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Bienvenida a Andalucía, Susana Díaz
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Javier Caraballo

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Bienvenida a Andalucía, Susana Díaz

Con una remodelación de Gobierno, una comparecencia parlamentaria y un congreso del Partido Socialista en Andalucía, Susana Díaz piensa que puede volver a tomar las riendas de su liderazgo

Foto: La presidenta andaluza, Susana Díaz. (EFE)
La presidenta andaluza, Susana Díaz. (EFE)

En política, las derrotas pueden superarse con golpes de efecto. Por el poder de la imagen y de las sensaciones, por la importancia del estado de ánimo y de las fuerzas que se transmiten, impulso frente a apatía. Sí, claro que una derrota se puede superar con golpes de efecto, sobre todo cuando la reconversión de la derrota se hace desde un despacho oficial, con posibilidad de firma de leyes, decretos y subvenciones.

Por eso, Susana Díaz esta vez ni siquiera habrá necesitado que su gurú particular, Máximo Díaz Cano, el asesor al que se le concede el poder de “haber cincelado” a la presidenta andaluza y que sigue conservando misteriosamente el aura de ‘factótum’ después de haber conducido a la derrota y al estrépito a tres aspirantes seguidos a la secretaría general del PSOE, José Bono, Carme Chacón y la propia Susana Díaz. Pues ni siquiera le habrá hecho falta a la líder andaluza el consejo susurrado al oído de su asesor más preciado, porque esto es de manual. La única forma de superar una derrota es con golpes de efecto. Y después de proclamar, con las urnas cerradas de las primarias, que regresaba a Sevilla, solo le queda llenar de contenido eso que va repitiendo: “Ahora toca centrarse en Andalucía”.

Con una remodelación de Gobierno, una comparecencia parlamentaria y un congreso del Partido Socialista en Andalucía, Susana Díaz piensa que puede volver a tomar las riendas de su propio liderazgo y devolverse a sí misma el aire de ganadora que tenía antes de estrellarse en la calle Ferraz. La remodelación del Gobierno, de hecho, ya ha comenzado con la elección del último submarino que le nace a Izquierda Unida, Diego Valderas, el butanero de Bollullos Par del Condado, un pueblo de Huelva, del que llegó a ser alcalde comunista y donde debió proclamar entonces lo de “a dios pongo por testigo que nunca más volveré a poner un pie en el camión”, como Escarlata O’Hara.

La intención de ese nombramiento apunta ya la dirección del resto de la remodelación gubernamental que pretende Susana Díaz: personas significadas de la izquierda en Andalucía, con un cierto carisma, que puedan darle al Gobierno un aire nuevo. Pero ¿podrá conseguirlo? Desde luego, si el resto de nombramientos reproducen el esquema de Diego Valderas, más que una imagen renovada de izquierda, lo que ofrecerá Susana Díaz es una estampa rancia y caduca de la izquierda; de tipos, como Valderas, a quienes no les importará traicionar a los que tantos años han representado con tal de seguir sentados en el asiento de atrás de un coche oficial. La distancia real que existe entre un repartidor de butano y un cargo público para todo, como Valderas, es la misma distancia que puede establecerse entre una clase política endogámica que se llama de izquierdas y el electorado andaluz que se considere de izquierdas en las fábricas o en las universidades.

La comparecencia en el Parlamento —el pleno monográfico previsto para este miércoles para analizar su gestión en este periodo de sesiones, antes de las vacaciones de verano— puede ser incluso más controvertida, aunque Susana Díaz sabe revolverse bien en ese tipo de debates y contraatacar a los portavoces de la oposición, el Grupo Popular, Podemos e Izquierda Unida, ya que gobierna gracias al apoyo de Ciudadanos. Lo previsible de ese debate es que la oposición vuelva a machacar con el fracaso de las primarias y su ‘espantada’ frustrada de la Junta de Andalucía, pero al final todo acabará centrándose en el aspecto más débil de la gestión de Susana Díaz como presidenta de un Gobierno: la inacción.

Es verdad que a Susana Díaz, a diferencia de sus predecesores, le ha tocado gobernar en el peor momento, en plena oleada de recortes presupuestarios por la crisis económica y lastrada por la corrupción de los ERE y los cursos de formación, pero siendo esa una realidad incuestionable, la oposición volverá a repetirle los datos de otros plenos similares, la raquítica actividad de su Gobierno; eso que denominan jocosamente “los martes al sol”, en alusión a las reuniones del Consejo de Gobierno andaluz. También las crisis suponen una oportunidad para sanear empresas e instituciones, relanzarlas con nuevas estrategias, apartando lastres pesados e inercias abrasivas, pero no es eso lo que ha ocurrido en la Junta de Andalucía. De hecho, la contestación social ahora es más fuerte que nunca.

¿Y el congreso de aclamación del socialismo andaluz? ¿Puede servirle eso como golpe de efecto para recuperar la imagen de derrota de las primarias? Desde luego, en ese congreso no habrá margen alguno para la sorpresa y Susana Díaz saldrá aclamada como secretaria general de los socialistas andaluces por una gran mayoría, aun cuando no llegue a un acuerdo con el sector que ha apoyado a Pedro Sánchez en Andalucía. Ese será su fortín, su garantía para el futuro, y no cabe pensar en riesgo alguno; un congreso no es como unas primarias en las que, como ocurrió en Andalucía, cientos o miles de militantes le ofrecen su aval, para no poner en riesgo su puesto de trabajo, y luego votan lo contrario cuando acuden a las urnas. Pero aun así, aunque la aclamación esté garantizada, es de ilusos pensar que el problema de conexión con la sociedad se solventa en un congreso de fieles.

Eso es tan artificial como aquella campaña surrealista de autobombo que lanzó el PSOE andaluz hace unos años y que, ahora, pasado el tiempo, la podrían reactivar para dedicársela a la propia Susana Díaz en su regreso a Andalucía. La escena sería como sigue: la presidenta andaluza camina por los pasillos del congreso del PSOE, moviendo la mano, sonriente como todos y cada uno del selecto grupo de altos cargos que la sigue a unos pasos de distancia, y entonces, en la pantalla central, aparece aquel anuncio de niños sonrientes, trabajadores felices y ancianos emocionados: “Bienvenida a Andalucía, donde las enfermedades se curan antes de nacer, donde ser mujer ya es una oportunidad, donde hacerse anciano es disfrutar como un niño, donde serás todo lo que quieras ser; bienvenida al bienestar, al bien aprender y al bien trabajar. Acabas de llegar y ya estás de suerte”.

En política, las derrotas pueden superarse con golpes de efecto. Por el poder de la imagen y de las sensaciones, por la importancia del estado de ánimo y de las fuerzas que se transmiten, impulso frente a apatía. Sí, claro que una derrota se puede superar con golpes de efecto, sobre todo cuando la reconversión de la derrota se hace desde un despacho oficial, con posibilidad de firma de leyes, decretos y subvenciones.

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