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Carta a la concejala traidora de Vox
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Javier Caraballo

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Carta a la concejala traidora de Vox

En Torremolinos, de repente, ha aparecido Santiago Abascal con la cara de Alfredo Landa, encasquetado en su boina, en medio de la playa, contemplando el desfile de suecas

Foto:  Lucía Caín junto a otros miembros de Vox en Torremolinos.
Lucía Caín junto a otros miembros de Vox en Torremolinos.

Inesperada Lucía Cuín, es complicado imaginar las razones por que las que decidiste afiliarte a Vox, pero más difícil aún hubiera sido adivinar este final abrupto que con tanta brillantez ha retratado a tus efímeros compañeros y, más que a ellos, a sus inexplicables complejos morales en la España que gozamos y padecemos. Vivimos en un país tan dado a las convulsiones y los disgustos, que lo único que nos acaba compensando siempre son los destellos de genialidad como el que has protagonizado, que no están al alcance del mejor guionista cinematográfico porque todo encaja como si estuviera concienzudamente diseñado. Por ejemplo, si tu historia hubiera tenido lugar en cualquier otro punto de España, no tendría la trascendencia brutal que tiene ahí, en Torremolinos, la única ciudad en la que los personajes quedan retratados, cincelados, como nunca hubieran deseado.

En Torremolinos, de repente, ha aparecido Santiago Abascal con la cara de Alfredo Landa, encasquetado en su boina, ruborizado en medio de la playa, contemplando el desfile de suecas y de alemanas en bikini. Torremolinos representa en la memoria colectiva la apertura de España en los años 60, en el último compás de la dictadura, la llegada del turismo y la mirada estupefacta de los españolitos, con ojos de plato. Y en ese ambiente de novedad, de libertad inesperadamente conquistada, es en Torremolinos donde aparece por primera vez el movimiento gay desinhibido, despreocupado, orgulloso, tras la durísima represión del franquismo. Todavía había redadas en las que los homosexuales acababan humillados en un calabozo, pero existía conciencia de hazaña y aquello se convirtió pronto en un lugar de ‘peregrinación’. Como dejó titulado la prestigiosa revista Litoral, Torremolinos pasó en esos años de pueblo a mito.

placeholder Portada de la revista 'Litoral'.
Portada de la revista 'Litoral'.

Imprevista Lucía Cuín, seguro que una mujer joven como tú, criada en ese ambiente de normalidad que tan difícil se le hace a algunos para entender la libertad sexual, ni siquiera tuvo que pensarlo cuando en el Ayuntamiento se recibió la invitación para participar en los actos del colectivo LGTBI. De hecho, fue lo único que dijiste cuando estalló la tormenta y en Vox lo entendieron como un acto de alta traición: "Yo acudí ante la posibilidad de representar a todos los ciudadanos de Torremolinos y para defender los derechos conquistados en esta materia. A mí también me han votado personas y amigos homosexuales".

Tan sencillo era de entender tu gesto, que la reacción irascible de tus excompañeros es la que mejor los retrata, los descubre, cuando intentan hacernos ver que no hay en ellos homofobia, sino una lucha contra los 'lobbys' y luego añaden que tienen un “profundo respeto hacia todas las personas, de cualquier orientación sexual”. Lo ocurrido, a ver, tenía la trascendencia de una veintena de personas, en un balcón, en el que simplemente se colocó la bandera del orgullo gay. Todos los representantes municipales participaban de un acto con el que se identifica la ciudad desde el franquismo, pero para Vox constituía un acto de deslealtad, de traición, de estafa y hasta de robo. Así que marchaste, no quisiste devolver el acta, porque eras tú la que te sentías engañada, y por eso siguieron las presiones, con tono de maldición bíblica: “Hipotecas tu nombre, tu apellido, el nombre de tu hermana, de tu padre y de tu futuro, con un acto así”, como rezaba el comunicado de Vox. ¿Ves lo que decía antes de las caretas? A eso se le llama en Vox un acto de “profundo respeto”.

La reacción de tus excompañeros es la que mejor los retrata, los descubre, cuando intentan hacernos ver que no hay en ellos homofobia

Imprevisible Lucia Cuín, eras la número dos de la candidatura de Vox y tu historia no hubiera tenido un final acorde si, después de las presiones recibidas, después de haber abandonado la formación, o de que te hayan expulsado, no te hubieras situado en el fiel de la balanza del pleno municipal para desequilibrarla en favor de una coalición de gobierno liderada por el PSOE y por los podemitas de la ciudad y el grupo localista de Torremolinos. Sin tu voto, hubiera sumado el grupo del centro derecha, donde están Ciudadanos y el Partido Popular, pero tú eras la concejal número trece, la que resolvía el empate a doce que había en el pleno. Dirán que lo tuyo ha sido un voto de despecho, de engaño a las personas que te han votado, y no se puede negar, desde luego, que ni uno solo de los que han votado la candidatura podía imaginar que estaban dándole el gobierno al alcalde socialista y a sus socios de izquierda.

placeholder Participantes en la Marcha del Orgullo del Pride LGTBI en Torremolinos (Málaga). (EFE)
Participantes en la Marcha del Orgullo del Pride LGTBI en Torremolinos (Málaga). (EFE)

Eso no se puede negar, no, pero, como dicen los estrategas de este tiempo, debemos considerarlo solo como un efecto colateral. Tiene mucha más importancia para todos que tu aventura haya servido para desenmascarar el populismo, el populismo de extrema derecha que anida en Vox. Cuando hablan de inmigración, cuando hablan de la mujer o de los homosexuales, siempre recalcan que no hay nada de xenofobia, de machismo o de homofobia en sus planteamientos, pero ya ves lo que pasa. Por eso, me gusta tanto esa frase tuya, tan inocente, a la que hasta le adivino el tono de desolación con la que la pronunciaste, y que lo resume todo: "Toda la campaña electoral, manteniendo que en Vox hay homosexuales y un chico negro, y a las primeras de cambio…"

Inesperada Lucía Cuín, es complicado imaginar las razones por que las que decidiste afiliarte a Vox, pero más difícil aún hubiera sido adivinar este final abrupto que con tanta brillantez ha retratado a tus efímeros compañeros y, más que a ellos, a sus inexplicables complejos morales en la España que gozamos y padecemos. Vivimos en un país tan dado a las convulsiones y los disgustos, que lo único que nos acaba compensando siempre son los destellos de genialidad como el que has protagonizado, que no están al alcance del mejor guionista cinematográfico porque todo encaja como si estuviera concienzudamente diseñado. Por ejemplo, si tu historia hubiera tenido lugar en cualquier otro punto de España, no tendría la trascendencia brutal que tiene ahí, en Torremolinos, la única ciudad en la que los personajes quedan retratados, cincelados, como nunca hubieran deseado.

Playa LGTBI Santiago Abascal