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La calle es de Florentino: historia de un pelotazo en la Castellana
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Carlos Sánchez

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La calle es de Florentino: historia de un pelotazo en la Castellana

Vender un trozo del paseo de la Castellana no es asunto trivial. Ni siquiera los ricachones de la segunda mitad del siglo XIX lo lograron. Y eso

Vender un trozo del paseo de la Castellana no es asunto trivial. Ni siquiera los ricachones de la segunda mitad del siglo XIX lo lograron. Y eso que estamos hablando de la nueva aristocracia económica surgida en la España isabelina al calor del comercio, la banca extranjera y el ferrocarril. En esos predios de la capital, construyeron sus palacios de inspiración francesa, muy al gusto de la época. Y ya por entonces se extendió la costumbre de alinear la fachada principal de cada palacete al paseo de la Castellana, separando las edificaciones de la calzada por una verja no muy alta y un coqueto jardín con fuente en medio. En la parte posterior se ubicaban las caballerizas.

Uno de los ejemplos más emblemáticos de este tipo de construcciones se localiza en lo que hoy es el paseo de Recoletos, y fue construido para su deleite por el marqués de Salamanca, arquetipo del empresario ladino y poderoso. Y que como nuestro héroe también tuvo una fugaz carrera política. Pero hasta el propio marqués de Salamanca -que murió arruinado y apartado de los cenáculos del poder en los carabancheles madrileños- tuvo que ajustarse a las normas urbanísticas de la época. Su casoplón -antigua sede del Banco Hipotecario y hoy del BBVA- no sobrepasa ni un milímetro los lindes de la Castellana.

Florentino Pérez no es todavía el marqués de Salamanca, pero está camino de conseguirlo. Como el malagueño, sus negocios siempre tienen que ver de una u otra manera con el poder político, ya sea a través de una concesión administrativa u operando en un sector regulado.  Juega siempre con red. No hay actividad empresarial suya que no exija la firma de una autoridad política. Y así es como el ingeniero Pérez se ha convertido, como todo el mundo sabe, en un personaje extraordinariamente influyente. Hasta el punto de que ha logrado lo que ni siquiera consiguió el marqués de Salamanca. Comerse un trozo del paseo de la Castellana para que el Real Madrid dé un pelotazo. Hay quien dice de 200 millones de euros.

"Florentino Pérez no es todavía el marqués de Salamanca, pero está camino de conseguirlo. Como el malagueño, sus negocios siempre tienen que ver de una u otra manera con el poder político, ya sea a través de una concesión administrativa u operando en un sector regulado. Juega siempre con red. No hay actividad empresarial suya que no exija la firma de una autoridad política"

En cualquier parte del mundo civilizado, la operación hubiera tenido tintes de escándalo. ¿Se imaginan que el ayuntamiento de París vendiera un trozo de los Campos Elíseos o que se privatizara parcialmente Trafalgar Square para levantar un centro comercial?

Sin embargo, en la corte de los milagros en que se ha convertido este país desde que los reyes del ladrillo emergieron al albur de la burbuja del crédito, no pasa nada. Los periódicos callan, la clase política está como ausente, que diría Neruda, y a nadie parece importarle que sobre terrenos públicos situados en la zona de mayor dinamismo económico de la capital, en plena milla de oro, vaya a levantarse un suculento negocio que sólo beneficia a una entidad privada.

Por supuesto que la operación Castellana se hace con la inestimable ayuda de un ayuntamiento entregado desde tiempo inmemorial a la causa florentina, y que para camuflarla ha valorado unos terrenos de uso deportivo (los que sirven para hacer la permuta) en nada menos que 22 millones de euros. Es lo que cuesta colonizar un trozo del paseo más emblemático de Madrid. Por supuesto, dando por buena aquella voluntarista valoración.

El palco de los prodigios

Se trata de una cifra verdaderamente singular en unos momentos como los actuales, en los que sobra suelo y falta financiación. Claro está, salvo para el moderno marqués de Salamanca, quien al fin y al cabo ha construido en torno al palco del Santiago Bernabéu su particular teatro de operaciones. Sindicalistas, políticos, periodistas, empresarios y funcionarios con ganas medrar se sienten poderosos durante 90 minutos de palco; y como la condición humana es así de vulnerable, las artes del hipnotizador de conciencias no caen en saco roto.

