Es noticia
La coalición de los sin ley
  1. España
  2. Mirada libre
Esperanza Aguirre

Mirada libre

Por

La coalición de los sin ley

¿Cómo iban a juntarse los anarquistas y comunistas de estricta observancia con los propietarios de pequeñas y no tan pequeñas empresas? Pues así ha sido

Foto: Anna Gabriel (CUP), en el Parlament, con los diputados de Junts Pel Sí al fondo. (EFE)
Anna Gabriel (CUP), en el Parlament, con los diputados de Junts Pel Sí al fondo. (EFE)

Desde las elecciones autonómicas catalanas del pasado 27 de septiembre (¡tres meses y medio han pasado!) los espectadores del espectáculo que han dado los políticos de Convergència, los de Esquerra y los de la CUP han tenido la oportunidad de apostar muchas veces a ver si la CUP y los de Junts Pel Sí llegaban o no a un acuerdo. Las apuestas han variado mucho. Algunos días, las apuestas daban que no, que no se juntarían jamás porque representaban proyectos irreconciliables. Otros días, las apuestas daban que sí, que sí se juntarían porque es más lo que los une que lo que los separa.

Ahora, cuando han ganado los que apostaban por el sí a la 'grosse Koalition' (porque esta sí que es una extraña 'grosse Koalition' y no la alemana), los espectadores del espectáculo se preguntan por qué ha salido el sí y no ha salido el no. Sobre todo se lo preguntan los que defendían a ultranza que iba a ser imposible juntar a los herederos de la burguesía eterna de Cataluña con los herederos de las ideologías que han creado en todo el mundo los regímenes más nefastos de la historia.

¿Cómo iban a juntarse los anarquistas y comunistas de estricta observancia con los propietarios de pequeñas y no tan pequeñas empresas, con los representantes de esa burguesía mesocrática que, desde hace casi dos siglos, ha sido la columna vertebral de Cataluña?

Pues así ha sido. No entremos ahora en las trampas dialécticas que se han hecho a sí mismos los representantes de esa burguesía y los portavoces de los antisistema. Esas trampas también se las han hecho a todos los ciudadanos con esas componendas extrañas de cambiar de grupo parlamentario de unos y otros, demostrando lo poco que les importa a los unos y a los otros el compromiso electoral que habían adquirido con sus electores. No entremos en eso.

Quedémonos con el resultado final. Y contestemos a la pregunta crucial: ¿por qué se han juntado?

Lo que les une es su común voluntad de querer cargarse la Ley, una Ley, que se dio con entusiasmo hace sólo 37 años

La respuesta podría ser muy simple: se han juntado porque están unidos por un mismo ideal, la independencia de Cataluña, la creación de la República de Cataluña. Una República de la que, a pesar de todo el tiempo que llevan hablando de ella, no sabemos aún ni cuál sería su territorio, ni quiénes serían sus ciudadanos, ni de qué tipo sería esa república.

Pero no nos engañemos, lo que les une a los unos y a los otros no es un proyecto común, aunque fuera absurdo, quimérico y, por supuesto, radicalmente ilegal e ilegítimo. Lo que les une es su común voluntad de querer cargarse la ley. Esa ley, la Constitución española, que los catalanes se dieron con alborozado y casi unánime entusiasmo hace solo 37 años (que los que quieren encontrar su legitimidad en Guifé el Pilós deberían considerar un leve suspiro).

El estar en contra de la ley es lo que les ha hecho compañeros de aventura. Les ha importado poco el espectáculo ridículo (ya dijo el siempre añorado Tarradellas que en política se puede hacer todo menos el ridículo) de los tres meses y medio deshojando la margarita, de las humillaciones de un patético Mas, del escarnio del empate a 1.515 votos. Les ha dado igual. Ahora ya están juntos los que quieren cargarse la Constitución para hacer una república con los restos de lo que ha sido una rica y cultivada región española, y los que quieren cargarse la Constitución para acabar con el sistema político de las sociedades abiertas y liberales de Occidente para imponer la dictadura de los antisistema.

Con unos dirigentes unidos por el odio a la ley, los ciudadanos catalanes se preparan para vivir unos meses de incertidumbre total, de la que solo saldrán si ellos son capaces de reaccionar para que ese 'seny' que otras veces han tenido se imponga sobre esta 'grosse Koalition', que, en forma de disparate, está condenada a tener consecuencias funestas para los catalanes.

Y ante este espectáculo siniestro, el resto de los españoles y de los partidos constitucionalistas españoles tenemos que estar a la altura. Cataluña y España, es decir, los catalanes y los españoles, lo necesitamos.

Desde las elecciones autonómicas catalanas del pasado 27 de septiembre (¡tres meses y medio han pasado!) los espectadores del espectáculo que han dado los políticos de Convergència, los de Esquerra y los de la CUP han tenido la oportunidad de apostar muchas veces a ver si la CUP y los de Junts Pel Sí llegaban o no a un acuerdo. Las apuestas han variado mucho. Algunos días, las apuestas daban que no, que no se juntarían jamás porque representaban proyectos irreconciliables. Otros días, las apuestas daban que sí, que sí se juntarían porque es más lo que los une que lo que los separa.

Constitución