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El secreto de Braulio Medel
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Javier Caraballo

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El secreto de Braulio Medel

Quizá Braulio Medel ha sido siempre un hombre secuestrado por su estereotipo, o parapetado tras esa imagen de hombre gris

Foto: Fotografía de archivo del presidente de Unicaja, Braulio Medel. (EFE)
Fotografía de archivo del presidente de Unicaja, Braulio Medel. (EFE)

Siempre he imaginado a Braulio Medel como oficinista de banco del siglo XIX. Todo en él acompaña a su estereotipo, la cara, la sonrisa, los silencios, el carácter, la voz, el cuerpo; todo lo suyo conspira de forma permanente contra él para que solo sea posible imaginarlo detrás de una ventanilla, contando billetes, con los manguitos puestos y la visera. En un cómic, sería un ratón de oficina y se llamaría igual, Braulio, porque el nombre también acompaña. Con unas gafas pequeñas en medio de la nariz que le sirven de muro invisible con el mundo exterior: si la misma mirada es hacia abajo, expresa de forma tajante ‘no molestar’, pero cuando los ojillos se incorporan por encima de las gafas significa que te ha concedido 10 segundos para que expongas lo que deseas con rapidez. Quizá Braulio Medel ha sido siempre un hombre secuestrado por su estereotipo, o parapetado tras esa imagen de hombre gris. Como aquel empleado de Pessoa en el que se daba “el curioso fenómeno de que las circunstancias accidentales de su vida se habían ido tallando a imagen y semejanza de la dirección de sus instintos, todos de inercia, de distanciamiento”.

Lo más interesante, de todas formas, es el rendimiento que Braulio Medel le ha sacado a su estereotipo de hombre gris. Con Medel se demuestra que para triunfar en la vida pública hay veces que lo mejor es no ser ni atractivo ni brillante; que en muchas ocasiones la habilidad radica en no hacerse notar. En España, hay pocos profesionales como él que ejerzan con tanta soltura ese tipo de ‘liderazgos de baja intensidad’, como se podrían definir. Es un liderazgo que lo que busca no es el esplendor inmediato de la fama sino el brillo eterno del cargo asegurado. Cuanto menos se figure, mejor; cuanto menos se hable, mejor; cuanto menos se sepa, mejor. Se entiende, por tanto, que solo un gran profesional del liderazgo de baja intensidad es capaz de controlar los tiempos como lo ha hecho Medel en todos estos años, que no son ni más ni menos que 32, para no bajarse nunca de un coche oficial. Entró en 1984 en la Junta de Andalucía, cuando el PSOE de Felipe González acababa de arrasar en las elecciones en toda España, y aún sigue ahí, dispuesto a saltar a partir del 30 de junio al despacho de presidente del Patronato de la Fundación Bancaria Unicaja.

Con Medel se demuestra que para triunfar en la vida pública hay veces que lo mejor es no ser ni atractivo ni brillante; la habilidad radica en no hacerse notar

Nadie en Andalucía, acaso tampoco en España, ha logrado sobrevivir más de tres décadas en ambientes tan hostiles como la política y las finanzas, y Braulio Medel lo ha conseguido manejándose con soltura en los dos. De la misma forma que fue ‘guerrista’ y no sufrió castigo alguno cuando llegaró el tiempo de 'vendetta' dentro del partido, ha sabido despojarse de la chaqueta de político para que se le vea solo como uno de los grandes cerebros de las finanzas en España. En tiempos de Magdalena Álvarez en el Gobierno andaluz, aprobaron una ley para jubilar a los presidentes de cajas de ahorro que más tiempo llevaban en el cargo y Medel, que era el más antiguo de todos, el único presidente que ha conocido la entidad que dirige, logró sortear todos los plazos, prescripciones y zancadillas, mientras contemplaba cómo iban cayendo los demás, uno tras otro. Ha sobrevivido como socialista en una de las pocas provincias andaluzas en las que siempre gana el Partido Popular, con eso está todo dicho.

