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Begoña Villacís

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El patio de colegio

Decía Lincoln que casi todos podemos soportar la adversidad, pero si queréis probar el carácter de un hombre dadle poder

Foto: Las mochilas de varios escolares en el suelo de un colegio. (EFE)
Las mochilas de varios escolares en el suelo de un colegio. (EFE)

¿Se acuerda Vd. del esperado momento del recreo de las 11?Probablemente sí, y como recuerdo de la infancia que es, probablemente lo recuerde con la suficiente nitidez para confirmar algunas de las leyes de patio que ahora recordaré.

Primera:muchos lo dedicábamos al futbol (muchas no), pero no todo niño portaba balón propio.

Segundo:el niño poseedor del balónse arrogaba una especie de superioridad no moral -ydesde luego no intelectual-, una suerte de autoritas meramente razonada en la tenencia de un bien escasoy demandado.

Tercera:tal privilegio le otorgaba ciertos derechos. El flamante propietario del balónse arrogaba el privilegio de establecer “algunas normas”, ejem, las suyas. Sería opinión autorizada al determinar dónde se cometía la falta, moviola de un posible penalti, si era fuera o no….ysino te gustaban, en fin, nadie te obligaba a jugar al futbol. Estaba el churro, el balón prisionero y otro sinfín de atroces entretenimientos.

Superada la EGB, dichas prácticas habrían de remitir. Ya en BUP eran pocos los que jugaban y menos los que pondrían su orgullo adolescente en entredicho por un partidito de futbol; por un paseo en moto quizás... Desde entonceshan cambiado los iconospero no la mecánica. Decía Lincoln que casi todos podemos soportar la adversidad, pero si queréis probar el carácter de un hombredadle poder. Traduce el refranero popular que para saber cómo es Pablitohas de darle un carguito, pero en definitiva siempre estaremos hablando de portadores del balón.

Ellos tienen el balón, ellos ponen las reglas, vía Ley, Reglamento o, en el caso de un Ayuntamiento, ordenanza

Nuestros ojos adultos adulterany observamos con, reconozcámoslo, cierta condescendencia, al niño/a desposeído del balón entregado a sus ganas de partido, sólo que entonces el sentimiento de frustración e impotencia dista mucho de acercarse al que hoy nos invade cuando nos encontramos con la enésima subida de impuestos, una despiadada y ciega ponencia de valores, otra multa -esta vez no merecida-y un grave silencio administrativo ante nuestro recurso de la pataleta, no por enconado poco fundado. Por si no se ha dado cuenta a estas alturas, ellos tienen el balón, ellos ponen las reglas, vía Ley, Reglamento o, en el caso de un Ayuntamiento, ordenanza.

Pero, dirá Vd. que, ante el vicio de sancionar, la virtud de reclamar, y no seré yo quien no le anime a ello. Sólo que este saludable ejercicio a la defensa contra un Ayuntamiento en Españanos obliga a jugar con reglas ajenas, y no sólo porque sea dicha Hacienda local la que genera la normativa que motiva su reproche, sino porque paradójicamente en dicho proceso, su oponenteseráa la vezsu juzgador, el mismísimo generador de la norma, el Ayuntamiento actuante.

El buen gobierno no precisa de absolutismo sino de ponderación, equilibrio y diálogo

Cuestiones de estética aparte, aceptemos que existen mecanismos que procuran al tozudo recurrente la obtención de la tutela que judicialmente habrá de hacer efectivaprevio pago de honorarios al abogado y procurador asistentes, pero la honestidad exige reconocer, que, por aquello del collar y el perro, diariamente no son pocos los ciudadanos que, prudentemente, se retiran a tiempo de una lucha desequilibrada. Por cierto, también podrá quejarsepero no fíe ninguna decisióna la contestación de su misiva.

Son sólo ejemplos de poderío, y es que el poder absoluto facilita la “gobernabilidad” del que no está dispuesto a escuchar queja o reproche, ceder, transigir o simplemente razonar, bien sea con el ciudadano de a pie o con otra formación, y, ante tal revelación somos cada vez más lo que advertimos que el buen gobierno no precisa de absolutismosino de ponderación, equilibrio y diálogo, y que será precisamente en dicho entorno pluraldonde sea más factible una democracia efectiva y finalista, puedan ser elevados los sinsabores de la calle, se vuelva a cuestionar tanto el porqué como la operatividad de las cosas y renazca el empeño por restaurar el equilibrio entre administracióny administrado.

¿Se acuerda Vd. del esperado momento del recreo de las 11?Probablemente sí, y como recuerdo de la infancia que es, probablemente lo recuerde con la suficiente nitidez para confirmar algunas de las leyes de patio que ahora recordaré.

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