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El espejo de Venezuela

Todos los que se sienten a hablar (en busca de un pacto de gobierno) tienen que saber lo que se puede esperar de Podemos. Es evidente. No hay más que mirar el espejo venezolano

Foto: Pablo Iglesias, durante un mitin en Lisboa. (EFE)
Pablo Iglesias, durante un mitin en Lisboa. (EFE)

La semana pasada, las noticias que nos llegaron de Venezuela, uno de los países más ricos en recursos naturales del mundo, confirmaban que el desabastecimiento de alimentos en esa república bolivariana ha llegado ya al pan, que los venezolanos se encuentran con muchas dificultades, tras horas de cola y a precio de oro. Es el resultado de la revolución chavista que, con el disfraz de un populismo demagógico y apariencias democráticas, ha acabado por implantar un régimen totalitario de corte comunista. Pero para los observadores de la Historia de los últimos 100 años, no es ninguna sorpresa.

El fracaso económico y social de los postulados comunistas está absolutamente demostrado por la Historia. No ha funcionado en ningún lado. Ni en Rusia, ni en los países del este de Europa, ni en Corea del Norte, ni en Cuba, y si la China comunista no se ha hundido, es gracias a que, desde la cúpula de su Partido Comunista, que gobierna de manera dictatorial, han dado la orden de adoptar algunas de las características del capitalismo.

La absoluta certeza racional, demostrada por la realidad, de que el comunismo solo trae miseria económica, tiranía política y degeneración moral, no es suficiente para evitar que todavía haya políticos que lo propugnen y haya ciudadanos que lo voten. En los países libres, que es donde se puede votar, claro.

Todo el mundo sabe que el apoyo económico chavista ha sido clave para la existencia de Podemos

Pero los que creemos en la libertad y sabemos que el comunismo, por mucho que se disfrace de otras cosas, es su peor enemigo tenemos la obligación de denunciarlo en todo momento. Y más en la España de hoy, donde el populismo demagógico de Podemos -fase final del comunismo- ha entrado ya en las instituciones, con el objetivo, no disimulado, de destruirlas. (El concejal Sánchez Mato del Ayuntamiento de Madrid lo ha declarado claramente: “No hemos venido a gestionar el sistema, sino a derribarlo”).

Unir en cualquier reflexión sobre la política española actual a Podemos con la Venezuela chavista que se hunde en la miseria sería lo lógico. Por muchas razones. Porque los dirigentes de Podemos han sido y algunos siguen siendo asesores del neocomunismo bolivariano. Porque las videotecas están llenas de testimonios en que los líderes podemitas se extasían alabando las bondades de ese régimen. Porque todo el mundo sabe que el apoyo económico chavista ha sido clave para la existencia de Podemos.

Y sin embargo, es llamativo que en muy pocas ocasiones, si es que en algunas, de las muchas en que aparecen en los medios de comunicación se interpele por esas relaciones a los líderes de Podemos. Y, aún más grave, nunca se les pregunta a los actuales líderes socialistas españoles cómo es que esa filiación populista-comunista del partido morado (color de luto en el Occidente cristiano) no les provoca ningún reparo.

Nunca se les pregunta a los líderes socialistas españoles cómo es que esa filiación populista-comunista del partido morado no les causa reparos

Pero si el fracaso rotundo del comunismo en materia económica está garantizado, también lo está en materia de libertades. Por eso me parece especialmente oportuno que el VII Premio Libertad Cortes de Cádiz se haya otorgado a tres políticos venezolanos represaliados por ese régimen liberticida: Leopoldo López, María Corina Machado y Antonio Ledezma.

Al mismo tiempo, me resulta muy clarificador que el alcalde de Cádiz, el podemita 'Kichi', se haya negado a entregarlo. No hacía falta decirlo tan claro, ya sabemos que a los de Podemos no les parece mal que haya presos políticos. Todos los regímenes comunistas se han edificado sobre la institución de los prisioneros (cuando no asesinados) por sus ideas políticas.

Pero que los socialistas, que son los que han puesto a los de Podemos en las instituciones, no digan ni pío ante estas evidentes demostraciones de apoyo al totalitarismo, me parece muy preocupante.

Vivimos un momento de gran intensidad política. Estamos digiriendo los resultados de las elecciones del 20-D. Y se está demostrando que esa digestión no es sencilla. Es verdad que los españoles no han querido dar la mayoría a ningún partido, lo que entraña un mandato a los líderes para que dialoguen con el objetivo de encontrar el lugar geométrico que resulte más equidistante a los programas de todos ellos.

Pero a ese diálogo no se puede ir disfrazado. Y todos los que se sienten a hablar tienen que saber lo que se puede esperar de Podemos. Es evidente. Y no hay más que mirar el espejo de Venezuela.

La semana pasada, las noticias que nos llegaron de Venezuela, uno de los países más ricos en recursos naturales del mundo, confirmaban que el desabastecimiento de alimentos en esa república bolivariana ha llegado ya al pan, que los venezolanos se encuentran con muchas dificultades, tras horas de cola y a precio de oro. Es el resultado de la revolución chavista que, con el disfraz de un populismo demagógico y apariencias democráticas, ha acabado por implantar un régimen totalitario de corte comunista. Pero para los observadores de la Historia de los últimos 100 años, no es ninguna sorpresa.

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