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Andalucía, la que divierte
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Javier Caraballo

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Andalucía, la que divierte

¿Cuántos andaluces han sentido que ellos, a diferencia de otros españoles, tienen que hacer un doble esfuerzo para que se les tome en serio?

Foto: Castañuelas. (EFE)
Castañuelas. (EFE)

Pocos pueblos han tenido tan mala suerte con los tópicos como el pueblo andaluz y, al mismo tiempo, muy pocos pueblos han trabajado tan esforzadamente como el pueblo andaluz para perpetuar esos tópicos por los que se desangra. La resultante es una tenaza de la que es muy difícil escapar porque la mirada despectiva que viene de fuera encuentra su justificación, su contraste, con la pose impostada del andaluz encantado de representar su papel de andaluz tópico.

¿Cuántos andaluces han sentido que ellos, a diferencia de otros españoles, tienen que hacer un doble esfuerzo para que se les tome en serio, por evitar que su mero acento provoque la sonrisa? Y al mismo tiempo, ¿cuántos andaluces ofician encantados de graciosos, de catetos? Esa es la tenaza, andaluces atrapados entre el estereotipo de fuera y el de dentro; andaluces que padecen el tópico permanente, que intentan combatirlo con la seriedad de su trabajo, y que se muerden los puños cuando miran a su alrededor y observan a otros andaluces como ellos, encantados de ejercer de ‘arsa y olé’.

La dificultad, a partir de esta realidad diaria y palpable, está en intentar determinar cómo y por qué se produce esta extraordinaria carambola sociológica en la que los afectados y perjudicados por un tópico acaban asimilándolo como algo propio, natural. Una especie de complejo asumido y enseñoreado. Complejo de inferioridad porque a la falta de seriedad que se apuntaba antes se añaden otros lastres más corrosivos, como el del vago andaluz. Lo sabido es que todo empieza en el XIX, con la imagen que transmiten de Andalucía los ‘viajeros románticos’ ingleses y franceses que visitan la tierra, desde Richard Ford a Prosper Mérimée y luego muchos más.

Vídeo oficial de la Junta de Andalucía para el 28-F

Llegan a España en el primer tercio del siglo XIX y, al pisar Andalucía, quedan fascinados con la tierra y con la forma de ser de sus habitantes. Junto al exotismo de la región, por la belleza del paisaje, por el clima, por el esplendor patrimonial, se comienza a amasar el tópico de dos caras que aún se mantiene. Por una parte, la imagen de Andalucía de toros y flamenco, donjuanes y cigarreras, el mito de la Carmen de Mérimée, en definitiva, que acaba exportándose como imagen de toda España, y por otra la burla del andaluz como un ser inferior.

“El andaluz, medio moro, chispeante y vivaz, constituye la antítesis del grave y correcto castellano viejo. Este lo desprecia y lo considera un sujeto divertido pero poco serio y se burla de su traje de arlequín y de su peculiar dialecto. Y con razón, puesto que en ningún otro sitio está la lengua española más corrompida en su vocabulario y pronunciación”, dejó escrito Ford en 1833.

Quienes te ensalzan, te mortifican; te convierten en símbolo y hazmerreir. Curioso. Y las dos imágenes permanecen en la actualidad, tras su consolidación definitiva en el siglo XX. Por un lado, porque muchos intelectuales como Ortega y Gasset hacen suya la teoría del ‘vago andaluz’ al pensar sobre España y porque los propios andaluces se recrean en el tópico. “Con el turismo de los sesenta los andaluces se ‘andalucean’, porque era la vía de atraer recursos. ¿Flamenco querían? Flamenco les daban”, sostiene el historiador Juan Antonio Lacomba.

En esas, llegamos a la actualidad en la que la sociedad andaluza, como es obvio, nada tiene que ver con la que retrataban los escritores románticos, y sin embargo permanece el espécimen del andaluz del tópico que atraviesa generaciones. Y muchos no se pueden imaginar lo cansino y corrosivo que resulta. Este mismo periódico, El Confidencial, puede servir como ejemplo de ese latir inconsciente y tópico. Hace unos días, uno de los periodistas de El Confidencial en Andalucía, Isabel Morillo, publicó una crónica política de la polémica que hay en esta comunidad sobre el Impuesto de Sucesiones y Donaciones. El título era: “Unos 40.000 andaluces se empadronan al año en Madrid para heredar sin tributar”. Y la foto que se eligió en la redacción central de Madrid era el balcón de una casa sevillana, con varios trajes de flamenca tendidos al sol. ¿Qué tendrá que ver el Impuesto de Sucesiones con la Feria de Abril? Pues eso. Ni siquiera quienes eligieron la foto, compañeros que me merecen todo el respeto profesional -mucho menos El Confidencial- serían conscientes del absurdo porque es un tópico subyacente, inconsciente, el que vincula Andalucía con el jolgorio de forma persistente.

Andalucía, la que divierte, como elogio y como estigma de esta tierra que hoy, 28 de febrero, celebra su Día de Andalucía. Recién muerto el dictador, en Andalucía se extendió como un himno oficioso la canción de un cantautor llamado Pepe Suero, que se llamaba así, “Andalucía, la que divierte”, y en la misma portada del disco ya se alzaba como un grito de rebeldía la composición de un bodegón de tópicos rotos y desparramados. Un jarrón con un clavel rojo, unas castañuelas partidas, el peinecillo destrozado de un traje de flamenca…

Los primeros que aislaron y olvidaron a Pepe Suero, por su personalidad artística crítica e inconformista con Andalucía, fueron las instituciones autonómicas; igual que le ocurrió al propio Carlos Cano, empezaron a incomodar al poder autonómico y fueron apartados. Con el paso de los años, un buen puñado de fieles pelearon por su reconocimiento tardío y, en 2006, le concedieron la medalla de Andalucía. Diez años después, con Pepe Suero ya muerto, está bien rescatar otra vez esa portada, aquel bodegón de tópicos despedazados, y poner el oído para escuchar la flauta de aquel barbudo. “Andalucía, la que divierte,/ llevas de siglos resignación/ y vendes penas a los señores/ que compran risas con tu dolor”.

Pocos pueblos han tenido tan mala suerte con los tópicos como el pueblo andaluz y, al mismo tiempo, muy pocos pueblos han trabajado tan esforzadamente como el pueblo andaluz para perpetuar esos tópicos por los que se desangra. La resultante es una tenaza de la que es muy difícil escapar porque la mirada despectiva que viene de fuera encuentra su justificación, su contraste, con la pose impostada del andaluz encantado de representar su papel de andaluz tópico.

Impuesto de Sucesiones Ortega y Gasset Ford