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La izquierda, al servicio de los nacionalismos
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La izquierda, al servicio de los nacionalismos

Sin la colaboración de los partidos de la izquierda, las pretensiones de los catalanistas hubieran tenido un desarrollo mucho menor. Eso ya lo entendió bien Jordi Pujol en 1960

Foto: Jordi Pujol, en una foto de los años ochenta. ("Memòries II. Temps de construir -1980-1993-". Editorial Proa. EFE)
Jordi Pujol, en una foto de los años ochenta. ("Memòries II. Temps de construir -1980-1993-". Editorial Proa. EFE)

Una de las consecuencias más llamativas de la Guerra Civil y de su larga posguerra la constituye la alianza de los partidos de la izquierda con los partidos nacionalistas catalanes y vascos. Una alianza que, si nos atenemos a los principios ideológicos de unos y otros, bien puede considerarse contra natura. Oponerse al régimen de Franco hizo que se olvidaran las abismales diferencias de ideología que los separaban.

Así, el PNV, partido confesional católico, estuvo siempre junto a socialistas y comunistas en los gobiernos republicanos y vascos del exilio. Aunque también hay que recordar que algunos sectores del PNV estuvieron con Franco durante la Guerra y algunos nacionalistas vascos se acomodaron con facilidad en la España franquista.

Entre los nacionalistas catalanes las cosas fueron más complicadas. Los de Esquerra Republicana estuvieron junto a partidos de izquierda en el exilio. Pero los militantes de la Lliga Regionalista de Cambó, en su mayoría, no sólo se acomodaron con Franco, sino que colaboraron muy activamente con su régimen. Son innumerables los nombres de catalanistas que tuvieron altas responsabilidades con Franco, desde el propio Cambó, en la financiación de la Guerra Civil, hasta José María de Porcioles, alcalde de Barcelona durante 16 años, pasando por ministros, como Pedro Gual Villalbí, o por el economista clave del Plan de Estabilización de 1959, Joan Sardá.

De manera que los nacionalistas catalanes se encontraban, al llegar a los años sesenta, divididos y muy poco presentes en la oposición clandestina al franquismo, que protagonizaban, de manera hegemónica, los comunistas.

Cuando el joven y muy católico Jordi Pujol se propuso resucitar un catalanismo que no fuera heredero del de Esquerra y que se opusiera al franquismo, se encontró con que quien de verdad defendía las reivindicaciones nacionalistas eran los comunistas

Porque, mientras los catalanistas colaboraban estrechamente con Franco, durante los últimos años de la dictadura el PSUC, el partido comunista de los catalanes, iba acrecentando cada vez más su perfil nacionalista y olvidando su clásica reivindicación de acabar con la propiedad privada de los medios de producción, con la que no conseguía suscitar demasiado entusiasmo.

Por eso, cuando el joven y muy católico Jordi Pujol se propuso resucitar un catalanismo que no fuera heredero del de Esquerra y que se opusiera al franquismo, se encontró con que quien de verdad defendía las reivindicaciones nacionalistas eran los comunistas, y no los representantes de la burguesía catalana, la mayoría de los cuales se había instalado cómodamente en el régimen de Franco. Esto lo debió comprobar en primera persona cuando, a principios de los años sesenta, estuvo preso, condenado por haber arrojado unas octavillas en un acto en el Palau de la Música Catalana. Probablemente fue en la cárcel, al conocer allí a militantes del PSUC, donde comprendió que el catalanismo estaba condenado al fracaso si no se apoyaba en los comunistas. Pese a que él, y los que pensaban como él, no tuvieran absolutamente nada de comunistas.

De ahí surgieron unas alianzas y unas colaboraciones entre la izquierda y el catalanismo pujolista que han durado casi hasta ahora. El momento cumbre y más clarificador de hasta qué punto se necesitaban los unos a los otros lo tenemos en un famoso artículo de Manuel Vázquez Montalbán, el ideólogo más eminente de esa izquierda catalana, en cerrada defensa de Jordi Pujol, cuando el nacionalista estaba en medio del escándalo de Banca Catalana. Allí, en 1984, el comunista Vázquez llega a afirmar con rotundidad que “de Pujol se podrá pensar que ha sido un mal banquero, que es de la derecha camuflada o que es feo, pero nadie, absolutamente nadie en Cataluña, sea del credo que sea, puede llegar a la más leve sombra de sospecha de que sea un ladrón”. Sin comentarios.

Esa alianza entre las izquierdas y los nacionalistas ha continuado hasta hoy, por incomprensible que resulte que partidos que hacen de la igualdad su credo defiendan hoy que los españoles no sean todos iguales a la hora de decidir.

De ahí que a los políticos de izquierda les cueste tanto manifestarse en contra de las pretensiones separatistas de los nacionalistas. El último ejemplo lo hemos tenido el miércoles pasado, en el Pleno del Ayuntamiento de Madrid, donde la Alcaldesa, que viene de la tradición comunista y ahora está en una coalición de izquierdistas, impidió que se debatiera y votara una moción, presentada en tiempo y forma por el Partido Popular, para apoyar la igualdad de todos los españoles y para rechazar el desafío secesionista. Todo antes de manifestarse en contra de los nacionalistas. Todo antes de tener que definirse claramente sobre sus desafíos.

No nos engañemos, sin la colaboración de los partidos de la izquierda, las pretensiones de los catalanistas hubieran tenido un desarrollo mucho menor. Eso fue lo que entendió Jordi Pujol en 1960 y por eso, después, apoyó, en la medida de sus posibilidades, que no fueron escasas, a los escritores, las publicaciones y las iniciativas de la izquierda catalana, seguro de que era esa izquierda catalana la que mejor defendía esas reivindicaciones nacionalistas que, en principio y en el fondo, nada tenían que ver con los ideales de la izquierda.

Y lo malo es que aún seguimos en eso.

Una de las consecuencias más llamativas de la Guerra Civil y de su larga posguerra la constituye la alianza de los partidos de la izquierda con los partidos nacionalistas catalanes y vascos. Una alianza que, si nos atenemos a los principios ideológicos de unos y otros, bien puede considerarse contra natura. Oponerse al régimen de Franco hizo que se olvidaran las abismales diferencias de ideología que los separaban.

Jordi Pujol PNV Nacionalismo Partido Comunista Cataluña