Claro está que el liderazgo de baja intensidad de Braulio Medel está compuesto a partes iguales por su destreza para manejarse en ambientes turbulentos y su capacidad como gestor. Como decía aquí Agustín Rivera, que debe conocerlo bien, estamos ante un gran “estratega, estudioso y hábil en la negociación (…) que ha conseguido situar a la entidad malagueña como una de las más importantes de España gracias a una gestión conservadora, con escasa morosidad y muy poca exposición al ladrillo”. ¿Cómo iba a sucumbir a los placeres del poder efímero de la burbuja inmobiliaria un tipo como él? La discreción de oficinista con visera lo ha alejado del relumbrón y la notoriedad y es ahora, solo ahora, cuando se tambalea porque todos los focos se han alineado para alumbrarle. Las investigaciones de la UDEF sobre la podredumbre de Manos Limpias y Ausbanc han alumbrado lo que siempre ha estado oculto, sus armas secretas de negociación.

Lo que determinará este sumario es si el hombre gris de la visera y los manguitos tenía una vida oculta que también le garantizaba el éxito en los bajos fondos

Sostiene Unicaja en su defensa que su relación con Ausbanc no esconde nada, contratos publicitarios habituales e idénticos a los que han suscrito otras entidades financieras en toda España, pero el relato de coincidencias que detalla la Policía es mucho más contundente que esa explicación banal. Entre otras cosas porque lo que no hace nadie que se presta a un chantaje es firmar un papel que diga: “Págese al portador 470.000 euros en concepto de retirada disimulada de la acusación judicial contra nuestro presidente”. Más convincente resulta pensar en la debilidad de la implicación real de Braulio Medel en el escándalo de los ERE, como vocal de un consejo rector en calidad de presidente de Unicaja, pero sin participación directa ni en la planificación ni en la ejecución del fraude. De todas formas, también era débil la acusación de Manos Limpias contra la infanta Cristina, una vez que se retiraron la Fiscalía y la Agencia Tributaria, y los supuestos chantajistas mantuvieron su plan de extorsión tal cual, como se ha reconocido.

El mismo Fernando Pessoa que supo describir el curioso fenómeno de un hombre gris como Braulio Medel también sostenía, en uno de sus muchos aforismos, que “lo que nosotros vemos de las cosas son las cosas”. Y ese es el problema principal que tiene ahora el presidente de Unicaja, que las sospechas de la Policía parecen más verosímiles que las explicaciones de gestión ordinaria que está ofreciendo Braulio Medel para argumentar por qué se prestó a que Unicaja apareciera “en las publicaciones de Ausbanc y en la promoción de un negocio oscuro y sucio que ha hecho mucho daño al movimiento de consumidores”, como dice Rubén Sánchez, de Facua. Lo que ha triunfado de Medel es la discreción, la prudencia, el olfato y la eficacia. Lo que determinará este sumario del juez Pedraz es si el hombre gris de la visera y los manguitos tenía una vida oculta, secreta, que también le garantizaba el éxito en los bajos fondos, como un pasaporte de inmunidad en su dilatada vida pública.

Siempre he imaginado a Braulio Medel como oficinista de banco del siglo XIX. Todo en él acompaña a su estereotipo, la cara, la sonrisa, los silencios, el carácter, la voz, el cuerpo; todo lo suyo conspira de forma permanente contra él para que solo sea posible imaginarlo detrás de una ventanilla, contando billetes, con los manguitos puestos y la visera. En un cómic, sería un ratón de oficina y se llamaría igual, Braulio, porque el nombre también acompaña. Con unas gafas pequeñas en medio de la nariz que le sirven de muro invisible con el mundo exterior: si la misma mirada es hacia abajo, expresa de forma tajante ‘no molestar’, pero cuando los ojillos se incorporan por encima de las gafas significa que te ha concedido 10 segundos para que expongas lo que deseas con rapidez. Quizá Braulio Medel ha sido siempre un hombre secuestrado por su estereotipo, o parapetado tras esa imagen de hombre gris. Como aquel empleado de Pessoa en el que se daba “el curioso fenómeno de que las circunstancias accidentales de su vida se habían ido tallando a imagen y semejanza de la dirección de sus instintos, todos de inercia, de distanciamiento”.

Braulio Medel