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El ‘caso Bolinaga’ desata la peor crisis del PP
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José Antonio Zarzalejos

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El ‘caso Bolinaga’ desata la peor crisis del PP

Bastaría leer el artículo publicado por Rogelio Alonso en la tercera del ABC del pasado 26 de agosto para entender cabalmente la crisis que el llamado

Bastaría leer el artículo publicado por Rogelio Alonso en la tercera del ABC del pasado 26 de agosto para entender cabalmente la crisis que el llamado caso Bolinaga ha desatado en el PP. Alonso es un experto en materia antiterrorista, un profesor competente de ciencia política y estudioso de ETA. Titula su artículo con una interrogante: “¿Por qué se duda de la política contra ETA?” y llega -grosso modo- a la conclusión de que el actual Ejecutivo está siendo continuista con la política de Rodríguez Zapatero, como lo prueba el tercer grado concedido por Instituciones Penitenciarias, y la excarcelación subsiguiente decretada por el juez de la Audiencia Nacional -pendiente de recurso ante la Sala de lo Penal, si el fiscal finalmente lo interpone-, al que fuera asesino, y entre 1996-97, también secuestrador inclemente y crudelísimo de Ortega Lara. La excelente hemeroteca del diario ABC ofrece el artículo de Rogelio Alonso para quien quiera profundizar en su, a mi juicio, acertado texto.

El Gobierno y el ministro del Interior, calculando mal demasiadas variables, han cometido errores graves en la concesión del tercer grado a Bolinaga. En particular, ha irritado a buena parte del electorado del PP -y a otros- que Fernández Díaz no fuese más morigerado en sus expresiones, planteando el falso dilema según el cual, no conceder al preso etarra el beneficio penitenciario hubiese supuesto nada menos que “una prevaricación” por su parte; o desatendiendo el dictamen de la forense de la Audiencia Nacional, contradictorio con el emitido por los médicos de San Sebastián. Mientras tanto, la izquierda abertzale planteaba como un éxito la decisión gubernamental en un contexto plenamente preelectoral y sin que Uribetxebarria Bolinaga haya mostrado ni un adarme de arrepentimiento y contrición por sus crímenes y por el enterramiento en vida, durante más de 500 días, de un ser humano en un zulo-jaula que a quienes llegamos a conocerlo nos heló la sangre.

Creo no haber vivido una experiencia más lacerante que la de descender en aquel fantasmal pabellón industrial de Mondragón al habitáculo en el que el Ortega Lara estuvo muerto en vida. Cito esta experiencia personal, después de toda una vida en el País Vasco -desde que nací en Bilbao, en 1954, hasta que llegue a Madrid en 1998 forzado por los que mataban y por los que sin hacerlo no nos dejaban vivir- porque tengo la impresión de que Fernández Díaz, un hombre que parece honrado intelectualmente y bien intencionado, es ignorante, sin embargo, de la peor realidad vasca, que es la viscosa y turbia -moralmente repugnante- de ETA y de sus entornos. Fernández Díaz -y no sólo por este caso- ha demostrado que no está en lugar adecuado, porque sus habilidades políticas no coinciden con las que se requiere para, en este momento crucial, desempeñar la cartera de Interior.

De nuevo, este era un momento para el liderazgo de Rajoy; y, de nuevo, no se percibe. De nuevo se comprueba que hay disfunciones en el Gobierno y que el partido no está cohesionado. Otra vez se comprueba que la secretaría general del PP ha de cohesionar, preparar y explicar decisiones que trascienden -como la política antiterrorista- a la mera acción de Gobierno

Este asunto, por sí mismo, sin embargo, no habría provocado un choque tan notable entre Jaime Mayor y el Gobierno, ni entre un sector importante de las víctimas del terrorismo y el Ejecutivo de Rajoy, ni entre los populares vascos entre sí, de no haber estado precedido por una seria crisis en el PP del País Vasco. La intervención de Esperanza Aguirre en este asunto -expresada en unos términos razonables- constituye un ingrediente añadido a un estado de opinión que no considera el liderazgo de Mariano Rajoy como el adecuado para Partido Popular. Se produce un brote de contestación -propiciado por los errores de Interior- al mismo presidente del Gobierno que avala a su ministro. El origen de esta contestación hay que localizarlo en el Congreso del PP de Valencia de junio de 2008, tras la derrota por segunda vez de Rajoy en las generales de ese año. El gallego revalidó la presidencia de la organización con la ayuda de las baronías populares de Galicia, Valencia, Castilla-León y Andalucía (Feijóo, Camps, Herrera y Arenas).

En los prolegómenos de aquel Congreso, María San Gil, presidenta del PP vasco, dijo con todas la letras que no se fiaba de Rajoy y se dio de baja del partido; lo mismo hizo el propio Ortega Lara. El acuerdo del PP en el País Vasco (elecciones de 2009: 13 escaños) con el PSE para hacer de López el primer lendakari constitucionalista ha sido una apuesta fallida de la nueva dirección conservadora en Euskadi, factor que se añade a una política antiterrorista que personas de criterio muy solvente -al margen del mismo PP- observan poco clara, más por ignorancia o desconcierto que por deterioro moral o político.

Hay en este lamentable episodio un lado oscuro: se trata también de un ajuste de cuentas que encabeza un Mayor Oreja que no ha digerido la pérdida del control del PP en el País Vasco. Es cierto que ha encontrado un motivo consistente de crítica. Y es consistente porque ha llegado, ha alcanzado, ha tocado la sensibilidad del electorado del PP en un momento de desafección hacia el Gobierno en otros temas y aspectos de distinto orden. La polémica no cesa y se acercan las elecciones del 21 de octubre en el País Vasco y Galicia. De nuevo, este era un momento para el liderazgo de Rajoy; y, de nuevo, no se percibe. De nuevo se comprueba que hay disfunciones en el Gobierno y que el partido no está cohesionado. Otra vez se comprueba que la secretaría general del PP ha de cohesionar, preparar y explicar decisiones que trascienden -como la política antiterrorista- a la mera acción de Gobierno.

Es de temer que el PP vasco obtenga unos muy regulares resultados en los comicios autonómicos y es casi seguro que se ha creado un abismo entre el Gobierno y determinadas personalidades del partido, curiosamente, más silentes que Jaime Mayor y, seguramente, más heridas que él por el malhadado caso Bolinaga. Esta crisis popular tiene mala factura, mal pronóstico. Pinta muy mal.

Bastaría leer el artículo publicado por Rogelio Alonso en la tercera del ABC del pasado 26 de agosto para entender cabalmente la crisis que el llamado caso Bolinaga ha desatado en el PP. Alonso es un experto en materia antiterrorista, un profesor competente de ciencia política y estudioso de ETA. Titula su artículo con una interrogante: “¿Por qué se duda de la política contra ETA?” y llega -grosso modo- a la conclusión de que el actual Ejecutivo está siendo continuista con la política de Rodríguez Zapatero, como lo prueba el tercer grado concedido por Instituciones Penitenciarias, y la excarcelación subsiguiente decretada por el juez de la Audiencia Nacional -pendiente de recurso ante la Sala de lo Penal, si el fiscal finalmente lo interpone-, al que fuera asesino, y entre 1996-97, también secuestrador inclemente y crudelísimo de Ortega Lara. La excelente hemeroteca del diario ABC ofrece el artículo de Rogelio Alonso para quien quiera profundizar en su, a mi juicio, acertado texto.