El periodista Mariano Guindal* acaba de publicar un libro en el que reproduce una conversación con la dirigente socialista Matilde Fernández, concejal del ayuntamiento en los tiempos de la recalificación de la antigua Ciudad Deportiva:

"Como reconoce el convenio, aquellas obras nunca se realizaron, pero el ayuntamiento nunca dijo ni mu. Y ahora, 20 años después, se acuerda de que ni hay plaza pública ni hay parking, y valora ese incumplimiento en 2,8 millones. Pero no vaya a creer que se le aplican recargos o sanciones como a cualquier ciudadano que elude sus compromisos económicos con la administración. Ni un euro de multa"

-“Cuando me opuse a la construcción de las torres, Florentino me llamó a sus despacho y me advirtió que si mantenía esa postura echaría contra el PSOE a todo el madridismo. Me quedé helada”, asegura, “y unos días después me llamó Rubalcaba, que como sabes es muy madridista y amigo de Florentino, para decir que no me opusiera al proyecto. ¡Me pareció increíble!”, declara incrédula la dirigente socialista. Ver para creer, que dice el clásico

Tiempo después, y ya con el negocio en la buchaca, otro periodista recordaba cómo desde su despacho, y absorto de tanto poder, el ingeniero Florentino observaba las cuatro torres y le decía a su interlocutor: “Mira, ahí están. Una es Ronaldo, otra Beckham, otra Figo y la de más allá Zidane.

Así es como golpe a golpe y recalificación a recalificación, Florentino ha construido un auténtico gobierno de concentración del que forman partes antiguos dirigentes sindicales, empresarios de tronío y compañeros de viaje que quieren tocar el poder de cerca. Aunque sea sólo un apretón de manos el día del partido con los barandas del país.

Privatización de la vía pública

Desde luego que el éxito está asegurado, y eso explica que si nada lo remedia un trozo de vía pública vaya a ser privatizado. El ayuntamiento podría haber entregado al Real Madrid cualquier otro terreno del amplio Patrimonio Municipal de Suelo para satisfacer una deuda contraída en 1998 -en tiempos de Lorenzo Sanz-, pero nunca lo hizo. Nadie sabe por qué. Y ahora argumenta que no es posible hacer la entrega no por razones físicas, lo cual sería desde luego insoslayable, sino jurídicas, algo que suena a dislate toda vez que los terrenos siguen siendo del propio ayuntamiento. Pero la pantomima llega a su máximo expresión cuando en el convenio se admite que mucho antes de que el Madrid vendiera 30.000 metros cuadrados al ayuntamiento de la antigua Ciudad Deportiva, que es el origen de la deuda, el club blanco se había comprometido a construir en los aledaños del Santiago Bernabéu un aparcamiento subterráneo y una plaza pública. Eran los tiempos de Ramón Mendoza.

Como reconoce el convenio, aquellas obras nunca se realizaron, pero el ayuntamiento nunca dijo ni mu. Y ahora, 20 años después, se acuerda de que ni hay plaza pública ni hay parking, y valora ese incumplimiento en 2,8 millones. Pero no vaya a creer que se le aplican recargos o sanciones como a cualquier ciudadano que elude sus compromisos económicos con la administración. Ni un euro de multa.

Total, que lo comido por lo servido. El Real Madrid de Florentino Pérez se queda con patrimonio público por 8,04 euros que de forma desprendida condona el municipio, como reconoce el convenio.

Aquí paz y después gloria. Los vecinos de Chamartín se quedan sin plaza, sin aparcamiento y tendrán una nueva mole de hormigón al lado; mientras que el ingeniero Florentino habrá dado un paso más hacia la gloria. El alcalde Gallardón puede dormir tranquilo. Trabajo bien hecho. Como aquel que sirvió a los albertos para controlar el Central de Alfonso Escámez. Dos solares por un banco. También en el paseo de la Castellana. La historia sigue siendo circular.