías y de las sociedades mismas, encontró que en España, a diferencia de lo que ocurría en otros países, como Estados Unidos, la crisis económica unida al amiguismo ha provocado “un estado de depresión”: desilusión y abatimiento porque al horizonte desesperante del paro se une la certeza de que, antes que la preparación y el mérito, lo más eficaz para encontrar empleo es un buen enchufe.

“Cuando me fui de España, hace 18 años, nunca entendí a quién se contrataba y quién se quedaba en la empresa. La preocupación por el miedo a quedarse en paro me recuerda el sistema de contratación de los latifundios andaluces. Metafóricamente ha cambiado, pero, en términos de gestión, es lo mismo. Ahora solo se piensa en sobrevivir y esto hace que se pierda el sueño de lograr objetivos profesionales, de crecer profesionalmente, de buscar nuevos productos, crear nuevas empresas. Si no invertimos a medio y largo plazo, EEUU, Japón y Alemania dominarán el mercado. Hay que crear buenos métodos de meritocracia en la empresa. La promoción debe hacerse por méritos y no que ascienda el pardillo por sus conexiones, amiguismo o nepotismo”.

Es la coincidencia fatal de los tres factores más señalados de la actualidad laboral en España, las altas tasas de paro, la inestabilidad en el trabajo y la pervivencia del enchufismo, la que nos remite fielmente a esa imagen de latifundio andaluz: los capataces del cortijo que acuden cada mañana a la plaza del pueblo para señalar con el dedo a quien se va a beneficiar de un jornal por la gracia del señorito. La política, cada Administración, ha degenerado, como admitía ese alcalde, en cortijo gobernado por el partido político que ganaba las elecciones. ¿Quién en España no conoce, en su pueblo o en su región, al menos un caso de enchufismo? No porque se lo haya contado nadie, no porque haya salido en los periódicos, sino porque el enchufado es un vecino, un cuñado o un amigo que, desde que se afilió al partido, encontró trabajo.

La coincidencia de las tasas de paro, la inestabilidad en el trabajo y la pervivencia del enchufismo, nos remite fielmente a esa imagen de latifundio andaluz

En Andalucía, por ejemplo, son tantos los colocados en la llamada ‘administración paralela’ de la Junta de Andalucía que el Gobierno llegó al extremo de enchufar por decreto en el sector público andaluz a más de 20.000 personas previamente contratadas en el magma de entes instrumentales. Hace un mes, el Tribunal Constitucional anuló buena parte de aquel ‘decreto del enchufismo’, como se le conoce, pero el Gobierno de Susana Díaz ha decidido seguir adelante. Lo llama “reordenación” del sector público andaluz.

¿Y la propia universidad? ¿No es acaso la universidad española el más claro ejemplo de endogamia y amiguismo? Cuando, al principio de esta legislatura, se encargó un informe sobre la universidad española a un ‘comité de expertos’, trascendió que la endogamia universitaria superaba el 70% de los docentes. Es decir, que hasta el 73% de los docentes en las universidades españolas reúne la peculiar característica de haber conseguido un contrato en el mismo centro en el que estudió y trabajó hasta que se le contrató con carácter indefinido.

Cuando se reduce la competencia, se postergan los requisitos de mérito, crece la endogamia y baja la calidad de forma exponencial

Hasta 1983, la selección del profesorado estaba centralizada en España: Se convocaba una oposición única por áreas y los docentes elegían centro a partir de los resultados obtenidos. Los mejores, elegían antes. Desde que se derogó ese sistema, lo que han proliferado han sido las denuncias por amiguismo en los tribunales de cada universidad. Cuando se reduce la competencia, se postergan los requisitos de mérito, crece la endogamia y baja la calidad de forma exponencial. “Más de la mitad (el 57,6%) del personal docente e investigador tiene una actividad investigadora nula o casi inexistente”, se señalaba en el citado informe del ‘comité de sabios’. Cada vez que se ha querido volver al sistema anterior de contratación centralizada, las universidades se han movilizado para abortarlo.

La política, la universidad, la empresa… ‘Enchufismo, marca España’. Qué gran ironía del destino que haya sido precisamente en Torre de Juan Abad, donde tanto tiempo pasó, escribió y padeció Francisco de Quevedo, donde se haya obtenido este documento excepcional del enchufismo en España para parafrasearlo ahora y decir con él que “todos lo que parecen enchufados, lo son, y, además, también la mitad de los que no lo parecen”.

Como estructuras podridas que se superponen, el enchufismo en España atraviesa los siglos. “Quien no tiene un padrino, no se bautiza”, advierte el refranero desde hace tanto tiempo que ya ni se recuerda cuándo comenzó esta inercia asesina de méritos y transparencia. En la última superposición de estructuras, la sociedad española ha adaptado con absoluta fidelidad el enchufismo de la dictadura a la democracia.

Política