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La ‘Primavera de Valencia’ y una Plaza Tahrir para la izquierda
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José Antonio Zarzalejos

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La ‘Primavera de Valencia’ y una Plaza Tahrir para la izquierda

Ignoro si la expresión del ministro del Interior atribuyendo a la Policía “algún exceso” en el ejercicio de la fuerza al disolver una manifestación de estudiantes

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Ignoro si la expresión del ministro del Interior atribuyendo a la Policía “algún exceso” en el ejercicio de la fuerza al disolver una manifestación de estudiantes en Valencia el pasado lunes, implica o no asumir la acusación de falta de proporcionalidad de las fuerzas de orden público contra los jóvenes. Tampoco estoy en condiciones de asegurar -¿quién podría hacerlo?- si el jefe de la Policía de Valencia es torpe por naturaleza o padeció un lapsus linguae cuando calificó a los manifestantes como “enemigos”. Y no estoy muy seguro si el presidente del Gobierno, desde Londres, al apelar a la “mesura” y la “serenidad” se refería tanto a los que protestaban airadamente en la ciudad del Turia como a la propia Policía. Pero de lo que no cabe ni una sola duda es de que la izquierda se ha aferrado a los incidentes de Valencia -ya conocidos como la primavera de Valencia, evocando las revoluciones árabes, ¡nada menos!- para iniciar un contraataque en toda regla contra el Gobierno de Mariano Rajoy.

El PSOE distribuía ayer consignas inequívocas. “La Policía es la misma que hace cuatro meses. Lo que ha cambiado es quién le da las ordenes”, rezaba uno de los eslóganes de Ferraz. “Mal empieza Rajoy si en la primera protesta de adolescentes para defender la enseñanza pública tiene que recurrir a métodos que creíamos olvidados en este país”, añadía la perorata socialista que culminaba con la expresión de “¡Tristes métodos del pasado!”. En esta última frase, como conclusión de las anteriores, se localiza el torpedo en la línea de flotación gubernamental que el PSOE pretende. Ayunos de fuerza en las instituciones, barridos de las autonomías, precarios en Andalucía y el País Vasco, los socialistas endilgan a la derecha política en el Gobierno el sambenito de represiva remitiendo lo sucedido en Valencia a “tristes tiempos pasados”. ¿A cuáles? No a los del Cojo Manteca, sino a los del franquismo del que -insiste la izquierda desahuciada del poder institucional- los populares son nietos, en unos casos, y discípulos, en otros. Tras la deslegitimación del Tribunal Supremo en los casos de Garzón -“casta de burócratas”, “representantes del fascismo”, “reducto del integrismo”- toca ahora sacar de quicio los incidentes de Valencia hasta convertirlos en una primavera de levantamiento contra el PP y el Ejecutivo de Rajoy.

Los socialistas endilgan a la derecha política en el Gobierno el sambenito de represiva remitiendo lo sucedido en Valencia a “tristes tiempos pasados”

Los estrategas del PSOE -con la colaboración coreográfica de ERC e IU en el Congreso de los Diputados y la hábil utilización de las redes sociales- han detectado en este episodio el germen de un relato opositor a los conservadores allí donde son más débiles: la Comunidad Valenciana. Allí hay corrupción a espuertas (caso Gürtel, Fabra, Ripoll, Emarsa), despilfarro a manta de Dios (Terra Mítica, el aeropuerto de Castellón, la Fórmula 1, la ciudad del cine), mala gestión pública y semipública (Banco de Valencia, Caja de Ahorros del Mediterráneo) y, por si fuera poco, los populares de la comunidad no están bien avenidos. O sea, que el escenario es el propicio para un guión sobre el que montar una representación hiperbólica de la represión de adolescentes considerados como enemigos que sólo quieren mantener la integridad de la educación pública. Un auténtico storytelling para una izquierda que carece de una historia que contar en este cuarto de hora de la historia de nuestro país, y cuyo futuro no es de mejor calidad que su pasado inmediato.

Los sindicatos no están en condiciones de utilizar el recurso movilizador con reiteración; el PSOE, públicamente, pretenderá ser coherente con ese propósito proclamado de “oposición útil y responsable” e Izquierda Unida carece de masa crítica por sí sola para incursiones callejeras en solitario. De tal manera que la estrategia es la de aplicar la teoría del banderín de enganche: allí donde la costura de la paciencia se rompa o la torpeza en el mantenimiento del orden público resulte verosímil, la izquierda se lanzará implacable -como lo hizo Ferraz y el propio secretario general del PSOE- para intentar elaborar un relato opositor a un Gobierno que goza de un inmenso e intenso poder político, social e institucional. Y la primavera de Valencia reúne todos los requisitos necesarios para recuperar los añosos signos de identidad de la izquierda antifranquista.

Por lo que al Gobierno del PP respecta, ándese con cuidado porque por más alcachofas y solomillo regado de buen vino que Rajoy ofrezca a Rubalcaba en la Moncloa, el PSOE lleva el agip-prop como pieza de recambio cuando falla el poder y hay que deambular al fresco de la oposición. Con ciento diez diputados se puede hacer lo justo. Con una primavera al estilo de la plaza cairota de Tahrir - ¿recuerdan el 15-M en la Puerta del Sol en mayo del año pasado? Pues trasladen la imagen a la plaza de España de Valencia- nuestro admirado Rubalcaba puede hacer auténticas maravillas. Sobre todo si del otro lado se dan cita un jefe de Policía incontinente; una delegada del Gobierno con escasos recursos dialécticos y un ministro del Interior que -cuide esto señor Fernández Díaz- aparece contrito y sudando de manera permanente. O sea, que semeja estar demasiado agobiado para un cargo que exige nervios de acero. Un suponer.

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Ignoro si la expresión del ministro del Interior atribuyendo a la Policía “algún exceso” en el ejercicio de la fuerza al disolver una manifestación de estudiantes en Valencia el pasado lunes, implica o no asumir la acusación de falta de proporcionalidad de las fuerzas de orden público contra los jóvenes. Tampoco estoy en condiciones de asegurar -¿quién podría hacerlo?- si el jefe de la Policía de Valencia es torpe por naturaleza o padeció un lapsus linguae cuando calificó a los manifestantes como “enemigos”. Y no estoy muy seguro si el presidente del Gobierno, desde Londres, al apelar a la “mesura” y la “serenidad” se refería tanto a los que protestaban airadamente en la ciudad del Turia como a la propia Policía. Pero de lo que no cabe ni una sola duda es de que la izquierda se ha aferrado a los incidentes de Valencia -ya conocidos como la primavera de Valencia, evocando las revoluciones árabes, ¡nada menos!- para iniciar un contraataque en toda regla contra el Gobierno de Mariano Rajoy.